La obra en la casa de Dios y sus obreros

Esdras 3


person Autor: Sin mención del autor

flag Tema: La asamblea y los servicios

(Fuente autorizada: biblecentre.org)


Los libros de Esdras, Nehemías, Hageo y Zacarías están vinculados entre sí. En Esdras contemplamos el templo construido y la adoración restaurada; en Nehemías la reconstrucción del muro; Hageo expone el secreto del porqué es impedida dicha obra; en Zacarías aprendemos como la verdad de Dios fortalece el corazón del remanente.

La Verdad coloca a las personas de nuestros días ante la realidad de lo que sucede a su alrededor; es común ver cristianos abriendo las Escrituras y sorprendiéndose con la similitud que hay entre lo que están leyendo y todo lo que les rodea. ¡Y cuántas cosas hay por hacer para poner las cosas en orden! El remedio que propone Dios es empezar por uno mismo, por el «yo». En primer lugar, disponemos de la Palabra del Señor, y debemos rogar por una santa obediencia de lo que ya conocemos, incluso antes de pedir más conocimiento y poder. El objetivo es hacer aquello que, a pesar de nuestra debilidad, Dios nos enseña que es lo recto. En Filipenses 2:13, encontramos que «Dios es el que produce en vosotros tanto el querer como el hacer, por su buena voluntad»; si yo espero tener poder, antes de hacer su voluntad, estoy negando que él ya está trabajando en mí con su poder para efectuar el querer y el hacer.

Debemos caminar paso a paso con la luz que Dios da. Alguien puede decir: “Sí, cuando las puertas se abran o cuando el poder de Dios se manifieste, como lo fue para los judíos, entonces marcharemos, sin embargo, lo importante es obedecer, porque los judíos anduvieron en desobediencia incluso cuando tenían dichas cosas aseguradas, por lo cual Dios levantó enemigos para ejecutar su cautividad”. El judío podía decir: “Estaremos en esclavitud hasta que se terminen los años de la cautividad”. Pero no debe decir lo mismo el cristiano. Dios lo ha liberado en Cristo de toda cautividad. Si él se esclaviza por los deseos de la carne, los deseos de los ojos, o la vanagloria de la vida y Dios le da luz para que vea en qué situación está, la palabra destinada para él es: «Dejad de hacer lo malo; aprended a hacer el bien» (Is. 1:16-17).

En la Reforma la cuestión era (y lo es ahora también), “¿Debe ser obedecida la Palabra de Dios o no?, el Señor habló, ¿no obedeceremos?” Dios quiere ver nuestra obediencia a su Palabra según lo que hayamos aprendido de ella, y después será otorgado más conocimiento, porque “a todo aquel que tiene, le será dado, y tendrá abundancia” (Mat. 25:29).

Pero, en este punto, nos es necesario ver que a veces nuestra conducta vaya más allá de la fe. Y esto bien puede derribarnos. Una conducta recta aplicada a un objetivo equivocado sin duda fallará. En Esdras 3 están los judíos trabajando para Dios, y según la palabra escrita, porque lo que Moisés mandaba, ellos lo observaban (v. 2), y lo que David había hecho, ellos también se proponían hacerlo (v. 10). Pero fracasaron. Los adversarios de Judá vinieron y detuvieron la obra (cap. 4). Mirando las apariencias, hubiéramos dicho, “Están obedeciendo”. Pero el ojo de Dios lo escudriña todo. Había autocomplacencia y un corazón corrupto. Hageo nos da la clave, el corazón no estaba depurado. ¿Para qué están estos adversarios? El remanente había escapado, entró en la tierra y comenzó a construir, ¿por qué no podían continuar? En esta ocasión Dios usaba a los enemigos de Judá para enseñarles la causa de su fracaso. Las circunstancias pueden mostrar la causa del fracaso, pero constantemente se confunde causa con circunstancia. La causa del fracaso de la obra no estaba en los enemigos de Judá, sino en el corazón de los que estaban ocupados en sus propios asuntos y no en los de Dios, en sus propias casas artesonadas y no en la casa de Jehová. Y así lo encontramos en toda la Palabra de Dios, que una cosa es la causa y otra los acontecimientos. Lo que no se hace para el Señor no es fe.

