Me mostrarás la senda de la vida; en tu presencia hay plenitud de gozo; delicias a tu diestra para siempre
Nuestra vida como creyentes se vive en vistas de la gloria a la cual vamos. Cada paso tiene un propósito determinado. «La senda de la vida» nos lleva a la presencia del Señor, donde hay plenitud de gozo y delicias para siempre. Toda la oposición que el Señor Jesús tuvo que afrontar, la soportó en vistas de la gloria que había delante de Él. «Jesús… el cual por el gozo puesto delante de Él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios» (He. 12:2). Mientras que, para nosotros, la exhortación es: «Considerad a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo, para que vuestro ánimo no se canse hasta desmayar» (Hebr. 12:3).
A menudo nos desmoronamos ante las contradicciones y los insultos. Nos cansamos y desmayamos ante la presencia de una prueba larga y agotadora debido a que perdemos de vista la gloria al final del camino. Con frecuencia devolvemos mal por mal en lugar de soportar tranquilamente los insultos y la vergüenza. Podemos tratar de justificar nuestras duras palabras y acciones apresuradas, pero esta es la prueba a la que debemos someter todo lo que hacemos y decimos: ¿Jesús habría actuado como nosotros y hablado como nosotros? Recordemos que la gracia que le permitió al Señor caminar por la senda de la vida también está disponible para nosotros. Desde su lugar en la gloria, Él aún sirve como nuestro Gran Sumo Sacerdote, con el propósito de simpatizar con nosotros y sustentarnos mientras buscamos seguir la senda que Él ha marcado.
Tal fue el encanto de Cristo mientras recorría la senda de la vida y vivía delante de Dios en toda la belleza de aquel camino. Su vida fue una vida de dependencia de la mano poderosa del Padre; de confianza en el corazón amoroso del Padre; y de sujeción a la voluntad del Padre. Busquemos vivir una vida conducida por Él; una vida que tenga a Cristo como único objeto. Esta es una vida de gozo y felicidad silenciosos, la cual culmina en la presencia del Señor, donde hay plenitud de gozo y delicias para siempre.
Hamilton Smith