Salvación - ¿Cómo ser salvo?

Nuestro estado

«No hay diferencia; puesto que todos han pecado y están privados de la gloria de Dios» (Romanos 3:22-23).

Nuestra necesidad

«Os es necesario nacer de arriba» (Juan 3:7) → cambio interior radical.

Una necesidad urgente

«Dios dejó pasar aquellos tiempos de ignorancia, pero ahora ordena a los hombres que todos, en todas partes, se arrepientan» (Hechos 17:30).
«¡Mira, es ahora el día de salvación!», no hay «segunda oportunidad» para convertirse después del arrebato de la Iglesia cuando el Señor venga (2 Corintios 6:2).

El camino de la salvación

«Porque Dios amó tanto al mundo, que dio a su Hijo unigénito para que todo aquel que cree en él, no perezca, mas tenga vida eterna» (Juan 3:16).
«El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que no obedece al Hijo, no verá la vida, sino que la ira de Dios permanece sobre él» (Juan 3:36).
«En verdad, en verdad os digo, que quien oye mi palabra, y cree a aquel que me envió, tiene vida eterna, y no entra en condenación, sino que ha pasado ya de muerte a vida» (Juan 5:24).

Una salvación gratuita

«Siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciatorio mediante la fe en su sangre» (Romanos 3:24-25).

«Concluimos, entonces, que el hombre es justificado por fe, sin las obras de la ley» (Romanos 3:28).

«Porque por gracia sois salvos mediante la fe; y esto no procede de vosotros, es el don de Dios» (Efesios 2:8).

(Jesús dijo): «Si alguno tiene sed, venga a mí y beba» (Juan 7:37).

«El que beba del agua que yo le daré, nunca más tendrá sed; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que brota para vida eterna» (Juan 4:14).

Las palabras del primer versículo fueron pronunciadas por Jesús ante una gran multitud. El segundo versículo es la invitación del Salvador a una mujer insatisfecha con la vida; ella reconoce la verdadera razón de su sed espiritual: ¡Ella ha pecado! Este encuentro con Jesús transforma su vida, y enseguida ella va dando testimonio a la gente de la ciudad: «Venid a ver a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho» (v. 28-29). Y usted, ¿ha venido personalmente a Jesucristo, reconociendo y confesando sus pecados? Solo él, a través de su sacrificio en la cruz, puede borrarlos. También invita a todos a venir a la fuente de la vida: «El que tiene sed, venga. Y el que quiera, tome gratuitamente del agua de la vida» (Apocalipsis 22:17).

«Yo soy el camino, y la verdad, y la vida» (Juan 14:6).

Hablando en sentido figurado, el camino evoca la dirección y el desarrollo de nuestras vidas. El verdadero camino solo puede ser indicado por Dios. El mensaje del Evangelio es claro: solo hay dos caminos: un camino ancho «que lleva a la perdición» y un camino estrecho «que lleva a la vida» (Mateo 7:13-14). Y Jesús nos dice: «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí» (Juan 14:6). Por su obra en la cruz, nos da la vida eterna; nos libera de nuestros pecados y nos da a conocer el «camino de salvación» (Hechos 16:17). ¿Se está usted moviendo en la dirección correcta?

description Véase la definición de la palabra salvación.


Para ir más lejos


El Evangelio de Dios - «Una Buena Noticia»

Preámbulo

1 - El estado desesperado de todos los hombres ante Dios: pecadores, culpables, perdidos

Este es el estado del hombre después de la caída: un pecador perdido, nacido en el pecado, sin inteligencia, cegado y en la oscuridad, con un corazón malvado y corrupto, amando el mal y odiando el bien, esclavo del pecado, incapaz de todo bien, lejos de Dios y enemigo de Dios, sin temor a Dios.

Las consecuencias de la caída: expulsado del paraíso, trabajo y dolor, la muerte corporal, bajo la ira y la maldición, la condena y la muerte eterna. Incapaz de salvarse a sí mismo.

«Todos han pecado» (Rom. 3:23; 5:12).

«No hay justo, ni aun uno» (Rom. 3:10).

«Vio Jehová que era mucha la maldad del hombre en la tierra, y que toda imaginación de los pensamientos de su corazón era solamente mala todos los días» (Gén. 6:5).