¿Tenemos algún propósito para Dios? Jesús tenía uno respecto al cual jamás se apartó. ¡Oh cuán poca disposición del alma tenemos para Dios! Los judíos tenían muchas intenciones, pero cuando llegaban las dificultades dejaban de lado sus objetivos. Dios, por lo tanto, debía darles más objetivos para que ellos pudieran discernir si caminaban según sus fuerzas o según la energía de Dios, y en consecuencia aprender a confiar solo en Él. En tiempos de dificultades, lo que Dios espera de nosotros es que actuemos según las fuerzas que tenemos en él, para lograr sus objetivos y ser canales de su poder. Hay fuerzas y energías en él, más allá de toda circunstancia que quiera impedir nuestros objetivos.

El poder divino siempre cumplirá el propósito para Dios. En cambio, la energía humana dirá: «No ha llegado aún el tiempo, el tiempo de que la casa de Jehová sea reedificada» (Hag. 1:2), y se ocupará de sus viñedos, campos y casas, desperdiciando el tiempo, en lugar de continuar con incansable energía a fin de lograr el determinado propósito de nuestra alma en medio de dificultades o peligros que pudieran oponerse.

En Hageo hallamos a Dios actuando y aprendemos una lección: Estamos comprometidos directamente con todo lo que él hace. En ocasiones vemos la hipocresía del hombre haciendo algo bueno, pero no para Dios, sino con un fin equivocado. Cualquier cosa que no se haga por fe, para Dios, sin dudas fracasará.

Pero, como podemos observar en el capítulo 1:12-13 de Hageo, cuando el pueblo «oyó… el pueblo… y temió el pueblo delante de Jehová», hubo una respuesta llena de gracia: «Estoy con vosotros, dice Jehová». Así que tenemos tres puntos principales:

  • Primero: ¿Andamos de acuerdo a lo que sabemos, según la luz que hemos recibido?
  • Segundo: Nuestra conducta es colocada en la luz para que no andemos según la carne, sino por la energía de la fe solamente.
  • Tercero: Las circunstancias providenciales no constituyen el poder de la obra de Dios, aunque estén relacionadas con las cosas de Dios. La providencia de Dios puede abrir las puertas de las prisiones, liberar a la gente, levantar un Ciro, un Zorobabel etc.; pero, cuando los judíos necesitan poder para actuar, encontramos el Espíritu de la profecía abriendo sus ojos para mostrarles cómo se alejaron de Dios, manifestando lo que hay en sus corazones, y después hablándoles de la gracia del corazón de Dios para con ellos, y de la gloria que les aguardaba (véase Esd. 5:1-2).

Por la gracia de Dios el gobierno de este país es favorable; la quietud que gozamos y el privilegio de reunirnos sin temor a interrupciones o violencia son bendiciones (de parte de Dios) de nuestras autoridades y esto es para nosotros una gran responsabilidad. Pero no hay un auténtico poder en el servicio si no hay un «así dice el Señor», tampoco lo hay en los objetos superficiales de la religión. La verdad de Dios en nuestras almas debe ser reconocida como la única y legítima verdad, para que nuestra acción sea una acción para Dios. ¿Escudriñamos las Escrituras con el fin de encontrar a Dios allí? ¿Qué valor tendría contemplar todas las escenas desplegadas en las Escrituras –pasadas, o por venir– si no vemos a Dios en ellas? Hay dos cosas importantes para adquirir experiencia espiritual de las Escrituras. Primero, después de haber estudiado determinada porción, ¿hemos visto a Dios presente en dichas circunstancias? ¿Encontramos a Dios allí? Si es así, seremos postrados y humillados, y en estas condiciones hallaremos descanso. Segundo, una aceptación espiritual de las Escrituras siempre producirá la acción correspondiente, un avanzar, un «Heme aquí». Incluso cuando el Espíritu nos esté enseñando algo y no lo entendamos, él mismo nos conducirá hacia aquello que sí podemos entender. El poder para el servicio se adquiere en la presencia de Dios, y solo allí; porque en la presencia de Dios somos humillados y descansamos en su gracia.

¿Es mi estudio de las Escrituras un cuadro de la Palabra de Dios, donde contemplo lo que yo soy, y lo que es Dios?


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