El Señor Está Cerca

Viernes
9
Diciembre

Ellos le respondieron: Calla, pon la mano sobre tu boca, y vente con nosotros, para que seas nuestro padre y sacerdote. ¿Es mejor que seas tú sacerdote en casa de un solo hombre, que de una tribu y familia de Israel? Y se alegró el corazón del sacerdote, el cual tomó el efod y los terafines y la imagen, y se fue en medio del pueblo. Y ellos se volvieron y partieron.

(Jueces 18:19-21)

Los jueces de Israel (34) Confusión religiosa (C) Una publicidad sacerdotal

Seiscientos hombres armados de la tribu de Dan, junto con sus familias, se detuvieron en la casa de Micaía cuando se dirigían a conquistar una tierra para su tribu. Como ya sabían de los ídolos y el efod de Micaía, algunos de ellos entraron a su casa y se llevaron estas cosas ante la contemplación del sacerdote. Cuando él les preguntó qué estaban haciendo, su respuesta consistió en invitarlo a irse con ellos y ser sacerdote de su tribu en lugar de serlo solo para la familia de Micaía. Feliz por la propuesta, aceptó la invitación y se fue con ellos.

¡Qué golpe debió ser para Micaía! Él reunió algunos vecinos y comenzó a seguir a los hombres de Dan, quejándose de que le habían quitado los dioses que había hecho y a su sacerdote –¿qué quedaba para él? Los danitas le dijeron que se calmara, amenazándolo de muerte a él y a quienes lo acompañaron.

En la actualidad, muchos líderes religiosos siguen el ejemplo del joven levita, a quien Micaía había hecho su sacerdote. Independientemente de las directivas y los ejemplos que Dios ha dado en su Palabra, los hombres siguen estableciendo sus propias religiones, y ordenan y contratan a sus propios líderes religiosos. Tales líderes están dispuestos a aceptar «llamados» que, humanamente hablando, son ascensos a posiciones de mayores oportunidades y sueldos más elevados. ¡Oh, que podamos seguir a nuestro gran Ejemplo, el Señor Jesucristo! Él se humilló a sí mismo, tomando forma de siervo, y jamás buscó su propio bienestar. Su vida fue una vida de obediencia a la voluntad de Dios –una vida que complació y glorificó plenamente a Dios.

Eugene P. Vedder, Jr.

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