El fruto del Espíritu es amor.
El fruto del Espíritu es un modelo bíblico para el matrimonio. Cuanto más progresen los esposos en la manifestación de este fruto del Espíritu, más fuerte y hermosa será su unión.
Amor. Dios no amó al mundo con el objetivo de recibir amor a cambio –en lugar de eso, Dios dio: “De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito” (Jn. 3:16). Si mostramos amor con el propósito de recibir amor a cambio, entonces eso no es amor, ni es la forma en que Dios nos ha amado. El egoísmo y la indiferencia son los dos problemas más comunes en el matrimonio:
(1) Un cónyuge está enamorado de sí mismo.
(2) Un cónyuge es indiferente.
Marido, ¿ama a su esposa? Esposa, ¿ama a su marido? ¿Aman a su cónyuge hasta el punto de estar dispuestos a sacrificarse por él, como Cristo amó a la Iglesia y se dio a sí mismo por ella? (Ef. 5:25). ¿Están dispuestos a renunciar a algunos o a todos sus intereses, tiempo, amigos, actividades favoritas y/o placeres para darle a su cónyuge el mayor placer y felicidad? ¿Ha intentado alguna vez averiguar qué es lo que hace feliz a su cónyuge? Si sabe que a su esposa no le gusta cierta actividad, ¿estaría dispuesto a renunciar a ella total o parcialmente para complacerla? Pero, se preguntará: «¿Y qué si soy el único que da?» –En primer lugar, tiene que estar más atento al poco amor que le muestra su cónyuge, y demostrarle que lo aprecia. Sin embargo, incluso si esto no produce una reacción, todavía puede tener el glorioso privilegio de amar y dar como lo hizo Cristo: ¡él murió por los impíos y por sus enemigos (Ro. 5:6-10)! “No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos” (Gá. 6:9). Sin duda alguna, Dios tiene recompensas especiales para quienes dan constantemente sin recibir nada a cambio.
P. L. Canner