El Señor Está Cerca

Día del Señor
20
Agosto

Envió desde lo alto; me tomó, me sacó de las muchas aguas. Me libró de mi poderoso enemigo, y de los que me aborrecían; pues eran más fuertes que yo. Me asaltaron en el día de mi quebranto, mas Jehová fue mi apoyo.

(Salmo 18:16-18)

Resurrección y victoria

Este salmo presenta al Señor Jesús bajo las profundas aguas del sufrimiento y la muerte en el Calvario, rodeado de enemigos que no conocían la razón de su sumisión que lo llevó a tal muerte. Por lo tanto, mientras se unían para burlarse de él y despreciarlo, ellos no tuvieron en cuenta el maravilloso sacrificio que él estaba realizando en ese mismo momento.

Ese día, Satanás y los hombres unieron cruelmente todas sus fuerzas en oposición a él. Y más que eso, Dios, en su absoluta justicia, lo desamparó para que sufriera en solitaria agonía, cargando sobre él el pecado y la culpa de los pecados de muchos. Pero, al mismo tiempo, el corazón del Padre se deleitó en este sacrificio perfecto, amándolo por poner su vida.

Cuando todo se cumplió, el enemigo se regocijó en su victoria, y los hombres sellaron la tumba para que su victoria fuera lo más segura posible. Pero se habían olvidado de Dios. Cristo fue crucificado en debilidad (2 Co. 13:4), y sus enemigos, en su orgullo carnal, pensaron que habían triunfado. Pero Dios intervino desde arriba: lo “sacó de las muchas aguas” y lo “libró” de su “poderoso enemigo”. Entonces el poder del hombre se convirtió en una evidente debilidad. Los soldados de la tumba estaban aterrorizados y sin fuerzas. Al conocer esta noticia, los gobernantes se escandalizaron y se asustaron; recurrieron a burdas mentiras para protegerse. Dios resucitó a su Hijo de entre los muertos. ¡El Varón de dolores ahora era el Vencedor! No queda duda: toda rodilla se doblará y toda lengua confesará que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre. Si los enemigos tiemblan, los creyentes se alegran y rinden sincera adoración al Padre y al Hijo.

L. M. Grant

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