Felipe el evangelista


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The Christian’s Friend : 1898

1 - Un modelo instructivo

En Hechos 21:8, Felipe es llamado «Felipe el evangelista». Por tanto, está justificado que lo tomemos como ejemplo de un evangelista según Dios, y podemos esperar encontrar principios útiles relativos a la obra del Evangelio en lo poco que se registra en el libro de los Hechos sobre este honrado siervo de Cristo.

El nombre de Felipe significa “el que ama los caballos”; pero la gracia que conquistó su corazón, y el precioso valor que encontró en Cristo como Salvador, le movieron a querer que otros gustaran de la misma gracia, de modo que en vez de ser uno “que ama los caballos”, se convirtió en uno “que ama las almas”. Un cambio feliz. Se le menciona por primera vez en Hechos 6, donde, debido a la necesidad de ocuparse de la distribución de ayuda a las viudas, 7 hombres debían ser elegidos por los santos y apartados por los apóstoles para esta tarea.

2 - Las cualidades iniciales

3 cualidades debían caracterizar a los elegidos. En primer lugar, debían ser «de buen testimonio», en segundo lugar «llenos del Espíritu Santo» y en tercer lugar llenos de «sabiduría» (Hec. 6:3). Si solo se dice que Esteban estaba lleno de fe y del Espíritu Santo, creo que podemos concluir que los otros 6 cumplían, en su medida, lo requerido por los apóstoles. Por lo tanto, observando el carácter personal de Felipe, podemos decir con razón que era un hombre honesto, guiado por el Espíritu de Dios e imbuido de sabiduría.

2.1 - El buen testimonio

El buen testimonio es la primera característica de Felipe. Es indudable que este término debe tomarse en un sentido amplio, abarcando la vida profesional y doméstica, así como la de un siervo entre el pueblo del Señor. La fidelidad en las cosas temporales es una cualidad esencial de un siervo de Cristo. «Por tanto, si en las riquezas no fuisteis fieles, ¿quién os confiará las verdaderas? Si en lo ajeno no fuisteis fieles, ¿quién os dará lo que es vuestro?» (Lucas 16:11-12). En cuanto a los bienes temporales, nos son confiados como administradores: no es a un administrador infiel a quien el Espíritu de Dios entregará las verdaderas riquezas celestiales, que son la porción de los santos; por eso la expresión de «buen testimonio» se encuentra antes de «llenos del Espíritu Santo» en Hechos 6:3. Hago especial hincapié en este punto con los hermanos más jóvenes, porque el nombre del Señor ha sido muy deshonrado por el celo equivocado de quienes descuidan sus deberes domésticos o profesionales para distribuir folletos o predicar el Evangelio.

En Israel, el mantenimiento de los levitas fue provisto por el diezmo del pueblo. Si consideramos a los levitas como representando lo que somos como siervos del Señor, y la gente del pueblo lo que somos en nuestra vida doméstica y profesional, podemos ver las consecuencias de nuestra fidelidad en el hogar y en los negocios. Al caminar con Dios en la vida diaria, el alma se forma, de modo que en lugar de que la familia y los negocios sean un obstáculo, el Señor puede usarlos para que sus siervos sean más eficaces en Su obra, pues la disciplina de la vida diaria es una oportunidad para aprender más de su gracia y fidelidad.

2.2 - Lleno del Espíritu Santo

La segunda característica de un verdadero siervo es estar animado por la energía del Espíritu Santo. A menudo es una larga y dura lección aprender que el único poder para la obra del Señor es el poder del Espíritu de Dios. La impotencia que consiste en confiar en Dios para todo lo que se necesita es lo que da fuerza a un siervo de Cristo. La elocuencia natural, la habilidad mental, los medios carnales pueden apelar al intelecto del hombre, y coronar al predicador con un éxito exterior; pero el único poder para alcanzar el corazón y la conciencia, el único poder para lograr algo para Dios, es el poder del Espíritu de Dios. Lo que tenemos, o lo que somos, como hombres en la carne, si nos apoyamos en ello, solo puede obstaculizar la obra de Dios. Pedro y Juan, que eran «hombres sin letras y del vulgo» (Hec. 4:13), no impidieron que Dios obrara poderosamente a través de ellos; y para Saulo de Tarso, el hecho de haber sido elevado a los pies de Gamaliel, no ayudó en sí mismo; pudo decir: «Porque el que actuó en Pedro para el apostolado de la circuncisión, actuó también en mí para con los gentiles» (Gál. 2:8). Fue el mismo poder en ambos casos, y no hay otro.

