Buen comienzo –¿todo bien?

Después de un buen comienzo –¡convertirse en fariseo!


person Autor: Manuel SEIBEL 3

flag Tema: Los peligros de la vida cristiana


Se puede tener un buen comienzo en la vida de fe –como Salomón, Joás y Gedeón. Y aún así, se puede decaer de él (o perderlo). Esto es lo que le ocurrió a todo un grupo de personas, a los fariseos.

1 - Al principio, el celo de la fe

¿Quién no querría un buen comienzo en la vida de fe? Habiendo aceptado al Señor Jesús como Salvador, se desea seguirlo fielmente y con convicción. El corazón arde por el Salvador personal al que se quiere dar una respuesta a su amor. Lo vemos en muchas personas en la Biblia. Joás, que fue rey a la edad de siete años, tenía un corazón apegado a Dios. Quería servirle. Y así lo hizo.

Pero, con el tiempo, este celo se puede enfriar. Si se lleva una vida en la que los valores no bíblicos de nuestra sociedad toman el control. Como en Demas, sobre el que leemos: «Demas… amando el presente mundo» (2 Tim. 4:10). Otro dará la impresión de que todo está en orden en él, sin embargo, ya no tiene una relación práctica con Dios.

2 - El comienzo del fariseo

Los fariseos son un ejemplo flagrante de este segundo grupo de personas. Su comienzo fue mucho mejor de lo que solemos suponer. Sus corazones estaban unidos a Dios y a su Palabra. No eran propensos, como los saduceos, a aceptar la dominación extranjera y colaborar con reyes idumeos, no judíos. Querían hacer volver el pueblo a la Ley. Hasta aquí, no hubo problema.

Después de solo unas pocas generaciones continuaban, es cierto, a guardar la Ley y los mandamientos, pero su propia tradición tenía al menos tanta autoridad para ellos como la Palabra de Dios. Pretendían, sobre todo, servir de modelo a los demás.

Por supuesto que debemos ser modelos para los demás. Y no solo cuando lleguemos a los 60 años. Pero, ¿queremos especialmente que nuestra conducta sea un ejemplo para la vida de los demás, o estamos dispuestos a dejarlos a su responsabilidad personal, hacia su Señor y el nuestro?

Hasta la época del Señor Jesús, los fariseos enseñaban algunas cosas buenas. De lo contrario, no podemos entender la orden de nuestro Señor:

«Todo lo que os digan, hacedlo y observadlo» (Mat. 23:3).

Esto incluye todo lo que tomaron de la Ley y enseñaban. Sin embargo, sus corazones estaban muy lejos del Señor Jesús.

3 - Características de los fariseos

Sus características particulares eran las siguientes:

Eran hipócritas, porque pretendían tener y vivir una relación con Dios que prácticamente no tenían. Nosotros también podríamos pretender, exteriormente, tener una vida espiritual. Tal vez asistimos a las reuniones domingo tras domingo, pero nuestra vida pertenece solo a nosotros y vivimos según nuestras propias ideas.

Estaban muy satisfechos de sí mismos. «Dios, te doy gracias porque no soy como los demás hombres, rapaces, injustos, adúlteros, ni siquiera como ese recaudador de impuestos» (Lucas 18:11). Nosotros también podemos estar muy satisfechos con nuestras vidas. ¿Quizás estás bautizado y participas en la Cena del Señor? Entonces puedes creer que todo está en orden. Pero cuando la vida diaria no está dirigida por el Señor Jesús, estas bendiciones externas no son suficientes. También puedes estar contento en la asamblea a la que asistes. Tal vez nos enorgullecemos del conocimiento de las Escrituras, del testimonio dado del conjunto o de ciertos dones. Es lo opuesto a la humildad que el Señor Jesús demostró (Mat. 11:29).

El orgullo y la autosatisfacción están estrechamente vinculados. Es lo que muestra la declaración del fariseo en Lucas 18. Con qué facilidad podemos despreciar a otros cristianos, pensando que tienen menos conocimiento o comprensión. ¿Es eso lo que cuenta, o es la fidelidad personal y colectiva a lo que hemos sido capaces de entender por la gracia del Señor?

Daban más importancia al aspecto exterior que al interior. «Os parecéis a sepulcros blanqueados, que a la verdad parecen hermosos por fuera, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia» (Mat. 23:27). Dios mira en el corazón (1 Sam. 16:7), pero no ignora el aspecto exterior. Este aspecto, sin embargo, el comportamiento (la conducta), es a menudo solo el espejo del interior. Es por eso que nuestra vida debe estar en sintonía desde el interior, y nuestras prioridades deben venir del corazón. Así nuestro exterior estará de acuerdo con nuestro interior. Quien quiera revertir este principio hará, en última instancia, prueba de hipocresía. Incluso puede parecer que todo está en orden desde el exterior, mientras que la oscuridad reina en el interior.

Decían que estaban del lado de Dios y, no obstante, llevaron a Cristo a la cruz. Así es como un cristiano puede proclamar que quiere seguir al Señor y defender sus intereses, cuando en realidad vive para sí mismo y es un obstáculo para que otros encuentren al Señor Jesús y le sirvan fielmente.

Daban la impresión de que ayudaban a las personas, pero en realidad eran insensibles y duros con ellas (Mat. 6:1-4). Encontramos esto en el relato de Juan 9, donde vemos a los fariseos siendo despiadados con el ciego al que el Señor Jesús le había dado la vista. ¿No podemos a veces pretender servir y enseñar a otros, cuando en realidad buscamos nuestra propia gloria y rechazamos a alguien que el Señor emplea para la bendición de una persona? Si nosotros mismos no somos el medio que el Señor emplea, se puede que reaccionemos muy fríamente.

Siempre querían tener razón, ser y permanecer como la autoridad suprema (Mat. 23:2). Por eso le negaban al Señor el honor que los niños querían darle (Mat. 21:15-16). Por eso trataban de atrapar al Señor Jesús en sus palabras (Mat. 22:15). ¿Es que le damos importancia a tener una influencia y a ser considerados, para poder corregir a los demás, pensando que nosotros mismos no tenemos nada que reprocharnos?

4 - Tener el fin a la vista

Los fariseos habían empezado bien. A los ojos de Dios, su camino había descendido abruptamente. Es mejor hacer como Jacob, quien, después de un comienzo difícil, caminó por la fe, un camino que nos lleva hacia arriba. Es triste seguir el camino de Salomón, de Gedeón y de Demas, que fue cuesta abajo. Tal camino no debe ser seguido por otras generaciones. Me puede ocurrir de un día para otro. Por eso no queremos imitar a los fariseos, sino seguir al Señor Jesús. Nos ha mostrado cómo debe vivir un cristiano. Nos da ejemplos en abundancia.

Publicado originalmente en alemán en la revista: «Folge mir nach», 2012