El discurso en el monte de los Olivos

La venida del Señor en relación con Israel, la cristiandad y las naciones gentiles


person Autor: Bruce ANSTEY 6

flag Tema: Su inminente regreso: Nuestra esperanza

(Fuente autorizada: bibletruthpublishers.com)


Primera edición en español — marzo 2021

1 - El discurso en el monte de los Olivos (Mateo 24–25)

Me gustaría hablar sobre el discurso del Señor en «el monte de los Olivos» en Mateo 24 y 25. Estos dos capítulos, como saben, son proféticos. Últimamente se ha estado hablado mucho de situaciones muy críticas en Medio Oriente. Y ya que se están formulando una serie de preguntas sobre cuestiones proféticas, pensé que sería bueno abordar algo sobre esto.

No hace mucho tiempo alguien me preguntó: “¿En qué parte de la profecía estamos ahora?” Le dije: “Bueno, en realidad no estamos en profecía –realmente la Iglesia no forma parte del tema de la profecía”. Entonces dijo: “Oh sí, por supuesto, lo sé; tiene que ver con Israel –¿verdad?” Entonces le dije: “En realidad, Israel tampoco es el objeto de la profecía”. Estaba un poco desconcertado y dijo: “Bueno, entonces, ¿cuál es el tema de la profecía?” Le dije: “El gran tema de la profecía es Cristo mismo”. Aunque Cristo no se mencione directamente en cada versículo de las Escrituras proféticas, el espíritu de cada profecía se refiere a aquello que al final será para el despliegue de su gloria y su honor. Esto es lo que significa la afirmación «El testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía» (Apoc. 19:10).

Lo digo de nuevo, la Iglesia no es el objeto de la profecía, como tampoco lo son Israel y las naciones; la profecía tiene que ver con lo que pertenece a Cristo y su gloria. En las Escrituras, cada detalle profético referente a Israel y las naciones tan solo contribuye al gran propósito de Dios de glorificar a Cristo. Es su propósito glorificar a su Hijo en dos esferas –en el cielo y en la tierra (Efe. 1:10); la profecía simplemente nos da varios detalles de cómo Dios alcanzará ese fin.

El tema de estos dos capítulos es la venida del Señor en relación con los tres sectores responsables de la raza humana –Israel, la cristiandad y los gentiles. Para ahorrar tiempo, no leeremos los dos capítulos completos de una vez, sino que nos centraremos en varias partes a medida que avancemos. Comencemos leyendo los versículos 1-3 para ponernos en el contexto: «Salió Jesús y, mientras se alejaba del templo, sus discípulos se acercaron a él para mostrarle los edificios del templo. Pero él les dijo: ¿No veis todo esto? En verdad os digo, que no quedará aquí una piedra sobre otra que no sea derribada. Y estando él sentado en el monte de los Olivos, los discípulos se acercaron a él, aparte, diciendo: Dinos, ¿cuándo será esto? ¿Y cuál será la señal de tu venida, y de la consumación del siglo?».

Los discípulos hicieron tres preguntas al Señor Jesús. Su primera pregunta tenía que ver con cuándo las piedras del templo serían destruidas (Lucas 21:6-7). Naturalmente, querían saber más sobre esto. El Señor se refería a su destrucción por el ejército romano en el año 70 d.C., que ocurrió aproximadamente 40 años después de su muerte.

Ese mismo día marcó la última vez que el Señor pondría un pie en el templo (Mat. 23:38-39). ¡No lo verán de nuevo hasta que regrese en su segunda venida! Cuando los ejércitos romanos entraron y destruyeron la ciudad, se les dio orden de no destruir el templo. Pero un soldado, sin saber de la orden, arrojó una antorcha al templo y se quemó. El oro que cubría las paredes se derritió y corrió entre las grandes piedras. Después del incendio, la gente recuperó el oro, sacándolo de entre las piedras, y al hacerlo retiraron cada piedra hasta que no quedó ninguna sobre otra. Así, la profecía de nuestro Señor se cumplió.

El Señor no respondió directamente a su primera pregunta, sino que se centró en las otras dos preguntas que tenían que ver con «la señal» de su venida, y «la consumación del siglo». Como sabemos, la venida del Señor tiene dos fases: Su venida por sus santos, y su venida con sus santos. La venida del Señor por nosotros es comúnmente llamada el Arrebatamiento. Eso será cuando el Señor descienda con aclamación y nos llame al cielo –los muertos en Cristo resucitarán, y los santos que estén vivos serán arrebatados juntos (1 Tes. 4:15-18). Eso es lo que estamos esperando, ¡y qué momento será! Entonces un período de siete años de tribulación vendrá sobre la tierra. Será el cumplimiento de la 70 semana de Daniel (véase Dan. 9:24-27). Después de la gran tribulación, el Señor volverá de nuevo, pero esta vez vendrá con sus santos en juicio, por el cual establecerá su reino en justicia según las promesas de los profetas del Antiguo Testamento. Esta fase de su venida es llamada la Aparición de Cristo. Las dos fases de la venida de Cristo, por lo tanto, son el Arrebatamiento y la Aparición –y la tribulación de siete años acontece entre estas dos. El énfasis de esta profecía está en la segunda fase.

La «señal» por la que los discípulos preguntaban tiene que ver con la Aparición del Señor y la «consumación del siglo»; no tiene nada que ver con la Iglesia. No hay señales para la venida del Señor por la Iglesia –el Arrebatamiento.

«La noche ha pasado», se acerca el albor,
Brillante es la «Estrella del alba», el Señor;
Nos manda: «Gozaos en vuestro esperar:
Vendré presto y os llevaré a mi hogar.»

Las señales de las que habla la profecía no tienen nada que ver con la Iglesia, sino con Israel y las naciones. Somos llamados al cielo siete años antes de que esas señales (que tienen que ver con la Aparición del Señor y el establecimiento de su reino) se cumplan. Aunque no se aplican directamente a la Iglesia, cuando vemos tales cosas acercándose, sabemos lo cerca que estamos de su venida por nosotros.

2 - Tres partes del discurso

Primero, quiero dar un vistazo general del discurso en conjunto. El Señor aborda su venida en relación con cada uno de los sectores responsables de la tierra, hablando de cada uno por separado, para que los discípulos no se confundan. Por lo tanto, hay tres partes en el discurso:

3 - Parte I

3.1 - La venida del Señor en relación con Israel

El Señor aborda su venida en relación con Israel primero, porque el Evangelio según Mateo está escrito particularmente para el pueblo judío. Su venida en relación con Israel tiene que ver con su Aparición después de la gran tribulación, y no con el Arrebatamiento. Se dirige a sus discípulos como si fueran el remanente de los judíos que estarán en la tierra en ese día venidero. Ellos, por lo tanto, moralmente ocupan el lugar de los discípulos de ese tiempo. Isaías 8:15-16 dice: «Y muchos tropezarán entre ellos, y caerán, y serán quebrantados; y se enredarán y serán apresados. Ata el testimonio, sella la ley entre mis discípulos». En aquel día, la muchedumbre de judíos será presa de los engaños del Anticristo y creerán su mentira, pero un remanente («mis discípulos») se inclinará ante la ley del Señor y dará testimonio de él en aquel día.

