No multipliquéis palabras de grandeza y altanería; cesen las palabras arrogantes de vuestra boca; porque el Dios de todo saber es Jehová, y a Él toca el pesar las acciones.
Es sorprendente lo comunicativos que somos fuera de la presencia de Dios y lo callados que permanecemos cuando estamos delante de Él. Continuamente hallamos personas hablando acerca de lo que han hecho, qué pretenden hacer, etc. A veces hablan de lo que otros no hacen o hacen mal. Pero cuando entramos a la presencia de Dios, no pensaremos mucho en nosotros mismos.
¿Por qué hablaremos con orgullo o arrogancia? «Porque el Dios de todo saber es Jehová». Él sabe lo que nos impulsa a hablar; lo sabe todo al respecto. Es muy solemne comprender que Él me conoce por completo. «Oh Señor, Tú me has escudriñado y conocido. Tú conoces mi sentarme y mi levantarme; desde lejos comprendes mis pensamientos… Aun antes de que haya palabra en mi boca, oh Señor, Tú ya la sabes toda» (Sal. 139:1-4 NBLA). Él es Dios de todo saber, y Él pesa las acciones. Dios realiza dos acciones con el hombre; Él lo pesa y lo mide.
¿Qué dice cuándo mide al hombre? «Todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios» (Rom. 3:23). A veces las personas piensan: «Si tuviera que presentarme delante de Dios, podría resistirlo». Pero es fácil decirlo cuando estás lejos de Él, pero ¿qué hay con ser pesado? Consideremos el Salmo 62:9 (un versículo precioso para aquellos que conocen la gracia, y muy escrutador para quienes no la conocen): «Por cierto, vanidad son los hijos de los hombres, mentira los hijos de varón; pesándolos a todos igualmente en la balanza, serán menos que nada. Recordemos al menos esto: «Porque el Dios de todo saber es Jehová, y a Él toca el pesar las acciones».
F. C. Blount
"¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia?
Si subiere a los cielos, allí estás tú; y si en el Seol hiciere mi estrado, he aquí, allí tú estás. si tomare las alas del alba y habitare en el extremo del mar, Aun allí me guiará tu mano, y me asirá tu diestra." Salmo 139:7-8