«Muertos en vuestros delitos y pecados» (Efe. 2:1).

«Todo el mundo sea culpables ante Dios» (Rom. 3:19).

2 - El tribunal de Dios y el juicio: ¿Absuelto o condenado?

«Mas sabe tú que por todas estas cosas Dios te traerá a juicio» (Ecl. 11:9).

«Porque todos compareceremos ante el tribunal de Dios» (Rom. 14:10).

«Y como está reservado a los hombres morir una sola vez, y después de esto el juicio» (Hebr. 9:27).

description Véase el artículo Los diferentes períodos de juicios.

3 - ¿Cómo podemos escapar de la condenación?

«¿Cómo escaparemos nosotros, si despreciamos una salvación tan grande?» (Hebr. 2:3).

«¿Y piensas, oh hombre… que tú escaparás del juicio de Dios?» (Rom. 2:3).

4 - Con esfuerzos, con obras, ¿podemos ganar el cielo?

«El hombre es justificado por fe, sin las obras de la ley» (Rom. 3:28).

«Salvados… no por obras» (Efe. 2:8-9).

«Nos salvó, no a causa de obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho» (Tito 3:5).

«¿Cómo puede el hombre ser justo para con Dios?» (Job 9:2 y 25:4).

I – La fuente del Evangelio: es la gracia de Dios

La fuente del Evangelio está en el corazón de Dios. Dios vio nuestra miseria y nuestra humillación (Sal. 136:23), envió a su propio Hijo para darse a conocer y salvarnos. La gracia, es un amor inmerecido, ese amor que se inclina hacia los pecadores perdidos para salvarlos. Se manifestó en una Persona, Jesucristo; el amor de Dios apareció en el don de Cristo, su Hijo amado.

«La gracia de Dios que trae salvación ha sido manifestada a todos los hombres» (Tito 2:11).

«Pero cuando la bondad de Dios nuestro Salvador y su amor hacia los hombres aparecieron, nos salvó» (Tito 3:4-5).

«Por la gracia de Dios gustase la muerte por todos» (Hebr. 2:9).

II – El fundamento del Evangelio: es la cruz de Cristo. La expiación de los pecados. La satisfacción de Dios se manifiesta en la resurrección del Señor y en su elevación al cielo. La victoria de Cristo.

Proféticamente Dios nos llama a contemplar los sufrimientos de su Hijo en la cruz del Gólgota (Lam. 1:12). Son presentados bajo varios aspectos en la Palabra de Dios.

Los sufrimientos corporales de Jesús crucificado.

Sus sufrimientos morales ante el desprecio y el rechazo de su pueblo como objeto de burla; sus sufrimientos ante la maldad, la crueldad y el odio del hombre.

A esto se añaden los más profundos e insondables sufrimientos del abandono de su propio Dios durante las tres horas en las que Jesucristo expió nuestros pecados y fue «hecho pecado» (identificado con el pecado).

Es algo asombroso ver al único hombre, el hombre Cristo Jesús, que no había cometido un pecado, abandonado por Dios. Es un momento único, el Justo clama y Dios no responde porque se ha envuelto en una nube para que la oración no pase (Lam. 3:44). Sabemos por qué Dios se apartó de su Hijo Amado de esta manera, es porque en ese momento llevó nuestros pecados como si fueran suyos y aceptó ser juzgado por nosotros. Este recuerdo de esas horas y de los sufrimientos de nuestro Salvador es para cada cristiano un eterno tema de gratitud y de adoración.

• El medio que Dios ofrece para ser salvado: la fe en Jesucristo, en su obra en la cruz, y en la sangre de Jesucristo

Jesús «llevando la cruz, salió al lugar llamado de la Calavera, y en hebreo, Gólgota; donde lo crucificaron» (Juan 19:17-18).

«Pero (Jesús) fue traspasado por nuestras transgresiones, quebrantado fue por nuestras iniquidades, el castigo de nuestra paz cayó sobre él, y por sus llagas nosotros sanamos» (Is. 53:5).

«Porque Dios amó tanto al mundo, que dio a su Hijo unigénito para que todo aquel que cree en él, no perezca, mas tenga vida eterna» (Juan 3:16).

«Sabemos que este (Jesús) es verdaderamente el Cristo, el Salvador del mundo» (Juan 4:42).