El Espíritu está en la tierra para exaltar a Cristo, y actúa sobre la base de que el hombre en la carne ha sido eliminado judicialmente de la vista de Dios en la cruz. Por lo tanto, tratar de traer al primer hombre, o cualquier cosa relacionada con ese hombre, al servicio del Señor es obstaculizar al Espíritu de Dios. Hay una esfera en la que las fuerzas naturales tienen el lugar que les corresponde. Un estudiante usa su inteligencia natural para prepararse para sus exámenes; un obrero usa su fuerza física en su trabajo diario; y ambos pueden ser usados para la gloria de Dios. Pero en la obra del Señor –en las cosas espirituales– el único poder verdadero es el del Espíritu de Dios, y su poder es plenamente suficiente para todo.

2.3 - Lleno de sabiduría

La tercera cualidad mencionada en Hechos 6:3 es estar lleno «de sabiduría». Todos aquellos que, en cualquier medida, se ocupan de las almas, deben sentir la necesidad de la sabiduría divina, para que el mensaje correcto sea dado en el momento correcto. 2 cosas son esenciales para ello: “la Palabra de Dios y la oración”. En Isaías, leemos: «Jehová el Señor me dio lengua de sabios, para saber hablar palabras al cansado; despertará mañana tras mañana, despertará mi oído para que oiga como los sabios» (50:4). Así quería hablar el Espíritu de Cristo en el profeta, y así se hizo realidad divina en la vida de nuestro bendito Señor, cuando atendía a las almas necesitadas, llevando al corazón y a la conciencia la palabra justa, según las condiciones de aquellos a quienes se dirigía. ¿No necesitamos tener nuestros oídos divinamente abiertos para oír como alumnos, para que estudiando la Palabra sea viva y operante en nuestras almas, y para que podamos exponer justamente (2 Tim. 2:15) esta Palabra de verdad? Cuánto daño se ha hecho a las almas por el mal uso de pasajes como Juan 5:24, infinitamente valiosos en su contexto, pero distorsionados cuando se sacan de contexto y se aplican a almas cuya necesidad es realmente el perdón de los pecados, no directamente la vida eterna. Se puede alcanzar una especie de paz mental, pero un alma tan mentalmente en paz no puede crecer. El fundamento del perdón, la justificación y la paz, como en Romanos 3, 4 y 5, no ha sido puesto, y la obra del Espíritu en esta alma ha sido por lo tanto obstaculizada por la falta de inteligencia espiritual del evangelista. Es de vital importancia estudiar cada parte de la Escritura en su marco divino, y el Espíritu de Dios puede hacer la reunión del todo en el alma. La Palabra de Dios es lo que equipa completamente al hombre de Dios para toda buena obra, y su estudio paciente es la única manera de familiarizarse con la verdad que Dios nos ha dado en su Palabra.

3 - La dependencia en la oración

Además de la capacitación del siervo mediante la Palabra correctamente entendida, es necesario que dependa de Dios en la oración. Santiago, nos dice: «Si a cualquiera de vosotros le falta sabiduría, pídala al que la da generosamente y sin reproche, a Dios, y le será dada» (1:5). La Palabra de Dios y la oración son el orden divino. Dios nos habla en primer lugar en su Palabra; y cuando la leemos, y llegamos a conocer un poco los propósitos de su amor, nos lleva a arrodillarnos en oración inteligente: este es el espíritu de dependencia que se encontraba en perfección en el Señor Jesús como hombre en la tierra, y que también se encontraba en gran medida en el apóstol Pablo, y en otros que trabajaban en oración noche y día. Si estuviésemos más en oración por nuestro débil servicio para el Señor, confiando en Dios por las almas, seríamos más capaces de apoderarnos de las almas para Dios con el poder del Espíritu.

