El Señor Está Cerca

Lunes
13
Noviembre

No fiéis en palabras de mentira, diciendo: Templo de Jehová, templo de Jehová, templo de Jehová es este.

(Jeremías 7:4)

¿En quién confiar?

Dios le había dado a Jeremías una tarea muy difícil pero necesaria. Debía ponerse a la entrada de la casa de Jehová e predicar el arrepentimiento al pueblo de Israel (vv. 1-3). Los caldeos estaban en camino y un juicio inminente amenazaba a la ciudad. Jeremías también les advirtió que no confiaran en las mentiras que se decían con respecto al templo. Los líderes religiosos decían que Dios nunca permitiría la destrucción de la ciudad que albergaba su templo. Lo que realmente estaban diciendo era: confíen en el templo, no confíen en el Dios de Jeremías.

Jeremías entonces hizo referencia a un acontecimiento histórico para mostrarles que estaban totalmente equivocados al pensar que la presencia del templo los iba a salvar del desastre. “Andad ahora a mi lugar en Silo, donde hice morar mi nombre al principio, y ved lo que le hice por la maldad de mi pueblo Israel” (v. 12). El Señor había destruido Silo en los días de Samuel, aunque el tabernáculo estaba allí y el Señor había puesto su nombre en ese lugar (1 S. 4:12-22). Los israelitas, moralmente corruptos e idólatras, habían llegado a utilizar el arca del pacto como un talismán o amuleto de buena suerte cuando se enfrentaron a los filisteos, pero fue en vano (1 S. 4:4-5; Sal. 78:58-60).

Además, en la época de Jeremías, el pueblo adoraba a “la reina del cielo” y sacrificaban a sus hijos a los demonios (vv. 18, 31), mientras que al mismo tiempo afirmaban tener la protección de Dios, ¡ya que eran los guardadores de la casa de Dios! El arca no los había salvado en el pasado, y el templo no los salvaría ahora. Hay un dicho muy conocido que dice: «Quien no aprende de los errores del pasado está condenado a repetirlos». Jerusalén caería igual que Silo. ¿Y qué hay de la Iglesia en nuestros días? Si confiamos en rituales, tradiciones o doctrinas cristianas, pensando que Dios hará la vista gorda a nuestro amor al mundo y a nuestros pecados no juzgados, ¿no estamos también confiando en una mentira?

Brian Reynolds

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