Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor. Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido.
Estas cosas os escribimos, para que vuestro gozo sea cumplido.
Hay plenitud de gozo en cada una de las palabras que el Señor Jesús pronunció y en todo lo que nos revela en su Palabra. El fundamento de este gozo es magnífico, pues como les dijo el Señor a sus discípulos, se trata de su gozo: “Para que mi gozo esté en vosotros”. ¿Qué es este gozo? La respuesta se nos presenta claramente en la Escritura: “El hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado” (Sal. 40:8). El Señor se gozaba en poder hacer la voluntad del Padre, y este gozo no cambió ni disminuyó, sino que siempre se mantuvo pleno y completo. Su Palabra nos es dada para que tengamos el mismo gozo que tuvo él y para que nuestro gozo sea completo. Así será si aceptamos su Palabra y nos sometemos a ella en obediencia al Padre. Por ejemplo, experimentaremos mucho más gozo cuando hagamos lo bueno para beneficiar a los demás que al acumular tesoros para nosotros mismos (véase Hch. 20:35). Sin embargo, cuando honramos a Dios en nuestra vida diaria, en obediencia a su preciosa Palabra, entonces recibiremos una bendición aún mayor. Hacer lo bueno a otros puede darnos mucho gozo, pero honrar a Dios trae un gozo pleno, un gozo completo.
Sin embargo, deleitarse en hacer la voluntad de Dios también implica disfrutar verdaderamente cuando somos de bendición para los demás. Por eso Gálatas 6:9-10 nos dice: “No nos cansemos, pues, de hacer bien… según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe”. Son muchos los necesitados, y si, por la fe en el Dios vivo, les hacemos el bien, comprendiendo que tenemos una responsabilidad especial hacia los creyentes, experimentaremos gran gozo. Si les ayudamos por amor a Dios, eso les dará gozo, y nosotros estaremos llenos del gozo del Señor por haber obedecido a su Palabra.
L. M. Grant