«En verdad, en verdad os digo, que quien oye mi palabra, y cree a aquel que me envió, tiene vida eterna, y no entra en condenación, sino que ha pasado ya de muerte a vida» (Juan 5:24).

«Cree en el Señor Jesús, y serás salvo, tú y tu casa» (Hec. 16:31).

«Si confiesas con tu boca a Jesús como Señor, y crees en tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, serás salvo» (Rom. 10:9).

«La sangre de Jesús su Hijo nos limpia de todo pecado» (1 Juan 1:7).

II.1 - ¿Cómo obtener la salvación? Es ofrecida gratuitamente. Dios envió a su propio Hijo para salvarnos.

«Siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús» (Rom. 3:24).

«A vosotros fue dada la gracia» (Fil. 1:29).

«Al que tenga sed, le daré gratuitamente de la fuente del agua de la vida» (Apoc. 21:6).

«Porque Dios amó tanto al mundo, que dio a su Hijo unigénito para que todo aquel que cree en él, no perezca, mas tenga vida eterna» (Juan 3:16).

II.2 - Un solo nombre, un solo recurso, un solo medio, un solo camino: Jesucristo.

«Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado entre los hombres, en el que podamos ser salvos» (Hec. 4:12).

«Y Jehová dijo a Moisés: Hazte una serpiente ardiente, y ponla en un palo alto; y sucederá que toda persona mordida, cuando la mirare, vivirá. Hizo pues Moisés una serpiente de bronce, y la puso sobre un palo alto; y sucedió que cuando una serpiente había mordido a alguno entonces miraba a la serpiente de bronce y vivía» (Núm. 21:8-9) –esta imagen dada por nuestro Señor ilustra la mirada de fe que salvaba a los que se sentían perdidos cuando eran mordidos por serpientes ardientes.

«Y yo, si soy elevado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo. Pero decía esto dando a entender de qué muerte iba a morir» (Juan 12:32-33; la muerte de la cruz).

«Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, asimismo es necesario que el Hijo del hombre sea levantado» (Juan 3:14).

«Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí» (Juan 14:6).

«Hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, el hombre Cristo Jesús» (1 Tim. 2:5).

«A los gentiles, proclamé que se arrepintiesen y se convirtiesen a Dios» (Hec. 26:20).

III – El poder del Evangelio: es el Espíritu Santo obrando por medio de la Palabra de Dios

Es una obra del Espíritu Santo mediante la Palabra de Dios por la cual el hombre recibe tanto una nueva vida como una nueva naturaleza y que lo hace un hombre nuevo.

«Os es necesario nacer de arriba» (Juan 3:7).

«A menos que el hombre nazca de agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios» (Juan 3:5).

El agua: Esto no es el bautismo cristiano, que no existía en el momento de las palabras del Señor. Este versículo habla de la necesidad de purificación moral y espiritual para el hombre según Ezequiel 36:25-26: «Luego rociaré sobre vosotros agua limpia, y seréis limpios; de todas vuestras inmundicias, y de todos vuestros ídolos os limpiaré. También os daré un nuevo corazón, y pondré un espíritu nuevo en medio de vosotros, y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne».

Es la Palabra de Dios, que es viva y eficaz según Hebreos 4:12, la que produce esta purificación.

El Espíritu de Dios obrando con y a través de la palabra de Dios trae las almas de la muerte a la vida.

«Él nos engendró con la palabra de verdad» (Sant. 1:18).

«Ya estáis limpios por medio de la palabra que os he dicho» (Juan 15:3).

«No habiendo renacido de simiente corruptible, sino incorruptible, por la palabra viva y permanente de Dios» (1 Pe. 1:23).

«El Espíritu es el que da vida… las palabras que yo os he hablado son espíritu y vida» (Juan 6:63).

Siempre es por el Espíritu de Dios y a través de la palabra de Dios que una persona pasa de la muerte a la vida. No hay otro medio.

III.1 - Un primer paso obligatorio: el arrepentimiento

El arrepentimiento: es la tristeza que siente un hombre a causa de sus pecados con el dolor de haber ofendido a Dios.

«Dios dejó pasar aquellos tiempos de ignorancia, pero ahora ordena a los hombres que todos, en todas partes, se arrepientan» (Hec. 17:30).