La Aparición del Señor será para la liberación del remanente judío de sus perseguidores y para la restauración de la nación. Sin embargo, hay ciertas cuestiones entre el Señor y su pueblo terrenal que deben ser resueltas primero; esto es, la culpa del judío al rechazarlo y crucificarlo hace 2.000 años. El período de tribulación que precederá a la Aparición de Cristo será utilizado por Dios para humillarlos y llevarlos al punto de aceptar su culpabilidad como nación por su crucifixión, por lo cual lo recibirán como su Mesías. Sin embargo, esto se llevará a cabo solamente en un remanente creyente de la nación judía; la multitud del pueblo (que es apóstata) será destruida por sus opresores –es decir, por el Rey del norte (Dan. 11:40-45).

En esta sección, hay tres grupos de señales. El primer grupo corresponde a las cosas que ocurrirán en la primera mitad de la semana profética de siete años de Daniel. El segundo grupo de señales corresponde a los ataques durante la gran tribulación, que es la segunda mitad de la semana profética de Daniel. El tercer grupo de señales tiene que ver con lo que sucederá inmediatamente después de la gran tribulación, cuando el Señor aparezca.

3.2 - Señales correspondientes a los sucesos que preceden a la gran tribulación (Mateo 24:4-14)

Antes de hablar de su Aparición en los versículos 27-28, el Señor dio a los discípulos varios detalles que marcarían el período de tribulación en general.

No hay muchos pasajes de las Escrituras que hablen de la primera mitad de la semana profética. El Señor llama a este período el «principio de dolores» (v. 8). Lo tenemos en el primer libro de los Salmos (del 1 al 41), en estos versículos en Mateo 24, y también en Apocalipsis 6. Si bien los comentarios del Señor en esta sección pertenecen principalmente a la primera mitad de la semana, son lo suficientemente generales para aplicarse a todo el período de siete años.

A. C. Brown (1887-1982) señaló que los detalles dados aquí por el Señor se correlacionan con «los sellos» en el capítulo 6 de Apocalipsis, que también tiene que ver con la primera mitad de la semana profética. Los versículos 4-5 son quizás una alusión al primer sello, cuando habrá un esfuerzo por parte de la Roma papal (el jinete del «caballo blanco») para engañar a las muchedumbres y formar una confederación occidental de diez naciones –a veces llamada el renacimiento del Imperio Romano (Dan. 2:40-45; 7:7-8), o la Bestia (Apoc. 17:1-13).

Los versículos 6-7 se refieren al segundo sello de Apocalipsis 6, que habla del tiempo en que la paz será quitada de la tierra, y cuando habrá «guerras, y rumores de guerras». La segunda parte del versículo 7 se correlaciona con el tercer sello de Apocalipsis 6, cuando habrá «hambre» por toda la tierra. La tercera parte del versículo 7 se correlaciona con el cuarto sello, cuando habrá «pestes» (enfermedades) devastadoras por las que muchos morirán.

Los versículos 9-14 corresponden al quinto sello de Apocalipsis 6, cuando el martirio abundará. El Señor dice aquí: «Entonces os entregarán a la tribulación y os matarán; y seréis aborrecidos por todas las naciones a causa de mi nombre». Entre los judíos en la tierra de Israel aquel día, un remanente se distinguirá de la multitud, por tener una fe real en Dios. Temerán a Dios y temblarán ante su Palabra (Is. 66:2). El remanente predicará el Evangelio del Reino, primero en la tierra de Israel, y luego en todo el mundo. Será un mensaje que anuncie al Mesías judío que viene a poner el mundo en orden, y a establecer su reino. Predicarán a sus compatriotas judíos (Sal. 95) y a los gentiles (Sal. 96). El sistema corrupto religioso de Roma, que controlará la recién formada confederación occidental de naciones, se indignará ante este esfuerzo. Verán a estos evangelistas judíos como revolucionarios que tratan de socavar su control sobre el imperio, propagando doctrinas de otro poder que vendrá a derrocarlos. La persecución ocurrirá cuando el imperio intente deshacerse de estos evangelistas.

Habiendo dicho esto, debo mencionar que el remanente judío piadoso de ese día consistirá en dos partes: la parte preservada y la parte martirizada. Muchos de estos judíos serán milagrosamente preservados durante la gran persecución, y perseverarán «hasta el fin» de la era –que será el fin de la gran tribulación (v. 13). Entonces entrarán en el reinado milenario de Cristo en la tierra. La otra porción del remanente será martirizada por su testimonio (Apoc. 6:9-11). Serán resucitados al final de la gran tribulación (Apoc. 14:13) para recibir una mejor porción con los santos glorificados en los cielos (Apoc. 20:4).

3.3 - Señales correspondientes al comienzo y a la presencia de la gran tribulación (Mateo 24:15-28)

A medida que se acerca la mitad de la semana profética, habrá señales que indiquen el comienzo de la gran tribulación, la última mitad de la semana profética de Daniel. El Señor habla de este grupo de señales a continuación.

Aprendemos de Apocalipsis 12 que la primera guerra en la profecía será una «batalla en el cielo». Miguel y sus ángeles derrotarán a Satanás y lo arrojarán, a él y a sus emisarios, a la tierra (Apoc. 12:7-9). Sabiendo que su tiempo es corto y que la esfera de su operación está restringida, Satanás empoderará a dos hombres en particular (ambos llamados «bestias»), quienes llevarán a cabo sus propósitos en la tierra. Ellos son la «bestia» (el mismo nombre del imperio) o «Cuerno Pequeño» (Apoc. 13:4-7; Dan. 7:8; 7:19-25), y el «Anticristo» o «el falso profeta» (Apoc. 13:11-18; 1 Juan 2:18; Apoc. 19:20). La primera Bestia estará involucrada en los asuntos políticos del imperio, y la segunda Bestia (el Anticristo) estará involucrado en asuntos religiosos.

Causarán agitación en el gobierno occidental (Apoc. 6:12-17 –el sexto sello), y la Iglesia Romana corrupta que habrá gobernado sobre el imperio durante los primeros tres años y medio será derrocada (Apoc. 17:16-18). La Bestia o Cuerno Pequeño tomará el control como dictador. Para unificar el imperio bajo su mano, él, con la ayuda del Anticristo, cesará toda clase de adoración en el judaísmo, lo que será una violación en los términos del pacto que el imperio habrá hecho con los judíos (Dan. 9:27). La práctica del cristianismo (corrompido por la falsa iglesia) también será prohibida (Apoc. 17:16). Esto dará paso a una nueva religión: la adoración de la Bestia y su imagen (Apoc. 13:4; 13:15). El Anticristo pondrá una imagen en el templo de Jerusalén llamada «la abominación desoladora» (Dan. 12:11). El Señor habla de esto en el versículo 15 de nuestro capítulo, llamándola «la abominación de la desolación». ¡Todos en el imperio serán forzados a adorar a la Bestia y a su imagen!

La multitud apóstata de judíos cumplirá con las nuevas regulaciones, ya que de todas formas tendrán poco interés en los tediosos procedimientos de la ceremonia y el culto judío. Verán al Anticristo como al Mesías tan esperado, y él reinará sobre ellos como su «rey» (Juan 5:43; Dan. 11:36-38). En ese tiempo, Dios enviará una «energía de error [poder engañoso]» a través de la propaganda del Anticristo para engañar al mundo occidental, el cual ha rechazado «el amor de la verdad» –el evangelio de la gracia de Dios (2 Tes. 2:8-12; Apoc. 9:1-12). Los apóstatas, tanto en el mundo cristiano como en la tierra de Israel, creerán en la mentira y serán condenados.

