Perturbar al pueblo de Dios

1 de septiembre de 2020

«Hay algunos que os perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo» (Gálatas 1:7).

Falsos maestros se encontraban en ese momento en Galacia. Buscaban a distorsionar la buena noticia, el Evangelio. Aunque todavía no habían tenido éxito, estaban perturbando a los cristianos de Galacia. Si tenemos verdadera fe en Cristo, nunca tenemos que preocuparnos. Las tormentas de la vida pueden golpearnos, los instrumentos del enemigo pueden traer sus falsas enseñanzas, pero a través de todo esto, si nuestros ojos se dirigen a Cristo, no estaremos perturbados.

Es algo terrible perturbar al pueblo de Dios. Los creyentes son como un rebaño de ovejas, que se alimentan en los buenos pastos de la Palabra de Dios. Pero desgraciadamente, muchos hoy en día están perturbando a las ovejas en lugar de alimentarlas. Algunos pasan por buenos pastores del rebaño de Dios, pero muy a menudo predican la Ley, como los falsos maestros de Galacia, en lugar de alimentar a las ovejas de «la verdadera gracia de Dios» (1 Pe. 5:12). Muchos otros no predicarían los diez mandamientos, ni para la salvación ni como regla de vida, sino que continuamente dicen a los hijos de Dios: «¡No tomes, no gustes, no toques!» (Col. 2:21). No debéis hacer esto; no debéis hacer aquello. El principio es el mismo. Es la Ley en lugar de la gracia; esto perturba al rebaño y no lo alimenta. Sean cuales sean, los que perturban a las ovejas de Dios tendrán que soportar el juicio de Dios, porque es la obra del Enemigo la que están haciendo.

Estos enemigos del verdadero Evangelio en Galacia querían deformar, derribar y desnaturalizar el significado de la verdadera buena nueva que Dios ha enviado. Si alguien me dice que debo cumplir la Ley para ser salvo, o como regla de vida, no es una buena noticia. Es justo lo contrario. Es una noticia muy mala, porque nunca podré cumplir la Ley, y por lo tanto debo perecer. Tal era el mal trabajo que estos falsos maestros hacían entre las iglesias de Galacia. Estaban pervirtiendo la buena noticia, el Evangelio.

G.C. Willis


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