«Te hice manifiesto mi pecado, y no encubrí mi iniquidad» (Sal. 32:5).

«¡Lávame completamente de mi iniquidad, y límpiame de mi pecado! Porque yo reconozco mis transgresiones, y mi pecado está siempre delante de mí. Contra ti, contra ti solo, he pecado, y he hecho lo malo delante de tus ojos» (Sal. 51:2-4).

Su necesidad:

«Arrepentíos y creed el evangelio» (Marcos 1:15).

«Os digo que así será en el cielo, habrá más gozo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan arrepentirse» (Lucas 15:7).

«La bondad de Dios te conduce al arrepentimiento» (Rom. 2:4).

III.2 - Un segundo paso obligatorio: la confesión

La confesión significa admitir nuestra falta, nuestra culpabilidad ante Dios.

«Muchos de los que habían creído, venían confesando y revelando sus obras» (Hec. 19:18).

La confesión también significa declarar públicamente nuestra fe.

«Si confiesas con tu boca a Jesús como Señor, y crees en tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, serás salvo» (Rom. 10:9).

III.3 - Un tercer paso obligatorio: el nuevo nacimiento. La conversión

El nuevo nacimiento es una obra interior, necesaria para comenzar la vida cristiana, para entrar en el reino de Dios.

La conversión significa una media vuelta en el camino de la perdición y un retorno al Dios Salvador.

IV – El contenido del Evangelio: los muchos aspectos de la obra de Cristo. Estas son las insondables riquezas de Cristo que el apóstol Pablo nos anuncia: Efesios 3:8.

IV.1 - El don de la vida eterna

La vida eterna es comunicada por el nuevo nacimiento. Es la nueva vida comunicada por Dios al que cree en el Hijo de Dios (Juan 3:36). El que escucha las palabras del Señor y cree en el que lo envió tiene vida eterna (Juan 5:24). Dios ha dado al creyente la vida eterna y esta vida está en su Hijo (1 Juan 5:11). El creyente ya tiene vida eterna en la tierra, y por lo tanto la disfruta ahora (v. 13). «Como el Padre tiene vida en sí mismo, así también ha dado al Hijo que tenga vida en sí mismo» (Juan 5:26). «Porque yo vivo, vosotros también viviréis» (Juan 14:19). La vida que tenemos es la misma vida de Cristo. El creyente vive porque Cristo vive. Además, Cristo vive para siempre, así que la vida del creyente es una vida eterna.

IV.2 - Propiciación y sustitución

Propiciación: (del griego: «hilasmos», propicio, favorable). Hacer propiciación para los griegos, era hacerse propicio a los dioses, apaciguarlos. En la Palabra, Dios es propicio no por lo que el hombre pueda traer de sí mismo, sino por el sacrificio expiatorio de Cristo, representado en los sacrificios expiatorios del Antiguo Testamento. Al dar su vida como sacrificio por el pecado, Jesucristo realizó una obra que permite a Dios recibir al pecador en gracia; este cree y obtiene la salvación apropiándose de las virtudes de este sacrificio. Cristo es la propiciación por nuestros pecados; su obra es suficiente para el mundo entero; es eficaz para los que creen en él (1 Juan 2:2; 4:10; Hebr. 2:17).

Sustitución: el término no se encuentra como tal en la Biblia. Sin embargo, representa el acto por el cual Jesucristo, el único justo, se puso en el lugar del hombre pecador en la cruz. (Hebr. 9:28; 1 Pe. 2:24) Murió por nuestros pecados (1 Cor. 15:3), Dios lo hizo «pecado» y condenó el pecado en su cuerpo, para revestir a todos los que creen en él con su justicia (Rom. 8:3; 2 Cor. 5:21).

IV.3 - Redención o rescate

La redención: (del griego: lutrôsis, apolutrôsis, misma familia que lutron: rescate). Rescate por un precio, seguido de la liberación, como la liberación de Israel de Egipto (Sal. 3:9) o de futuros enemigos (Lucas 21:28). La redención del creyente, antes esclavo del pecado (Rom. 3:24; 6:17, 20; 1 Cor. 1:30) es eterna y se obtuvo mediante la sangre de Cristo (Col. 1:14; Efe. 1:17; Hebr. 9:12; 1 Pe. 1:18, 19). El día futuro de redención tiene que ver con la liberación del cuerpo del creyente en la venida del Señor (Rom. 8:23; Efe. 4:30) y también con la heredad; ya redimido pero no liberado del enemigo (Efe. 1:14). En Gálatas 3:13; 4:5, «redimir» viene de «ex-agorazo» (sacar del mercado de esclavos).