4 - Las relaciones del evangelista con sus hermanos y con la Asamblea

4.1 - Según Hechos 6

Lo último que podemos considerar en Hechos 6 es que Felipe contaba con la confianza de sus hermanos. Esto se puede ver en el hecho de que lo eligieron como uno de los 7 apartados para cuidar de las viudas.

4.2 - Para la gloria de Cristo

La gloria de Cristo es el objetivo que Dios quisiera que todo obrero se proponga; pero es en la Asamblea, que es su Cuerpo, donde Cristo debe ser manifestado –moralmente ahora, como en Colosenses 3:10-15, y realmente en el futuro, como en Efesios 1:22-23. Por eso podemos decir que la Asamblea no es solo el lugar del que parte el evangelista, sino también el lugar por el que trabaja.

4.3 - Según Juan 20

En Juan 20, el Señor había reunido a los suyos a su alrededor, una nueva compañía en un nuevo lugar y una nueva relación; y fue a partir de él mismo, en medio de esta compañía, que envió a sus discípulos al mundo, como el Padre lo había enviado a él al mundo. Había dejado la escena del afecto divino; y ahora, habiendo traído a sus discípulos al círculo del afecto divino aquí en la tierra (la Asamblea), los envió con el encargo de administrar el perdón de los pecados, a un mundo que estaba bajo la muerte y el juicio; con eso, el Espíritu era dado como el Espíritu de vida para sostenerlos en este mundo.

4.4 - Según Efesios 4

Del mismo modo, en Efesios 4, encontramos que el evangelista es un don para la Iglesia, del mismo modo que el pastor y el maestro, y así, repito, la Asamblea es el punto de partida, y en cierto sentido es también la meta; pues el evangelista no trabaja simplemente para que las almas sean salvadas de la ira, sino con vistas al Cuerpo en el que Cristo debe ser manifestado.

Por eso, en lugar de que los evangelistas y los maestros trabajen en líneas diferentes y con fines distintos, trabajan, según Dios, con un fin común, siendo todos dados de la misma manera, «a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo; hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento pleno del Hijo de Dios, de varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo» (Efe. 4:12-13).

4.5 - Según varios ejemplos posteriores del libro de los Hechos

Así pues, si bien es cierto que el siervo es responsable ante su Amo de cómo y dónde trabaja, también es responsable de no comprometer la comunión en la que se encuentra con los santos. Y si cada siervo está individualmente bajo el control del Señor, no puede actuar como una unidad aislada, sino que debe sopesar cómo, dónde y con quién trabaja, para no comprometer la asamblea de la que procede. Así, cuando Felipe trabajaba en Samaria, obviamente permaneció en comunión con la asamblea de Jerusalén de la que procedía, y no cuestionó el derecho de los apóstoles a enviar a Pedro y Juan al lugar de su trabajo; y otros ya han observado que Pedro, en Hechos 11, no cuestiona el derecho de la asamblea a pedir explicaciones sobre la forma en que había trabajado en el caso de Cornelio. También Pablo y Bernabé, en Hechos 13:1-4, parten de Antioquía, siendo recomendados por sus hermanos, y en Hechos 14:26 regresan para dar cuenta de su labor. Y cuando partieron de nuevo de Antioquía en otra gira misionera, en Hechos 15:36-41, encontramos que Pablo y Silas fueron encomendados «por los hermanos a la gracia de Dios». Pero, como podemos deducir del silencio de las Escrituras, Bernabé y Marcos se embarcaron rumbo a Chipre sin la comunión que animaba a los demás por el camino. No es difícil discernir, a partir de la historia posterior, cuál de los 2 estaba en consonancia con el Espíritu de Dios.