El remanente, sin embargo, verá al Anticristo como lo que realmente es –como un impostor, y no se inclinará ante la imagen, ni recibirá su marca en sus manos o frentes. Esto les hará muy difícil su existencia, ya que sin la marca de la Bestia no podrán comprar ni vender nada (Apoc. 13:16-17). Las autoridades implementarán una ley para el arresto y ejecución de todos aquellos que no se ajusten a los edictos del nuevo régimen. Como resultado de su resistencia a obedecer la corrupción, el remanente será cazado como animal, y muchos serán asesinados mientras las autoridades intentan purgar el imperio de tales inconformistas. Esta será una persecución mucho peor que la que Roma infligirá durante la primera mitad de la semana. El remanente judío en los últimos tres años y medio de la semana profética será perseguido sin medida –¡mucho más que en los días del Holocausto!

Vemos aquí el tierno cuidado del Señor por el remanente de ese día. Él da una señal que, si la obedecen, los preservará en el tiempo de la persecución. Dice que cuando «la abominación de la desolación» se establezca en el templo, deben huir «a las montañas» por seguridad (v. 16-20). No deben volver atrás, ni siquiera para tomar sus abrigos, sino que deben correr por sus vidas. Hay por lo menos siete direcciones diferentes en las que irán (Mat. 24:14; 24:16; Sal. 42:6; Apoc. 12:14-17; Is. 16:3-5; Mat. 10:23; Apoc. 11:1-13).

Los versículos 16 al 26 indican que el remanente será sometido a una doble prueba en ese momento. En primer lugar, se enfrentarán a una prueba física de persecución. Sus vidas estarán literalmente en peligro todos los días (v. 16-21). En segundo lugar, se enfrentarán a una prueba espiritual de seducción (v. 22-26). Se levantarán muchos «falsos cristos, y falsos profetas» y darán «grandes señales y prodigios». Cuando vean estas cosas, será una señal para ellos de que tales cosas son falsas, y no deben creerlas.

Esta doble prueba también se menciona en Apocalipsis 12. «El dragón» (Satanás) echará de su boca «un río» en un esfuerzo por hacer que el remanente creyente sea «arrastrado» por él (Apoc. 12:13-15). Esta es una referencia al río de apostasía que será propagado por el Anticristo en esos días –la prueba espiritual de seducción. El dragón también va a «hacer guerra contra el remanente» (Apoc. 12:17 –traducción King James en inglés). Esto corresponde a la prueba física de la persecución.

En los versículos 27-28 de nuestro capítulo, el Señor dice que su venida al final de la gran tribulación (la Aparición) será una manifestación pública. No será algo privado hecho en los «aposentos», como dirán los engañadores de ese día. Nota, esto es «la venida del Hijo del hombre». No es el Arrebatamiento. Siempre que se habla de la venida del Señor como la venida del Hijo del hombre, no es en conexión con la Iglesia. De hecho, ese título ni siquiera se usa en las epístolas en las que tenemos el desarrollo de la posición y la práctica cristiana. «El Hijo del hombre» es un título que el Señor toma cuando es rechazado por su pueblo Israel. Solo se usa en las Escrituras en relación con Israel y las naciones gentiles de la tierra, y se refiere a su venida en juicio.

El Señor añade: «Dondequiera que esté el cadáver, allí se juntarán los buitres» (VM 2020). En esto, el Señor nos dice dónde tendrá lugar su venida en el juicio. Será donde esté el «cadáver». El Señor usa esto como una figura para describir la parte apóstata de la nación, la cual no es más que un cuerpo de personas sin vida en la tierra de Israel. No tendrán vida espiritual hacia Dios. Los «buitres» son las naciones árabes confederadas bajo el rey del norte, que descenderán a la tierra y destruirán a los judíos apóstatas (Dan. 11:40-45; Sal. 79:1-3). Será una confederación de diez naciones de pueblos islámicos (Sal. 83:5-8). Esta confederación no debe ser confundida con la confederación de diez naciones en el oeste bajo la Bestia (Apoc. 13:1-2).

Entonces, lo que el Señor está diciendo aquí, es que en ese mismo lugar donde estas naciones descenderán sobre los judíos apóstatas (es decir, en la tierra de Israel), es donde él volverá en juicio como Hijo del hombre. Dios usará a estas naciones como su instrumento para ejecutar el juicio sobre la multitud apóstata de judíos que han rechazado a Cristo y recibido al Anticristo.

3.4 - Señales correspondientes a los sucesos inmediatamente posteriores a la gran tribulación (Mateo 24:29-31)

En los versículos 29-44, tenemos el tercer grupo de señales. Estas pertenecen a las cosas que sucederán inmediatamente después de la gran tribulación. El versículo 29 describe la situación que existirá en la tierra como resultado a las obras del Anticristo. El «sol», la «luna» y las «estrellas» son figuras usadas para describir las fuentes normales de luz espiritual. Pero en aquel día, no brillarán en los corazones de los hombres (Apoc. 6:12-13; 9:2; 16:10; Is. 5:30; 8:22; 13:10; Joel 2:10; 2:31; 3:15). Los engaños del Anticristo habrán dejado a la gente prácticamente sin luz espiritual, es decir, sin el conocimiento de Dios. Estarán envueltos en oscuridad (Is. 8:21-22).

«Entonces, aparecerá la señal del Hijo del hombre en el cielo». El Señor vendrá del cielo en juicio como el Hijo del hombre. Las palabras «sobre las nubes del cielo» indican que será una manifestación pública. Su Aparición en ese momento será para la restauración de Israel.

La restauración de Israel se llevará a cabo en dos fases. Primero, «las tribus de la tierra» se «lamentarán» en arrepentimiento. Esto se refiere a las dos tribus –al remanente judío. Se arrepentirán cuando vean al Señor y comprendan que es él a quien ellos, como nación, crucificaron (Zac. 12:10-14; Is. 53:1-12). Lo recibirán como su Mesías (Sal. 110:3). Estas «tribus» no son las diez tribus que están escondidas en los cuatro rincones de la tierra. Sabemos esto porque está hablando de las tribus en «el país», y las diez tribus no estarán en el país cuando el Señor aparezca.

La profecía distingue tres esferas en cuanto a los tratos de Dios en este planeta. Primero, está «la tierra» que es la tierra de Israel, no solo la que ocupan actualmente, sino la que fue prometida a Abram. (Walter Scott dijo que incluso en el tiempo de David y Salomón, ¡los hijos de Israel solo ocupaban el 10% de lo que Dios les dio! Se les dio aproximadamente 777.000 kilómetros cuadrados, pero solo tomaron unos 77.700). Luego, en segundo lugar, está lo que a veces se le llama «la tierra» profética. Se refiere a una esfera más amplia, que abarca no solo la tierra de Israel, sino también Europa Occidental –tal vez incluso América. Luego, en tercer lugar, está «el mundo», que es más amplio aún, e incluye el área más allá de la tierra profética. Una referencia interesante que muestra la diferencia entre estas tres esferas es Isaías 26:9-10: «Porque luego que hay juicios tuyos en la tierra [la tierra profética], los moradores del mundo aprenden justicia. Se mostrará piedad al malvado, y no aprenderá justicia; en tierra [la tierra de Israel] de rectitud hará iniquidad, y no mirará a la majestad de Jehová» (véase también Is. 18:2-3).

