UNGIR

A - Verbo

Mashaj (4886, מָשַַח), «ungir, untar, consagrar». Este es un verbo común, tanto en hebreo antiguo como moderno, que también se encuentra en antiguo ugarítico. Aparece unas 70 veces en el Antiguo Testamento hebraico.

La primera vez que aparece el verbo en el Antiguo Testamento es en Gén. 31:13: «Donde tú ungiste la piedra, y donde me hiciste un voto». Ese es un caso de ungir algún objeto o a alguna persona como un acto de consagración. No obstante, el significado básico del término es simplemente «untar» algún objeto con alguna sustancia. Por lo general, se trata de aceite, pero también se «untaba» con otras sustancias como, por ejemplo, pintura o tinte (cf. Jer. 22:14). La expresión «ungid el escudo» en Isa. 21:5, en el contexto en que se usa, tal vez tenga más que ver con lubricarlo que consagrarlo. Las «tortas sin levadura… untadas en aceite» (Éx. 29:2 BJ) equivale básicamente a nuestro pan con mantequilla.

El uso más común de mashaj en el Antiguo Testamento tiene que ver con «ungir» con el fin de apartar a alguna persona u objeto para algún ministerio o función. Eliseo fue «ungido» para ser profeta (1 Reyes 19:16). Más típicamente, los reyes se «ungían» para su oficio (1 Sam. 16:12; 1 Reyes 1:39). Se consagraban los recipientes que se usaban en el culto en el santuario (tabernáculo o templo), «ungiéndolos» con aceite (Éx. 29:36; 30:26; 40:9-10). Es más, encontramos la receta para hacer el aceite de la «unción» en Éx. 30:22-25.

B - Nombre

Mashiaj (4899, משִיחַ), «ungido». Mashiaj es importante tanto en el pensamiento del Antiguo como del Nuevo Testamento, del cual se deriva el término messiah. Como ocurre con el verbo, mashiaj implica la unción para un oficio o función especial. Por eso David rehusó hacerle daño a Saúl porque este era «el ungido de Jehová» (1 Sam. 24:6). A menudo los salmos expresan los ideales mesiánicos correspondientes a la línea davídica mediante el uso de la frase «su ungido [de Jehová]» (Sal. 2:2; 18:50; 89:38, 51).

Bastante interesante resulta que a la única persona que se le llamó «mesías» (traducido «ungido en RVR) en el Antiguo Testamento fue a Ciro, rey pagano de Persia, a quien Dios encomendó la tarea de restaurar a Judá a su patria después del cautiverio (Isa. 45:1). En este caso, la unción fue más metafórica que literal, puesto que Ciro no estaba al tanto de su consagración para este propósito divino.

Cristo, el título neotestamentario, se deriva del griego Xristos (Jristos) que es el equivalente exacto del hebreo massiaj, pues también tiene el significado básico de «untar con aceite». Por tanto, el título Cristo enfatiza la unción especial de Jesús de Nazaret para el cumplimiento de su misión como el escogido de Dios.

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