5 - Guardarse de las malas asociaciones

5.1 - La comunión de la muerte del Señor

Volviendo a Hechos 8:4-5, vemos que Felipe estaba identificado con un Cristo rechazado; era uno de los que la persecución había dispersado, y esto es un indicio de que estaba conscientemente en la comunión de la muerte del Señor –lo que se muestra moralmente en la Mesa del Señor (1 Cor. 10), y lo que es, según Dios, el vínculo común de la comunión cristiana, y lo que, como reunidos en el nombre del Señor, expresamos al reunirnos para partir el pan cada primer día de la semana.

Aquel a quien confesamos como Señor ha abandonado esta escena con la muerte, signo de “repudio de los hombres”. Por tanto, incumbe a todo el que pronuncie el nombre del Señor apartarse de la iniquidad o injusticia. La iniquidad, en 2 Timoteo 2, tiene un alcance eclesiástico, pero su aplicación es indudablemente más amplia. Cualquier sistema religioso que actúa como si Cristo fuera honrado y aceptado en el mundo es indudablemente inicuo o injusto, al negar la verdad del cristianismo, y es un medio de excusar la infidelidad a Cristo. ¿Acaso un supuesto siervo sería honrado por un mundo que ha rechazado a su Maestro? ¡Imagine a un siervo “entronizado” donde su amo fue «crucificado»! Eso es iniquidad, y el siervo del Señor debe alejarse de la iniquidad. La muerte de Cristo ha separado a los suyos de esa escena y de todo sistema de religión que, en principio, niega su rechazo en la tierra; de modo que retirarse de la iniquidad y purificarse de los vasos de deshonra es la única manera de convertirse en un vaso santificado apto para el uso del Maestro. Una cosa es ser un mero instrumento y otra muy distinta ser un vaso apto para ser utilizado por el Maestro.

5.2 - La correspondencia entre el instrumento utilizado por Dios y lo que anuncia

El hecho de que un hombre sea utilizado por Dios no prueba en absoluto que su posición o sus métodos de trabajo sean correctos. Tampoco prueba que podamos asociarnos con él. Dios podía hacer hablar a un asno con voz de hombre para reprender a Balaam, y Dios es soberano y puede utilizar cualquier instrumento como le plazca. Pero él quiere vasos adaptados a Su propio uso. Y tal vaso lleva la verdad dentro de sí, y está formado por la verdad que se utiliza para transmitir a otros. Por eso, como se ha dicho a menudo, lo que somos es mucho más importante que lo que hacemos. Dios quiere formar por su Espíritu el vaso que lleva el don que se le ha dado; así, en 1 Corintios 12 tenemos los dones establecidos en la Asamblea, en el capítulo 13 el vaso formado en la naturaleza divina (el amor), y en el capítulo 14 tenemos instrucciones sobre el correcto ejercicio de estos dones.

5.3 - La precaución para reconocer los resultados

Si, pues, el siervo debe apartarse de la iniquidad y purificarse de los vasos de deshonra, hay otra instrucción importante en 1 Timoteo, a saber: «No impongas las manos con ligereza a nadie» (5:22). En otras palabras, no os identifiquéis repentinamente con nadie; y en las obras del Señor, cuán manifiestamente incompatible con todos los principios divinos es buscar la ayuda y el apoyo de aquellos que, aunque cristianos, siguen identificados con aquello de lo que nos hemos separado, es decir, la iniquidad. Hacerlo, no solo es comprometernos a nosotros mismos como siervos del Señor, sino también al círculo de creyentes en el que nos encontramos.