La segunda fase de la restauración de Israel tiene que ver con las diez tribus. Ellas también necesitan ser restauradas al Señor –pero por diferentes razones. Las dos tribus de Israel son culpables de rechazar a Cristo y recibir al Anticristo; mientras que las diez tribus no son culpables de ninguna de las dos. Las diez tribus no estaban en el país de Israel durante la primera venida del Señor hace 2.000 años, y no pueden ser consideradas responsables de su rechazo. Tampoco estarán en el país durante la gran tribulación cuando los judíos reciban al Anticristo. Las diez tribus, sin embargo, son culpables de violar la ley, y las consecuencias son que han sido vejados «por todos los reinos de la tierra» (Deut. 28:25). Los judíos también han quebrantado la ley y han sido dispersados, pero volverán a la tierra de Israel al comienzo del período de tribulación de siete años, con la ayuda de algún poderío marítimo, probablemente la recién formada confederación de diez naciones en el oeste (véase Is. 18).

El versículo 31 nos dice que habrá un «sonido de trompeta» que saldrá por todo el mundo, y las diez tribus que hoy están perdidas, o escondidas, serán conmovidas a regresar a la tierra de Israel. Es poco probable que esta sea una voz de trompeta literal, pero seguro que alguna señal despertará a las diez tribus. Esto ocurrirá poco después de que el Señor haya aparecido. El Señor usará a “sus ángeles” para ayudar a las diez tribus a regresar a su tierra natal. Algunas naciones gentiles que sabrán que el Mesías de Israel ha regresado en poder y gloria también se ofrecerán voluntariamente para ayudarles en su regreso (Is. 11:12; 14:1-2; 49:9-23; 60:8-9). Ellos entrarán en la tierra después de haber sido zarandeados por el Señor en la frontera (Ez. 11:10; 20:34-38), y en ese momento entenderán la obra consumada de Cristo en la cruz (Zac. 13:6).

En los versículos 32-35, el Señor da otra señal que tiene que ver con la restauración de Israel en una parábola de «la higuera». La higuera, en las Escrituras, es un símbolo de la nación de Israel. Dice que cuando vean brotar «hojas», entonces deben entender que el «verano» –el tiempo de dar fruto– está cerca. A través de estos largos años de dispersión de Israel, no se ha producido ningún fruto real para Dios de parte de esta nación. Solo darán fruto después de que el Señor venga y sean restaurados por él y a él.

El Señor explica que primero habrá un tiempo en que «brotan las hojas» sin fruto. En otras palabras, la nación haría una profesión de vida, pero no habría ningún fruto para Dios en ella. Esto es lo que sucederá en la primera parte del período de tribulación cuando los judíos regresen en masa a su tierra natal (Is. 18:1-4). Volverán sin creer que el Señor Jesucristo es su verdadero Mesías, y edificarán la nación por sus propios medios (Sal. 73:1-12). En la actualidad, unos 4 o 5 millones de judíos ya han vuelto al territorio; lo que es un precursor de la higuera brotando sus hojas –una prefiguración, pero no el cumplimiento de estas cosas.

El Señor dijo que cuando «todo esto» sea hecho (las diversas señales que ya hemos visto en este capítulo), ellos sabrían que la nación pronto sería restaurada al Señor y empezaría a dar fruto para él de nuevo.

Los versículos 36-44 aportan más detalles que tienen que ver con la Aparición del Señor como el Hijo del hombre. Dice: «Sobre aquel día y hora, nadie sabe». Esto se ha aplicado erróneamente al Arrebatamiento, pero el Señor se refería a su Aparición: «la venida del Hijo del hombre». El juicio en los días de Noé es presentado para ilustrar este punto. Fueron los impíos en ese día los que fueron removidos de la tierra en el juicio del diluvio, mientras que los justos (Noé y los suyos) continuaron viviendo. Esto es lo que sucederá cuando el Señor aparezca en juicio. Los ángeles saldrán sobre la tierra profética «y apartarán a los malos de entre los justos» (Mat. 13:38-43; 13:49-50). El Señor dijo: «Entonces dos estarán en el campo; uno será tomado, y el otro dejado; estarán dos mujeres moliendo en el molino, una será tomada y la otra dejada». Los que son «tomados» son removidos de la tierra en juicio. Los otros son dejados en la tierra para entrar en el reino. En el Arrebatamiento será todo lo contrario; los creyentes serán tomados de la tierra al cielo, y los incrédulos serán dejados en la tierra.

Cuando el Señor aparezca, enviará a sus ángeles con dos tareas; una tarea será para bendición, y la otra para juicio. Algunos de los ángeles saldrán por el mundo y reunirán a las diez tribus para traerlas de vuelta a la tierra de Israel, para ser bendecidos con las dos tribus –los judíos (Mat. 24:31). Otros ángeles irán sobre la tierra profética y ejecutarán este juicio del que hablamos.

Los que serán «tomados» en juicio serán lanzados vivos directamente al lago de fuego (Mat. 13:42; 13:50-51). No morirán ni entrarán en un estado incorpóreo para esperar a ser resucitados en el gran Trono Blanco para ser juzgados. En la Aparición de Cristo, se encontrarán cara a cara con el propio Juez, y no necesitarán una nueva fecha de juicio. Los primeros en ser arrojados al lago de fuego en ese momento son la Bestia y el falso profeta –el Anticristo (Apoc. 19:20). Pero aquellos en la tierra profética que han rechazado el evangelio de la gracia de Dios y han recibido la marca de la Bestia, ¡también serán arrojados allí! Querían a la persona de la Bestia (el «Cuerno Pequeño», el líder del Imperio Romano revivido) y al Anticristo, pensando que eran salvadores (1 Tes. 5:2-3), y al final, Dios ordena que compartan el juicio con ellos.

Las Escrituras indican que habrá tres clases de personas que dejarán este mundo sin morir. Primero, aquellos de la Iglesia, «los que vivamos, los que quedamos», los que estarán en el momento de la venida del Señor –el Arrebatamiento (1 Tes. 4:17). Luego están los que serán arrojados directamente al lago de fuego en la Aparición de Cristo (Mat. 13:42; 13:50-51). Y, por último, después de que el Milenio haya terminado, habrá quienes serán transferidos a los «nuevos cielos y una tierra nueva» sin pasar por la muerte (1 Cor. 15:26; 2 Pe. 3:13).

En los versículos 42-44 de Mateo 24, se les dice a los discípulos: «¡Velad!» y «estad… preparados». La exhortación a velar se da 18 veces en el Nuevo Testamento. El remanente judío tendrá que velar. Ud. se pregunta: “¿Velar para qué?” Ellos deben estar atentos a las señales que preceden a la venida del «Hijo del hombre», y así saber que su venida está cerca. Se asemeja con el asalto de un «ladrón» porque será un tiempo de juicio. En el Nuevo Testamento, se habla cinco veces de la venida del Señor como la venida de un ladrón; y todas se refieren a su Aparición y nunca al Arrebatamiento (Mat. 24:43; 1 Tes. 5:2; 2 Pe. 3:10; Apoc. 3:3; 16:15).

4 - Parte II

4.1 - La venida del Señor en relación con la cristiandad

Al entrar en esta sección, vemos un cambio marcado en los comentarios del Señor con respecto a su venida. Estos cambios indican que él no está hablando de las mismas personas que en la sección anterior. El hermano Darby dijo que esta parte del discurso es en realidad un paréntesis. Supongo que, en cierto sentido, se podría pasar del capítulo 24:44 al capítulo 25:31, donde se continúa con el tema de la venida del Hijo del hombre.

