CIELOS

Shamayim (8064, שָמיִִם), «cielos; cielo, bóveda celeste». Este vocablo semítico muy generalizado se encuentra en lenguajes tales como ugarítico, acádico, arameo y arábigo. Se halla 420 veces durante todos los períodos del hebreo bíblico.

Primero, shamayim es la palabra hebrea corriente para la «bóveda celeste» y el «ámbito celeste» donde vuelan las aves. Dios prohíbe a Israel hacer «semejanza de cualquier figura… ni en forma de cualquier animal que esté en la tierra, ni en forma de cualquier ave alada que vuele en los cielos» (Deut. 4:17 RVA). Cuando los cabellos de Absalón se enredaron en las ramas de un árbol, quedó suspendido entre «cielo» y tierra (2 Sam. 18:9). Este ámbito, por encima de la tierra pero debajo de los cuerpos celestes, es a menudo lugar de visiones: «David alzó sus ojos y vio al ángel de Jehová que estaba entre el cielo y la tierra, con una espada desenvainada en su mano, extendida sobre Jerusalén» (1 Cr. 21:16).

Segundo, el término representa un ámbito aun más alejado de la superficie terrestre. De aquí es de donde provienen fenómenos como la escarcha (Job 38:29), la nieve (Isa. 55:10), el fuego (Gén. 19:24), el polvo (Deut. 28:24), el granizo (Jos. 10:11) y la lluvia: «Fueron cerradas las fuentes del océano y las ventanas de los cielos, y se detuvo la lluvia de los cielos» (Gén. 8:2). Este es el depósito de Dios; Él es el que administra los recursos y es Señor de este ámbito (Deut. 28:12). Este significado de shamayim aparece en Gén. 1:7-8: «E hizo Dios la bóveda, y separó las aguas que están debajo de la bóveda, de las aguas que están sobre la bóveda. Y fue así. Dios llamó a la bóveda Cielos» (RVA).

Tercero, shamayim también representa el ámbito donde el sol, la luna y las estrellas se encuentran: «Entonces dijo Dios: Haya lumbreras en la bóveda del cielo para distinguir el día de la noche» (Gén. 1:14). Estas imágenes se repiten a menudo en la narración de la creación y en los pasajes poéticos. Es así que los «cielos» se extienden como una cortina (Sal. 104:2) o se plegan como un rollo de pergamino (Isa. 34:4 RVA).

Cuarto, la frase «cielo y tierra» puede referirse a toda la creación, como en el caso de Gén. 1:1: «En el principio creó Dios los cielos y la tierra».

Quinto, «el cielo» es la morada de Dios: «El que habita en los cielos se reirá, el Señor se burlará de ellos» (Sal. 2:4; cf. Deut. 4:39). Nótelo de nuevo en Deut. 26:15: «Mira desde tu santa morada, desde el cielo, y bendice a tu pueblo Israel». Otra expresión que representa la morada de Dios es «los cielos de los cielos», lo cual indica un absoluto, es decir, la morada de Dios es un ámbito tan incomparable que no se puede identificar con la creación física: «He aquí, de Jehová tu Dios son los cielos, y los cielos de los cielos, la tierra y todo lo que en ella hay» (Deut. 10:14).

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