Índice general
Amigo, ¿por qué has venido?
Mateo 26:50; 20:13; 22:12
Autor:
1 - Pregunta
A más de un lector de los Evangelios le habrá sorprendido que el Señor Jesús llame “amigo” a su traidor, Judas Iscariote, cuando estaba a punto de traicionarle: “Amigo, ¿a qué has venido?” (Mat. 26:50).
¿No era este hombre un «diablo», el «hijo de perdición» (Juan 6:70; 17:12)? Es en estos términos que el propio Señor había hablado del traidor. ¿Por qué le llamaría ahora “amigo”? ¿Por qué un apelativo tan amistoso, cuando este hombre estaba a punto de cometer uno de los actos más abominables?
2 - Respuesta
La resolución de esta dificultad se ve facilitada por 2 observaciones.
2.1 - La primera respuesta: philos / hetairos
La primera es que el Señor Jesús utiliza aquí una palabra griega diferente para “amigo” de la que utiliza en Juan 15, por ejemplo, donde llama 2 veces a los suyos “philoi” = «amigos», y explica: «Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que os mando. Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todo lo que he oído de parte de mi Padre, os lo he dado a conocer» (Juan 15:14-15).
La palabra “philos” es propiamente un adjetivo calificativo que significa “amado, precioso, querido, apegado, amigo”. Como sustantivo, pues, tiene el significado de “amigo, amado”. Cuando el Señor habla de Lázaro como «nuestro amigo» (Juan 11:11), cuando Abraham es llamado «amigo de Dios» (Sant. 2:23) y cuando el apóstol Juan, al final de su Tercera Epístola, envía saludos de «amigos» y a «amigos», siempre se utiliza la palabra «philos». En cada ocasión, se trata de personas que son amadas.
En cambio, el Señor Jesús no se dirige a Judas Iscariote con la palabra “philos”, sino solo con el término “hetairos”. Esta palabra ciertamente también significa “amigo”, pero en el sentido de “camarada, compinche, compañero, partidario, acompañante”. Judas Iscariote había sido, en efecto, un compañero, un seguidor externo, un compañero del Maestro. En esa medida, la palabra era totalmente apropiada para él.
2.2 - La segunda respuesta: los otros 2 pasajes de Mateo 20 y 22
Una segunda observación arroja aún más luz sobre la cuestión. La palabra “hetairos” solo aparece 2 veces más en el Nuevo Testamento, y las 2 veces es en el Evangelio según Mateo, y las 2 veces como interpelación para dirigirse a alguien. Y en ambos pasajes, es Dios quien utiliza este término, en una frase gráfica:
- «Amigo, no te hago agravio» (Mat. 20:13).
- «Amigo, ¿cómo entraste aquí sin traje de boda?» (Mat. 22:12).
En realidad, no es fácil encontrar un buen equivalente en español del griego «hetairos» en estos pasajes. Si no fuera el Salvador, si no fuera Dios quien lo pronunciaba, “muchacho” o “compañero” serían bastante apropiados. Me parece que aquí lo mejor es decir “hombre”: «Hombre, no te hago agravio», etc. En cualquier caso, hay que evitar absolutamente la idea de que, en estos diversos casos, se trata de amonestaciones más o menos amistosas. Al contrario, son palabras fulminantes. Cada una de estas 3 breves frases, que comienzan con la palabra “amigo”, suena más como un latigazo que como una apelación amistosa. En la primera parábola (Mat. 20), el dueño de la viña rechaza con firmeza e indignación el reproche de haber sido injusto; y en la segunda parábola (Mat. 22), la pregunta del rey anuncia una desgracia inminente, razón por la cual el hombre mantuvo la boca cerrada.
3 - Conclusión
Obviamente, la exclamación del Señor «Compañero, haz lo que has venido a hacer» también lleva este carácter de final solemne. La palabra «amigo» no es en absoluto signo de una relación amistosa, como podría sugerir nuestro modo de hablar. El Señor Jesús nunca se dirigió a otro de sus discípulos con la palabra hetairos.
¿No es significativo, e incluso chocante que, en los 3 pasajes en los que aparece, esta palabra marque el rechazo de una persona? Sin embargo, esto no se debe a la palabra en sí, sino al contexto en el que se utiliza. La traducción por la palabra española “amigo” parece además estar justificada por el hecho de que se estaba cumpliendo la predicción del Salmo 55:12-13: «No me afrentó un enemigo… sino tú, hombre, al parecer íntimo mío».