IV.4 - Perdón completo (o remisión): Dios borra los pecados de los culpables solo por la fe en Jesucristo. (Distinta de la «remisión» en medicina).

«Tus pecados te son perdonados» (Mat. 9:2).

«Son perdonados sus muchos pecados» (Lucas 7:45-48).

«Bienaventurados aquellos de quienes las iniquidades han sido perdonadas» (Rom. 4:7).

«Dios os ha perdonado en Cristo» (Efe. 4:32).

«Perdonándonos todos los delitos» (Col. 2:13).

«Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda iniquidad» (1 Juan 1:9).

IV.5 - La justificación y la paz con Dios: Dios declara que considera justo a un pecador que ha creído (la fe) en Jesucristo.

«Y esto erais algunos; pero habéis sido lavados, habéis sido santificados, habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesucristo» (1 Cor. 6:11).

«Por la fe fuésemos justificados» (Gál. 3:24).

«La justicia que procede de Dios por la fe» (Fil. 3:9).

«Justificados por su gracia» (Tito 3:7).

«Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo» (Rom. 5:1).

«Haciendo la paz por medio de la sangre de su cruz» (Col. 1:20).

Cristo hizo la paz (Efe. 2:15). Él es nuestra paz (v. 14). Y nos proclama esa paz (v. 17). Tenemos la paz cuando creemos que Dios dice la verdad cuando afirma que el Señor Jesús hizo la paz en la cruz. Dios no es un hombre para mentir (Núm. 23:19).

La paz del corazón y de la conciencia pueden ser proclamadas a los pecadores sobre una base firme y eterna, ya que la ira de Dios contra el pecado ha sido completamente apaciguada y su justicia satisfecha.

IV.6 - Purificación y perfección

Purificación:

«El que se ha bañado no tiene necesidad de lavarse más que los pies, ya que está todo limpio» (Juan 13:10).

«Ninguna diferencia hizo entre nosotros y ellos, purificando sus corazones por la fe» (Hec. 15:9).

«Habéis sido lavados, habéis sido santificados, habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesucristo y por el Espíritu de nuestro Dios» (1 Cor. 6:11).

«Jesucristo, quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí mismo un pueblo propio» (Tito 2:14).

«Habiendo hecho la purificación de los pecados» (Hebr. 1:3).

«Acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, con corazones purificados de una mala conciencia y lavados los cuerpos con agua pura» (Hebr. 10:22).

«La sangre de Jesús su Hijo nos limpia de todo pecado» (1 Juan 1:7).

«Al que nos ama, y nos ha lavado de nuestros pecados con su sangre» (Apoc. 1:5).

Perfección:

Hay un pasaje en la Escritura, y es muy precioso, que declara que somos hechos perfectos, y que es para siempre (Hebr. 10:14), es la perfección para Dios, lo que somos a sus ojos, la respuesta al lugar que Jesús ocupa en el cielo, después de cumplir la obra que el Padre le había dado para hacer. Pero nuestra completa y absoluta perfección solo se logrará de hecho cuando lo veamos tal como es (1 Juan 3:2). Nuestra semejanza corporal y moral con Cristo (Fil. 3:21 y 1 Juan 3:2) espera su llegada, por lo que no puede haber perfección hasta que veamos a Cristo en la gloria del cielo.

Avanzar al estado de hombres hechos o hacia la perfección expresa el progreso y el crecimiento del cristiano (Hebr. 6:1).