Algunas de las diferencias en esta sección son:

  • La venida del Señor no es llamada «la venida del Hijo del hombre».
  • La venida del Señor (el Arrebatamiento) se menciona tres veces.
  • No se cita ninguna profecía del Antiguo Testamento.
  • No se dan señales terrenales.
  • No se mencionan Jerusalén ni el templo.
  • No se menciona el día de reposo.
  • No se menciona a Cristo como el Mesías (Cristo significa «Mesías»Juan 1:41).

Estas cosas nos muestran que el tema que vemos ahora no tiene que ver con los judíos, sino con un grupo diferente de personas. Una mirada más detenida mostrará que el Señor está hablando de su venida en relación con la parte de la tierra que ha tenido la luz del evangelio de la gracia de Dios, la cual se predica hoy en día. Se trata de la parte cristianizada de la tierra, a veces llamada cristiandad. Por lo tanto, concierne a la responsabilidad cristiana durante este tiempo presente, cuando, en los tratos de Dios, Israel sería puesto a un lado, y el Señor estaría ausente.

Esta sección consiste en tres parábolas; la primera está en Mateo 24:45-51, y enfatiza la fidelidad en el tiempo de la ausencia del Señor. La segunda está en Mateo 25:1-13, y enfatiza la vigilancia en el tiempo de la ausencia del Señor. La última está en Mateo 25:14-30, y enfatiza la productividad en servicio en el tiempo de la ausencia del Señor. Podríamos resumir las tres parábolas con la fidelidad, la vigilancia, y la productividad.

Es significativo que la venida del Señor a por sus santos (el Arrebatamiento) se mencione en las tres parábolas (Mat. 24:46; 25:10; 25:19), mientras que este ha estado notoriamente ausente en la Parte I. La Aparición de Cristo también se menciona en esta sección (Mat. 24:50; 25:26-30), pero nunca se le llama «la venida del Hijo del hombre».

4.2 - Parábola I: Fidelidad en el tiempo de la ausencia de Cristo (Mateo 24:45-51)

Ahora vamos a centrarnos en algunos detalles de la primera parábola. Es una escena en la que el señor de la casa está ausente, y los siervos son probados en cuanto a su fidelidad. La parábola indica que hay dos clases de siervos en la casa al mismo tiempo: un «siervo fiel y prudente» y un «siervo malo». En el tiempo de la ausencia del Señor, la Casa de Dios tendrá esta clase de mezcla –los que son reales y los que son falsos.

Lo que vemos en el «siervo fiel» es lo que debería caracterizar a cada verdadero creyente en la Casa de Dios hoy en día (v. 45-47). El siervo fiel espera que su señor regrese en cualquier momento, y eso le da la motivación para que se le halle «haciendo» el servicio de su señor fielmente. Esto habla de tener la inminencia de la venida del Señor (el Arrebatamiento) en nuestros corazones. Si es algo que mueve nuestras almas, estaremos motivados a vivir fielmente para él en el tiempo de su ausencia.

El siervo fiel se levanta y da «alimento a su tiempo» a los de la casa. Esto habla de estar ocupado en el ministerio de la Palabra de Dios. Querido hermano cristiano, esto es lo que Dios quiere que hagamos en el tiempo de la ausencia del Señor. ¡Pero no seremos capaces de dar a los otros el alimento espiritual (la verdad) si no lo hemos obtenido primero nosotros mismos! Esto significa que necesitamos pasar tiempo en la Palabra recogiendo alimento para nuestras almas, para que podamos darlo a otros.

Notemos también que dice que dio comida a los de la casa de su señor «a su tiempo». Esto habla de estar en comunión con el Señor para saber cuándo dar lo que hemos juntado. Una cosa es tener alimento, y otra cosa es tener la sabiduría para saber cuándo y cómo darlo. El Señor añade que habrá una recompensa por tal fidelidad. Habrá dominios dados en el reino a aquellos que han servido de esta manera (Lucas 19:16-19). Esto sucederá en la Aparición del Señor.

Luego el Señor Jesús habla del «siervo malo» en el tiempo de la ausencia de su señor. Podemos ver en el último versículo del capítulo (v. 51) que tal persona es un simple profeso, y no es salvo en absoluto. Está en la casa tomando el lugar de un siervo, pero no es un verdadero creyente. Hay muchos como este en la cristiandad hoy en día que han hecho una profesión de ser cristianos, pero nunca han sido salvos.

Tres cosas caracterizan al siervo malo. Primero, dice: «¡Mi señor tarda!» (v. 48). Notemos que no niega la venida de su señor, sino más bien, niega la cercanía de ella. No dice: “Mi señor no viene”. Sino dice: “¡Tarda mucho!” Esto representa a aquellos que sostienen la verdad de la venida del Señor como una doctrina, pero sus vidas muestran que han renunciado a la inminencia de ella. Hoy en día, muchos siervos malos han ido más allá de esto, y han renunciado a la doctrina de la venida del Señor (el Arrebatamiento). Ellos te dirán claramente que el Señor no viene –¡dicen que es un error pensar que sí!

En segundo lugar, el siervo malo comienza a «pegar a sus compañeros» (v. 49). Esto representa un espíritu crítico que ataca a los siervos del Señor, quizás criticándolos en sus obras. Se convierte en el dicho “crítico desde el sofá”. Esta clase de persona está llena de críticas a sus hermanos, pero ella misma hace poco o nada.

En tercer lugar, va «a comer y beber con los borrachos» (v. 49). Esto habla de la ruptura de la separación. Se va «con» la gente mundana que está «borracha» con los placeres de este mundo.

Estas tres cosas caracterizan la falsa profesión en el cristianismo de hoy. Es triste, pero muchos queridos cristianos están marcados por estas mismas cosas, aunque sean verdaderos creyentes. Esto demuestra que podemos estar afectados por la gran apostasía. Los cristianos no pueden apostatar –lo que es abandonar por completo la profesión del cristianismo– pero sí pueden verse afectados por la corriente de la apostasía, y dejar a un lado ciertas doctrinas y prácticas. Por ejemplo, muchos cristianos verdaderos han creído la enseñanza de que el Arrebatamiento es una idea falsa. Los teólogos de la Nueva Alianza, por ejemplo, enseñan esto –y la mayoría de ellos son verdaderos creyentes.

4.3 - Parábola II: Vigilancia en el tiempo de la ausencia de Cristo (Mateo 25:1-13)

En esta segunda parábola, que tiene que ver con las «diez vírgenes», el Señor habla de su venida como la de un «esposo». Enfatiza la necesidad de velar durante el tiempo de su ausencia. Noten de nuevo, no menciona su venida como la del «Hijo del hombre». Es mencionada en el versículo 13 en algunas revisiones de la versión Reina Valera, pero las últimas nueve palabras de ese versículo no están en el manuscrito original, como muestran la mayoría de las otras traducciones. El aspecto de la venida del Señor aquí es, de nuevo, el Arrebatamiento.

En esta parábola, el Señor menciona cuatro períodos distintos que marcarían el tiempo de su ausencia en el día de hoy. Estos cuatro períodos abarcan todo el período de la historia de la Iglesia en la tierra:

• Ellas «salieron» (v. 1). Esto se refiere al tiempo de los apóstoles cuando los santos salieron por primera vez fuera del campamento del judaísmo (Hebr. 13:13) y de sus asociaciones mundanas (1 Tes. 1:9).

