Ellos le respondieron: Calla, pon la mano sobre tu boca, y vente con nosotros, para que seas nuestro padre y sacerdote. ¿Es mejor que seas tú sacerdote en casa de un solo hombre, que de una tribu y familia de Israel? Y se alegró el corazón del sacerdote, el cual tomó el efod y los terafines y la imagen, y se fue en medio del pueblo. Y ellos se volvieron y partieron.
Seiscientos hombres armados de la tribu de Dan, junto con sus familias, se detuvieron en la casa de Micaía cuando se dirigían a conquistar una tierra para su tribu. Como ya sabían de los ídolos y el efod de Micaía, algunos de ellos entraron a su casa y se llevaron estas cosas ante la contemplación del sacerdote. Cuando él les preguntó qué estaban haciendo, su respuesta consistió en invitarlo a irse con ellos y ser sacerdote de su tribu en lugar de serlo solo para la familia de Micaía. Feliz por la propuesta, aceptó la invitación y se fue con ellos.
¡Qué golpe debió ser para Micaía! Él reunió algunos vecinos y comenzó a seguir a los hombres de Dan, quejándose de que le habían quitado los dioses que había hecho y a su sacerdote –¿qué quedaba para él? Los danitas le dijeron que se calmara, amenazándolo de muerte a él y a quienes lo acompañaron.
En la actualidad, muchos líderes religiosos siguen el ejemplo del joven levita, a quien Micaía había hecho su sacerdote. Independientemente de las directivas y los ejemplos que Dios ha dado en su Palabra, los hombres siguen estableciendo sus propias religiones, y ordenan y contratan a sus propios líderes religiosos. Tales líderes están dispuestos a aceptar «llamados» que, humanamente hablando, son ascensos a posiciones de mayores oportunidades y sueldos más elevados. ¡Oh, que podamos seguir a nuestro gran Ejemplo, el Señor Jesucristo! Él se humilló a sí mismo, tomando forma de siervo, y jamás buscó su propio bienestar. Su vida fue una vida de obediencia a la voluntad de Dios –una vida que complació y glorificó plenamente a Dios.
Eugene P. Vedder, Jr.