IV.7 - Santificación

El verbo santificar significa «poner aparte» o «consagrar». Para el creyente esta santificación tiene tres aspectos. La santificación inicial define el estatus de cada cristiano. Por su fe en la obra de Cristo en la cruz, el cristiano forma parte de la familia de Dios, cualquiera que sea su nivel de conocimiento espiritual. Esta puesta aparte es el privilegio de todos los creyentes. Es definitiva y eterna (Hebr. 10:10-14). El segundo aspecto de la santificación es creer lo que soy, –santificado por la obra de Cristo– y aplicarlo prácticamente a mi vida diaria. El creyente se separa del mal y busca el bien. Nunca alcanzará la perfección en esta tierra (a un estado sin pecado) pero siempre debería esforzarse hacia esa meta. Esta puesta aparte se realiza cuando pone en práctica las enseñanzas de la Palabra de Dios con la ayuda del Espíritu Santo, y mirando a Cristo que nos santifica (Juan 17:17, 19). Es la responsabilidad de cada creyente purificarse del mal en vista de esta santificación diaria. Involucra el cuerpo, el alma y el espíritu (2 Cor. 7:1). La santificación final está relacionada con la condición del creyente en el cielo. Entonces será como Cristo (1 Juan 3:2), completamente liberado del pecado y puesto aparte permanentemente para Dios.

IV.8 - El acceso a Dios. El acercamiento. La aceptación («el velo rasgado»). La reconciliación

El acceso a Dios se obtiene solo a través de la fe, mediante Jesucristo y por la sangre de Cristo. La fe nos da la paz, pero también estar en el eterno favor de Dios. No podemos acercarnos fuera del Amado. Ninguna actividad religiosa fuera de Cristo puede acercarnos a Dios. «Nadie viene al Padre, sino por mí» (Juan 14:6). Cristo Jesús es aquel por quien tenemos acceso con confianza cerca del Padre (Efe. 3:12).

Los creyentes son acercados (Efe. 2:13, 18) y llevados a Dios (1 Pe. 3:18).

La reconciliación: el pecador que consideraba a Dios como su enemigo, ahora tiene una relación feliz con Él.

Es una necesidad: «¡Os rogamos por Cristo, reconciliaos con Dios!» (2 Cor. 5:20).

«Siendo enemigos fuimos reconciliados con Dios por medio de la muerte de su Hijo» (Rom. 5:10).

IV.9 - La salvación y la certeza de la salvación: ¿Puede un creyente perder su salvación? Tener certidumbre

Si soy un verdadero hijo de Dios, lo soy por la eternidad; la vida que uno posee es eterna.

«Nadie las arrebatará de mi mano… nadie es poderoso para arrebatarlas de la mano de mi Padre» (Juan 10:28-30).

«Porque con una sola ofrenda perfeccionó para siempre a los santificados… Y de sus pecados e iniquidades no me acordaré más» (Hebr. 10:14, 17).

«En quien tenemos la redención por medio de su sangre, el perdón de los pecados» (Efe. 1:7).

Esto es «eterna redención» (Hebr. 9:12).

Por lo tanto, «Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo» (Rom. 5:1).

IV.10 - La posición del creyente en Cristo Jesús. Una nueva creación

Un nuevo hombre: el hombre en Cristo –Dios nos ve como si viera a Cristo

«No hay, pues, ahora ninguna condenación para los que están en Cristo Jesús» (Rom. 8:1).

«Santificados en Cristo Jesús» (1 Cor. 1:2).

«Pero por él sois vosotros en Cristo Jesús» (1 Cor. 1:30).

«Si alguno está en Cristo, nueva creación es» (2 Cor. 5:17).

«Un hombre en Cristo» (2 Cor. 12:2).

«Somos hechura suya, creados en Cristo Jesús… ahora en Cristo Jesús» (Efe. 2:10, 13).

IV.11 - El Espíritu Santo en el creyente

El Espíritu Santo ahora habita en el creyente y le comunica una nueva naturaleza, divina. Él da la seguridad de nuestra salvación, la certeza de que estamos en Cristo. El Espíritu Santo también permite al creyente ser victorioso sobre su vieja y malvada naturaleza, y prácticamente lo libera del pecado (liberación del poder del pecado).

«¿O no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo que está en vosotros, el cual tenéis de Dios?» (1 Cor. 6:19).

«Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me liberó de la ley del pecado y de la muerte» (Rom. 8:2).

«Andad en el Espíritu, y no deis satisfacción a los deseos de la carne» (Gál. 5:16).

flag Véase el tema El Espíritu Santo.