5.4 - La conciencia no basta como guía. Se necesita inteligencia espiritual

Para recibir una corona, el siervo debe esforzarse conforme a las reglas; es la fidelidad, y no el éxito, lo que le valdrá al final el «¡Muy bien!» del Maestro (Mat. 25:21, 23). Muchos dicen que “el siervo debe tener libertad de conciencia”, lo cual es cierto, pero ¿no hay peligro en poner la conciencia en lugar de la Escritura? La conciencia no es una guía, ni siquiera una salvaguardia, si no está regida por la Palabra de Dios. Hay en la Escritura una sumisión piadosa a los que están por encima de nosotros en el Señor (Hebr. 13:17). La independencia de acción es diametralmente opuesta a todo principio del cristianismo.

Si volvemos a Hechos 8, vemos a Felipe predicando con inteligencia espiritual. A los samaritanos, que no eran exactamente gentiles, pero que, según Juan 4:25, esperaban al Mesías, les predica a Cristo; mientras al eunuco gentil, que no tenía ninguna relación con el Señor como Mesías, le predica a Jesús. Esto confirma lo que ya hemos señalado sobre la necesidad de sabiduría espiritual para dar el mensaje correcto a aquellos con quienes hablamos.

También podemos ver que Felipe está apoyado por el poder de Dios en Samaria, y que muchos de los cautivos de Satanás están liberados; esto nos recuerda a los «jóvenes» de 1 Juan 2:13-14, que, con la Palabra de Dios morando en ellos, vencieron al maligno.

6 - La obediencia

En el versículo 26, de Hechos 8, vemos la obediencia de un verdadero siervo del Señor. Ha sido utilizado para realizar una gran obra en Samaria, pero Felipe se da cuenta de que no ha sido dejado aquí para hacer grandes cosas, sino para estar a disposición de su Señor; no se deja guiar por las circunstancias, sino por el Señor. Abandona la poderosa obra de Samaría y Felipe, por orden de su Señor, se encuentra en un desierto. Estando en un camino de obediencia, el Espíritu está libre para servirse de él; en efecto, si el poder del Espíritu es el único poder para la obra del Señor, solo en el camino de la obediencia que puede realizarse este poder. Estando en este camino, el Espíritu dice a Felipe: «Acércate y júntate a ese carro» (v. 29); y Felipe no solo está en el camino de la obediencia y en el poder del Espíritu Santo, sino también en la energía del afecto divino. Podemos establecer un paralelismo con Lucas 15, donde el padre corre al encuentro del pródigo; aquí, el siervo, al unísono con el corazón de Dios, corre para llevar al alma sedienta la buena nueva de la salvación.

7 - Correr tras las almas

Amados hermanos, ¿sabemos lo que es correr tras las almas para Cristo?

Podemos decir: “El Evangelio se predica, que vengan y lo oigan”; o: “Dios puede salvarlas y traerlas sin nosotros”. Pero, ¿qué dice la Escritura? «¿Y cómo predicarán si no son enviados? Como está escrito: ¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian buenas noticias!» (Rom. 10:15). Véanse también Mateo 22:9: «Id a los cruces de los caminos». Y Hechos 26:17: «Librándote del pueblo y de los gentiles; a quienes yo te envío». Si repasamos las Escrituras, veremos que el principio constante es que el evangelista va hacia la gente con la buena nueva; por eso se describen sus pies como hermosos. Limitar nuestra predicación a las salas en las que nos reunimos para partir el pan sería ajeno a toda la enseñanza de las Escrituras; y lo que es peor, daría una especie de santidad eclesiástica al edificio, rebajando el cristianismo al nivel del judaísmo.

Una cita: “¿Cuál fue entonces la vida de este Jesús, el hombre de dolores y aflicciones? Una vida de actividad en la oscuridad, llevando el amor de Dios a los rincones más ocultos de la sociedad, donde las necesidades eran mayores” (J.N. Darby).

Por otra parte, el siervo debe tener en cuenta no solo el carácter y la asociación de aquellos con quienes trabaja, sino también el carácter y la asociación moral de los edificios en los que invita a los pecadores a venir a escucharle. Una falta de cuidado piadoso a este respecto no solo podría llevar al propio siervo a ser identificado con el mal, sino también a comprometer su comunión con los santos. Si hacemos de la ganancia de almas nuestro objetivo, corremos el riesgo de olvidar lo que se debe al Señor y lo que se debe a los santos.