• «Todas cabecearon y se durmieron» (v. 5). Esto marcaría otro período en la historia de la Iglesia, cuando toda la profesión cristiana se “durmió” en cuanto a la venida del Señor. Esto ocurrió poco después del tiempo de los apóstoles, y continuó a través de los siglos hasta la Edad Media.

• «A la media noche se oyó un grito» (v. 6). Esto se refiere a un avivamiento que tuvo lugar en el siglo 19, cuando hubo un despertar entre los cristianos ante el hecho de que el Señor Jesús vendría de nuevo.

• «Vino el esposo» (v. 10). Este es el momento que espero que todos estemos buscando –¡el Arrebatamiento! Este evento terminará la historia de la Iglesia en este mundo, y seremos llevados a nuestro hogar en el cielo.

Veamos los primeros versículos. Hay tres cosas aquí que caracterizaron a la Iglesia primitiva. En primer lugar, dice que «tomaron sus lámparas». Una lámpara habla de profesión. Se refiere al brillante testimonio que tenían ante el mundo en ese día. Hubo una manifestación de su fe. Luego dice que «salieron». Esto habla de separación. Salieron del campamento del judaísmo y de sus asociaciones mundanas (Hebr. 13:13; 1 Tes. 1:9). Por último, dice, «a recibir al esposo». Esto habla de expectativa. Tenían ante sus almas la esperanza de la venida del Señor. Hubo manifestación, separación y expectativa. Eso fue lo que marcó a la Iglesia primitiva.

Había diez vírgenes, pero «cinco de ellas eran insensatas y cinco prudentes» (Mat. 25:2). Las prudentes tenían «aceite» en sus lámparas, pero las otras no. Esto significa que algunas fueron salvas y selladas con el Espíritu, y otras no. De nuevo, esto representa la mezcla que existe en la profesión cristiana hoy en día.

Ese estado feliz no duró mucho tiempo; «todas cabecearon y se durmieron» (v. 5). La Iglesia se cansó de esperar al Señor y se vio afectada por el mundo, lo que le hizo perder de vista su venida. Note que primero cabecearon y luego durmieron. Esto demuestra que tal estado creció paulatinamente en la Iglesia.

Luego, en el siglo 19, una obra soberana de Dios causó un avivamiento de la verdad acerca de la venida del Señor, y muchas verdades relacionadas con esta. «A la media noche se oyó un grito: ¡He aquí el esposo! ¡Salid a su encuentro!». ¡Hubo un despertar en la gente ante el hecho de que el Señor venía! Hubo un gran revuelo entre los cristianos, y muchos comenzaron a estudiar la profecía. Mientras miraban el tema de los eventos futuros en la Palabra de Dios, aprendieron que la Iglesia no formaba parte de la profecía. Aprendieron que la Iglesia no pertenecía a la tierra, sino que tenía un llamado y un destino celestial. Entonces se dieron cuenta de que el Señor podía venir en cualquier momento y llevar a la Iglesia al cielo, ya que no había ninguna señal en la profecía que tuviera que cumplirse primero.

La palabra «viene» (v. 6) no está en los manuscritos más antiguos. Ha sido añadida en el texto por los traductores de la Reina Valera, pero realmente no tiene por qué estar ahí. Hace que su venida sea vista como un evento. El pensamiento, más bien, es que una persona viene, ¡el Señor Jesucristo! Simplemente debería decir: «¡He aquí, el esposo!», porque así se muestra con más precisión el espíritu de la situación en ese momento. La gente no solo esperaba que ocurriera un evento; ¡esperaban a que el Señor viniera! El llamado también los exhortaba, «¡salid a su encuentro!». Esto significa que había un esfuerzo para volver a su posición original –fuera del campamento y del mundo. Dejaron todas las asociaciones eclesiásticas y seculares con las que habían estado conectados, y esperaron la venida del Señor.

En los siguientes versículos vemos lo que sucedió en ese tiempo con la profesión cristiana en general. Hubo un gran revuelo para prepararse para el encuentro con el esposo. Se descubrió que muchas «no tomaron aceite consigo» para sus lámparas. La exhortación de las «prudentes» hacia las «insensatas» fue: «Mejor es que vayáis a los que venden, y comprad para vosotras». Esto se refiere al gran esfuerzo evangélico que marcaba esa época. El evangelio fue predicado libremente, y muchos fueron salvos. «Comprad» se refiere a tener una transacción personal de fe con «los que venden» (el Padre y el Hijo), por la cual serían salvos y sellados con el Espíritu de Dios que moraría en ellos, de lo que el «aceite» es figura (compare Is. 55:1-3). A las fatuas se les dijo: «Comprad para vosotras». Todo aquel que se salva debe tener una transacción personal con el Señor mismo. No se puede «comprar» para otra persona.

Entonces llegó ese momento feliz pero solemne en el que llegó el esposo, y «las preparadas entraron con él al banquete de bodas; y fue cerrada la puerta» (v. 10). Aquellas que fueron fatuas (insensatas) y no estaban preparadas cuando el esposo vino, se perdieron. Después vinieron y clamaron: «¡Señor, Señor, ábrenos!», ¡pero era demasiado tarde! (v. 11). Cinco veces encontramos la expresión en la Escritura: «Señor, Señor», y cada una de ellas se refiere a una profesión falsa y vacía (Mat. 7:21, 22; 25:11; Lucas 6:46; 13:25).

4.4 - Parábola III: Productividad en el tiempo de la ausencia de Cristo (Mateo 25:14-30)

Hemos visto la fidelidad en la primera parábola, y luego vimos la vigilancia en la segunda parábola; ahora veremos la productividad en el servicio en esta tercera parábola. Queremos ser fieles, vigilantes y productivos durante el tiempo de la ausencia de Cristo. La primera parábola nos presenta el servicio dentro de la Casa de Dios, mientras que esta parábola tiene que ver con el servicio fuera de la casa.

Esta parábola tiene que ver con el ejercicio de nuestro don en el tiempo de la ausencia del Señor. El «hombre que, al irse de viaje» sería el Señor mismo que ha salido de la escena a través de la muerte y ascensión al cielo (Hec. 1:9-11). Al partir, el hombre dio a uno «cinco talentos, a otro dos, y a otro uno; a cada cual conforme a su capacidad» (v. 15). Ellos debían negociar con los talentos durante la ausencia de su señor, y cuando él regresara, pediría cuentas de su trabajo.

Hay dos cosas aquí: «Capacidad» y «talentos». «Capacidad» es el poder intelectual natural que Dios nos da y que él forma en nuestras personalidades desde que nacimos. Dios en su providencia escoge y moldea a cada uno de nosotros de tal manera, incluso mucho antes de que seamos salvos.

Cuando somos salvos, se nos da un don espiritual por el Espíritu Santo para que podamos servir al Señor en el lugar que nos ha puesto. Los «talentos» hablan de estos dones espirituales. Puede ser un don para la evangelización, el pastoreo, o la enseñanza (Efe. 4:11), o tal vez algo menos distintivo, como el ayudar (1 Cor. 12:28) o mostrar misericordia (Rom. 12:8).