IV.12 - Dios conocido como un Padre. La familia de Dios

El creyente ahora considera a Dios como un Padre. Él forma parte de la familia de Dios, es como adoptado. El Espíritu Santo le permite disfrutar de su relación de hijo con el Padre: «Abba Padre» (Rom. 8:15; Gál. 4:6) En arameo, es una expresión de respeto e intimidad entre un hijo y su padre.

«Dios hace habitar a los solitarios en casa» (Sal. 68:6).

«A todos cuantos lo recibieron, es decir, a los que creen en su nombre, les ha dado el privilegio de ser hijos de Dios» (Juan 1:12).

«Habiéndonos predestinado para ser adoptados para él por medio de Jesucristo, según el beneplácito de su voluntad» (Efe. 1:5).

IV.13 - ¿Cómo puedo saber que estoy salvado?

Confíe en:

• la persona y la obra del Señor Jesucristo, el Hijo de Dios.

• la autoridad absoluta de la Palabra de Dios.

(Y no apoyarse en sus sentimientos o mirar a uno mismo).

«El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios, no tiene la vida» (1 Juan 5:12).

«Estas cosas os he escrito, a los que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna» (1 Juan 5:13).

Vaciemos nuestros corazones de todas las dudas y llenémoslos con las certezas que Dios nos da en su Palabra.

IV.14 - Advertencia

Una advertencia del apóstol Pablo sobre la predicación del Evangelio. No predicar con «sabiduría de palabras» o con «palabras persuasivas» de sabiduría, sino con el poder del Espíritu Santo (1 Cor. 1:17 y 2:1-5).

El filósofo griego Aristóteles enseñó la retórica, el arte de la persuasión para convencer a una audiencia. Parece que algunos creyentes en Corinto utilizaron este arte para hacer aceptable el Evangelio despojándolo de una parte importante: hacerlo más “presentable” y adaptarlo para que fuera recibido. No debemos limitar el Evangelio al mero perdón y presentar solo que Dios es amor, y dejar de lado la gravedad del pecado, la santidad de Dios, el arrepentimiento y la confesión que son necesarios. El apóstol buscaba presentar un Evangelio completo en su pureza, Jesucristo crucificado, en el poder del Espíritu Santo. La sabiduría del hombre (que amputa parte del mensaje divino y añade artificio oratorio) y la sabiduría de Dios son irreconciliables. No predicar un evangelio «diferente» (Gál. 1:7). No querer hacer el Evangelio atractivo para el mundo, pues es poderoso en sí mismo (Rom. 1:16). El predicador debe ser fiel a Cristo y al Evangelio.

V – El propósito del Evangelio es salvar a los hombres, para que puedan estar con Cristo en la gloria del cielo

El creyente es un extranjero y un peregrino en la tierra (1 Pe. 2:11), caminando hacia otro mundo, el cielo (Fil. 3:14).

El regreso del Señor para llevar a los suyos a Él se llama «la bendita esperanza» en Tito 2:13.

«No se turbe vuestro corazón; ¡creéis en Dios, creed también en mí! En la casa de mi Padre hay muchas moradas; si no fuera así, yo os lo habría dicho; porque voy a prepararos un lugar. Si voy y os preparo un lugar, vendré otra vez, y os tomaré conmigo; para que donde yo estoy, vosotros también estéis» (Juan 14:1-3).

«Porque esto os lo decimos por palabra del Señor: Que nosotros los que vivimos, los que quedemos hasta el advenimiento del Señor, de ninguna manera precederemos a los que durmieron; porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel y con trompeta de Dios, descenderá del cielo, y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros, los que vivamos, los que quedamos, seremos arrebatados con ellos en las nubes para el encuentro del Señor en el aire; y así estaremos siempre con el Señor. Consolaos, pues, los unos a los otros con estas palabras» (1 Tes. 4:15-18).

En resumen:

  1. El Señor baja del cielo.
  2. Los creyentes que estaban muertos son resucitados.
  3. Los creyentes vivos son cambiados (o: transmutados).
  4. Los creyentes resucitados y transmutados son arrebatados en las nubes.
  5. Todos los creyentes se encuentran con el Señor en el aire.
  6. El Señor toma a los suyos y los lleva a la Casa del Padre.
  7. Los redimidos están para siempre con el Señor.
arrow_upward Arriba