Pero si el Señor mismo es el objetivo de nuestras almas, la Asamblea que es tan querida para su corazón también lo será para nosotros; y quien conoce algo de ese círculo donde resplandecen los afectos divinos, y donde Cristo, en medio de la compañía sacerdotal, proclama el nombre del Padre, no dejará de ejercer piadoso cuidado en su servicio, para que el levita sirva realmente al sacerdote, y para que el Señor tenga la porción que le es debida (en expresiones figuradas usando imágenes del Antiguo Testamento).

8 - Hacer comprender

Volviendo a nuestro capítulo de Hechos 8, podemos observar otros 3 puntos en el ministerio de Felipe. En primer lugar, «abriendo su boca». Puede que esto no parezca importante, pero creo que hay una lección práctica que aprender de acercar Nehemías 8:8 con 1 Corintios 14:9 «Y leían en el libro de la ley de Dios claramente, y ponían el sentido, de modo que entendiesen la lectura». Si no se pronuncian palabras que sean fáciles de entender, ¿cómo se sabrá lo que se ha dicho? Ciertamente no es necesario hacer prueba de elocuencia, ni pronunciar con frases bien elaboradas; sin embargo, los 2 pasajes citados nos muestran que el siervo tiene la responsabilidad de hablar con claridad y sencillez. Por muy valiosa que sea la verdad presentada, no puede servir para edificación si aquellos a quienes se dirige no oyen ni comprenden lo que se dice.

9 - Predicar o anunciar a Jesús

El segundo punto es que «le predicó la buena nueva de Jesús», no doctrinas o teorías, sino un Salvador vivo, amoroso y personal. Felipe no tenía ninguna dificultad con su texto; había aprendido que Cristo es el espíritu de la Escritura, y así, a partir del pasaje que leía el eunuco, le predicó a Jesús (Hec. 8:35), el objeto de las buenas nuevas de Dios. El eunuco, que sin duda ya había experimentado el poder soberano de Dios en el nuevo nacimiento, estaba dispuesto a recibir al Salvador que se le predicaba, y entonces desea identificarse con la muerte de Aquel cuya vida había sido arrebatada de la tierra; así que Felipe lo introduce en el círculo cristiano mediante el bautismo.

El punto final del capítulo es que Felipe es sustituido por Aquel a quien predica, de modo que cuando está llevado por el Espíritu, el convertido puede seguir su camino regocijándose sin él, igual que los 2 discípulos de Juan el Bautista que oyeron hablar a Juan y siguieron a Jesús.

10 - El círculo familiar del evangelista

Tenemos otra visión de Felipe en Hechos 21:8-9, donde se le ve en el círculo familiar recibiendo al pueblo del Señor, lo que nos permite concluir que el hogar no fue descuidado por este siervo de Cristo tan utilizado. Vemos también que sus hijas formaban parte del pueblo del Señor.

11 - En resumen

Al utilizar la historia de Felipe para ilustrar algunos de los principios del Evangelio, debemos recordar que gran parte de lo que hemos recordado no apareció en las Escrituras hasta después de la conversión de Pablo, a quien se confió la administración del Evangelio, junto con la del misterio. El Evangelio de Pablo comienza con Cristo en la gloria e implica el fin del hombre en la carne ante Dios. Cuando el alma comprende esto, el siervo debe confiar necesariamente en el poder del Espíritu, que es el único que puede realizar cualquier cosa para Dios.

Vivimos en una época de agitación y de excitación, y siempre corremos el peligro de vernos afectados por el carácter de las cosas que nos rodean. Necesitamos estar más con Dios para saber siempre mejor lo que es esperar tranquilamente en él, a fin de evitar ser arrastrados por la corriente de la actividad puramente carnal en la obra del Señor.

L. H. F.