Vemos la sabiduría soberana del Maestro aquí al dar talentos que coinciden con las habilidades naturales del siervo. Por ejemplo, alguien que es naturalmente extrovertido, que le gusta estar con la gente y hablar, podría recibir el don de evangelista. No es probable que el Señor dé ese don a alguien que es naturalmente introvertido y carece de habilidades de comunicación.

Si vamos a 1 Pedro 4:10-11, veremos esta distinción de nuevo. «Cada cual ponga al servicio de los demás el don que ha recibido, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios. Si alguno habla, sea como oráculo de Dios; si alguno sirve, sea como por la fuerza que Dios da; para que en todo Dios sea glorificado por Jesucristo, a quien es la gloria y el dominio por los siglos de los siglos. Amén».

Menciono esto porque los cristianos de hoy en día no entienden lo que es el don, y lo confunden con la habilidad natural. Digamos, por ejemplo, alguien que es capaz de enviar un balón de fútbol a una milla. La gente le dirá: “¡Oh, ese es tu don!” Así que él se hace la idea de que está llamado a entrar en el fútbol profesional para servir al Señor. Tal vez algún otro cristiano es capaz de cantar o tocar música muy bien. La gente le dirá: “¡Ese es tu don, hermano!” Así que se le anima a entrar en el mundo del entretenimiento para seguir una carrera. El resultado de esto es que vemos a cristianos involucrados en todo tipo de esfuerzos, en los que no creo que el Señor los haya llamado. Tenemos cristianos en Hollywood; tenemos cristianos en el Super Bowl, etc. ¡Solo están ayudando al sistema mundano en su propósito de mantener a la gente distraída y entretenida mientras van camino al infierno (gehena)!

¿Cómo podría un músico cristiano prudente tocar en una banda que incita a la gente a pasar una noche bailando alegremente de camino al infierno (gehena)? Es algo increíble; ¡los verdaderos creyentes están siendo degradados a entretener al hombre mundano el cual va encaminado a una eternidad perdida! Me recuerda a Giezi, quien se mostró como un hombre codicioso y fue despedido de su servicio para el Señor (2 Reyes 5:20-27). ¡Le encontramos más tarde entreteniendo al rey impío con historias de las increíbles cosas que Eliseo había hecho! (2 Reyes 8:4-5) Esto está sucediendo hoy en día en el mundo cristiano, y es debido a la mala enseñanza, y quizás también a la voluntad propia y la búsqueda de gloria.

Los siervos fieles fueron, y cada cual «negoció» con sus talentos, y «ganaron» más (v. 16-17). Esto no quiere decir que si servimos al Señor con nuestro don obtendremos otro don, sino que nuestro don debe ser cultivado. Cuanto más ejercitemos nuestro don, más fuerte crecerá y más eficaces seremos en nuestro servicio.

Luego dice: «Después de mucho tiempo vino el señor de aquellos siervos». El «mucho tiempo» habla de todo el período de ausencia del Señor –el período de la Iglesia de unos 2.000 años. El regreso del amo, por supuesto, hablaría de la venida del Señor –el Arrebatamiento. Entonces reunió a los siervos y les pidió cuentas. Esto habla del tribunal de Cristo cuando nuestras vidas y servicio sean evaluados, y seremos recompensados en consecuencia (Rom. 14:10; 1 Cor. 3:12-15; 4:5; 2 Cor. 5:10). La gran cosa que hay que ver aquí es que el Señor no recompensa según el don. Eso no sería justo, ya que algunos recibieron más talentos que otros desde el principio. Son recompensados de acuerdo con su disposición y diligencia para usar lo que fue puesto en sus manos. Si multiplicaban lo que recibieron, eran recompensados en consecuencia. Cada uno de los que trabajaron de acuerdo con la habilidad que el Señor les dio, recibió su reconocimiento: «¡Muy bien, siervo bueno y fiel! En lo que es poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor» (v. 21-23).

El hombre que «escondió» su talento en la tierra representa a un simple profeso del cristianismo. Podemos ver que no fue salvo, porque fue arrojado a las «tinieblas de afuera» (v. 30). Algunos tienen dificultad con este pasaje dado que al siervo solo se le había dado un talento (un don). Pero la verdad es que Dios da ciertas manifestaciones externas del Espíritu a todos los que están en la Casa de Dios, sean salvos o no. En ese sentido, a todos los que están en la Casa de Dios se les ha dado un don. Recuerden que el Espíritu de Dios hoy en día habita, no solo en los creyentes, sino también entre ellos (Juan 14:17; Hec. 2:1-4). El Espíritu de Dios está en la Casa de Dios donde hay una mezcla de creyentes e incrédulos; y los simples profesos que están allí participan del Espíritu de Dios de manera externa (Hebr. 6:4).

En Mateo 7:21-23, el Señor dio un ejemplo de alguien que tenía un don, pero no era salvo. Judas también es un ejemplo (Hec. 1:17). Predicó, expulsó demonios y sanó a la gente, pero era un perdido (Juan 6:70; Hec. 1:25). El amo de la casa responsabiliza a estas personas porque han tomado el terreno de ser siervos por profesión, y se les considera como tales, aunque no sean salvos. ¡El mayor juicio pertenecerá a aquellos que han tenido el mayor grado de luz y privilegio, pero no han respondido a él! (Lucas 12:47-48).

5 - Parte III

5.1 - La venida del Señor en relación con las naciones gentiles

Como se mencionó al principio, esta última parte del discurso del Señor en el monte de los Olivos retoma su venida (la Aparición) en relación con las naciones gentiles (Mat. 25:31-46).

Lo primero que hay que destacar aquí, es que el Señor habla de sí mismo como «el Hijo del hombre» otra vez. Esto nos dice que no está hablando de la Iglesia, porque nunca toma ese título en relación con la Iglesia. Son las naciones gentiles restantes de la tierra a quienes vemos aquí. Además, es importante ver que lo que ocurre aquí tendrá lugar después de que el Señor aparezca. La traducción adecuada del versículo debería ser: «Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria» (v. 31 –traducción de J. N. Darby), lo que indica que esto es después de que el Señor haya regresado. El hecho de que aquí se le llame «el Rey», también indica que el Señor ha vuelto a la tierra y el reino está a punto de ser establecido (v. 34, 40).

5.2 - El juicio de sesiones

El juicio que estamos a punto de ver es la última fase del juicio de los «vivos» (2 Tim. 4:1; 1 Pe. 4:5). El juicio de los vivos es un término general que abarca tres juicios del Señor. Estos son: el juicio de la Siega, el juicio del Lagar (Vendimia), y los juicios de Sesiones. El juicio de la Siega, que ya hemos visto, es un juicio de separación que ocurrirá cuando el Señor aparezca por primera vez y envíe a sus ángeles para sacar a los impíos del reino de los cielos –la parte occidental de la tierra (la tierra profética). Así como un agricultor en el tiempo de la cosecha separa el trigo de la paja, el Señor usará a sus ángeles para ejecutar el juicio de esta manera (Mat. 13:38-43; 13:49-50; 24:37-41). Luego está el juicio del Lagar, que no se menciona en este discurso. Tiene que ver con el juicio del Señor sobre los ejércitos de Gog (Ez. 38–39; Is. 33–34, 63:1-6; Apoc. 14:17-20). No hay separación ni discriminación en este juicio, ya que todos son juzgados juntos, al igual que las uvas son pisoteadas indiscriminadamente en un lagar. Por último, cuando todos los enemigos hostiles ya no existan en la tierra, el Señor «se sentará sobre el trono de su gloria» y con calma ejecutará este solemne juicio de Sesiones.

Dice: «Serán reunidas ante él todas las naciones; y él apartara a los unos de los otros, como el pastor aparta las ovejas de las cabras» (v. 32). Cuando el Señor dice «todas las naciones», se refiere a todas las naciones que quedan en la tierra después de ejecutar los juicios anteriores. Tal vez podríamos llamarlas naciones del tercer mundo. No podría referirse a las naciones cristianizadas en la parte occidental de la tierra, porque ya han sido juzgadas. Las naciones que están reunidas aquí son mucho menos responsables que los dos grupos anteriores, porque no han tenido la luz de la verdad que las otras han tenido. Sin embargo, siguen siendo responsables y se reunirán ante el «trono de su gloria» del Señor para ser juzgados.

Esto se ha confundido a menudo con el juicio del gran Trono Blanco en Apocalipsis 20. Sin embargo, una mirada más cercana mostrará que este no es el mismo juicio. Este es un juicio de personas vivas (naciones); el gran Trono Blanco es un juicio de personas que han muerto. Este juicio tiene lugar antes del Milenio; el gran Trono Blanco es después del Milenio. Además, este juicio tiene dos clases de personas que son juzgadas: los justos («las ovejas»), y los impíos («las cabras»); mientras que el juicio del gran Trono Blanco solo tiene una clase de personas: las impías. No habrá personas justas que hayan sido resucitadas ahí, porque todas ellas habrán sido resucitadas unos 1.000 años antes.

En este juicio, se permitirá entrar en el reino de Cristo en la tierra a aquellos que hayan sido benévolos con los mensajeros judíos («mis hermanos») que hayan predicado el evangelio del Reino en su país durante el período de tribulación de siete años (v. 34). Cabe mencionar que las bendiciones terrenales para Israel y para las naciones gentiles que poblarán el mundo milenario son «desde la fundación del mundo» (Mat. 13:35; 25:34; Hec. 3:21). Sin embargo, las bendiciones de la Iglesia, cuyo destino es celestial, son «antes de la fundación del mundo» (Efe. 1:4).

Aquellos que mostraron enemistad hacia los mensajeros judíos serán separados como «cabras» y enviados al lago de fuego (v. 41, 46). Esto significa que su nación será eliminada completamente de la faz de la tierra. Yo antes pensaba que una de las naciones que se separará en este momento es Edom, porque la Escritura nos dice que serán aniquilados de la faz de la tierra (Abdías 17-21). Pero Edom es una nación en la tierra profética que habrá sido juzgada antes de esto. Habrán desaparecido antes de que este juicio ocurra.

El juicio de Edom se llevará a cabo en tres fases. Primero, serán engañados por su propia confederación bajo el Rey del norte y su tierra será atacada y saqueada; muchos caerán en ese momento (Abdías 1-14). Un poco más tarde, después de que el Señor aparezca, él irá a la tierra de Edom para ejecutar el juicio del Lagar y destruirá a los ejércitos confederados de Gog que se hayan reunido allí (Abdías 15-16; Is. 34:1-10; 63:1-6); muchos más edomitas caerán en ese momento. El tercer y último ataque vendrá de los ejércitos del Israel restaurado que saldrán a esa tierra, y a los otros países de alrededor, para aniquilar a los que queden (Abdías 17-21; Núm. 24:1-19; Sal. 18:34-48; 108:7-13; Is. 11:14; Miq. 4:13; Ez. 39:10; Zac. 10:3-5; 12:6; 14:14).

El criterio con el que se juzga a las naciones aquí no se basa en que si han recibido el Evangelio de la Gracia de Dios (Hec. 20:24), ni tampoco en que si han recibido al Mesías de Israel con fe. Se les juzga simplemente en base al hecho de que hayan sido benévolos con los mensajeros judíos quienes salieron a todas las naciones a predicar el Evangelio del Reino (Mat. 24:14). El simple criterio de que si fueron hostiles o benévolos hacia los mensajeros judíos es todo lo que se considera en este tiempo. Algunos «rendirán una obediencia fingida» y se les permitirá entrar en el reino de Cristo (Deut. 33:29; margen de la traducción King James en inglés de los Salmos 18:44; 66:3 y 81:15; también traducido como “temblando de miedo” en la traducción de J. N. Darby). ¡Qué Dios tan misericordioso tenemos! (Hab. 3:2) La misericordia del rey David sobre Simei es figura de esto (2 Sam. 19:16-23).

Después de que el reino de Cristo sea establecido, habrá un juicio continuo de personas cada «mañana» a lo largo del Milenio (Sal. 101:3-8 –traducción de J. N. Darby; Sof. 3:5; Zac. 5:1-4). Aquellos que han fingido obediencia serán probados durante el Milenio y se manifestarán como impíos, y serán juzgados. El salmista lamenta este triste resultado, diciendo: «Los que aborrecen a Jehová se le habrían sometido, y el tiempo de ellos sería para siempre. Les sustentaría Dios con lo mejor del trigo, y con miel de la peña les saciaría» (Sal. 81:15-16). «Para siempre» es un término que en el Antiguo Testamento significa “mientras el tiempo siga pasando”; no es la eternidad. El juicio de Salomón sobre Simei es figura de esto. Después de que David le permitiera vivir en el reino, fue probado más tarde bajo el reinado de Salomón, y se demostró que Simei era malvado, por lo que fue juzgado (1 Reyes 2:36-46).

Algunos tienen dificultad con esto, porque a los que se les permite entrar en el reino se les llama «justos» y van «a la vida eterna» (v. 46). Esto suena como si todos tuvieran fe. Sin embargo, la «vida eterna» en el sentido que se usa aquí es vivir en la tierra por tanto que el tiempo siga pasando. El Antiguo Testamento y los evangelios sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas) ven la vida eterna de esta manera (Sal. 133:3; Dan. 12:2; Mat. 19:16, etc.). La vida eterna en el sentido cristiano, que se encuentra en el evangelio según Juan y en las epístolas, es completamente diferente (Juan 17:3; Rom. 6:23, etc.).

Aunque el juicio aquí es el juicio a las naciones gentiles, los resultados son individuales (v. 41, 46). Cada persona que pasa a una eternidad perdida sufrirá las consecuencias de sus propios pecados.

5.3 - Tres destinos para la humanidad

Hay tres lugares (o destinos) distintos para los hombres, y cada uno está preparado por el Señor. Primero, el Señor ha ido a «preparar» un lugar en la Casa del Padre para los santos celestiales (Juan 14:3); y luego, los santos terrenales heredarán el reino en la tierra, que ha sido «preparado» para ellos (Mat. 25:34). Por último, está el lago de fuego que ha sido «preparado» para el diablo y sus ángeles (Mat. 25:41). Vemos a partir de esta última referencia que no es la intención de Dios que ningún hombre, mujer o joven termine en el lago de fuego. Fue preparado para «el diablo y sus ángeles», pero es triste decir que muchos humanos tendrán su final allí porque han rechazado todo acto de gracia hacia ellos.


En este discurso del monte de los Olivos, el Señor nos ha dado un esquema comprensivo de su venida en conexión con los tres sectores responsables en la tierra: Israel, la cristiandad y los gentiles. Después de esto, el Milenio será introducido, y el Señor Jesucristo reinará en justicia «sobre toda la tierra» (Zac. 14:9; Sal. 72:8).