VIVIR
A - Verbo
Jayah (2421, הָיָָה), «vivir». Este verbo, que tiene cognados en la mayoría de las lenguas semíticas (excepto acádico), se halla 284 veces en todos los períodos del hebreo bíblico. La raíz básica del verbo connota «tener vida»: «Y vivió Adán 130 años» (Gén. 5:3). Un significado similar se encuentra en Núm. 14:38 y Jos. 9:21.
La forma intensiva de jayah significa «preservar la vida»: «Dos de cada especie meterás en el arca, para que tengan vida contigo» (Gén. 6:19). El término puede significar también «vificar» («dar vida») o «reavivar»: «Yo habito en la altura y la santidad, pero habito también con el quebrantado y humilde de espíritu, para reavivar el espíritu de los humildes y para vivificar el corazón de los quebrantados» (Isa. 57:15 RV-95).
«Vivir» es más que existencia física. Según Deut. 8:3, «no solo de pan vivirá el hombre, mas de todo lo que sale de la boca de Jehová vivirá el hombre». Dijo Moisés a Israel: «Yo te mando hoy que ames a Jehová tu Dios… para que vivas y seas multiplicado» (Deut. 30:16).
B - Nombre
Jay (2416, חַַי), «ser viviente; vida». Este vocablo solo se usa en la fórmula de juramentar «vive X», literalmente, «por la vida de X»: «¡Vive Jehová, que si les hubierais conservado la vida, yo no os mataría!» (Jueces 8:19). Esta fórmula apela al poder de algún superior para validar una declaración. En Jueces 8:19 Dios es testigo del juramento de Gedeón de matar a sus enemigos y de su declaración de que ellos se buscaron este castigo. Un uso similar se encuentra en Gén. 42:15 donde es a Faraón y su poder al que se apela: «En esto seréis probados: Vive Faraón, que no saldréis de aquí, sino cuando vuestro hermano menor viniere aquí». En 1 Sam. 1:26 Ana se vale de una frase parecida cuando apela al propio Elí a que dé fe de lo que acaba de decir: «Y ella dijo: ¡Oh, señor mío! Vive tu alma, señor mío, yo soy aquella mujer que estuvo aquí junto a ti orando a Jehová». Solo Dios jura por su propio poder: «Entonces Jehová dijo: Yo lo he perdonado conforme a tu dicho. Mas tan ciertamente como vivo yo, y mi gloria llena toda la tierra» (Núm. 14:20-21).
La modalidad femenina del nombre, jayyah, quiere decir «ser viviente» y se aplica en particular a animales. Cuando se usa de esta manera, el vocablo por lo general indica animales salvajes a diferencia de domésticos: «Se acordó Dios de Noé, y de todos los animales, y de todas las bestias que estaban con él en el arca» (Gén. 8:1). En Job 37:8 el término se refiere a animales feroces: «Las bestias entran en su escondrijo, y se están en sus moradas». El mismo vocablo puede connotar «bestias malvadas»: «Ahora pues, venid, y matémosle y echémosle en una cisterna, y diremos: Alguna mala bestia lo devoró» (Gén. 37:20). Matizando un poco más, el término describe los animales terrestres a diferencia de las aves y de los peces: «Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra» (Gén. 1:28).
Pocas veces jayyah se refiere a animales domesticados: «Tendrán ellos las ciudades para habitar, y los ejidos de ellas serán para sus animales, para sus ganados y para todas sus bestias» (Núm. 35:3). A veces la palabra se refiere a seres vivientes en general: «Y en medio de ella la figura de cuatro seres vivientes» (Ezeq. 1:5). En pasajes como estos el vocablo es sinónimo del término hebreo nepesh («alma, vida, ser»).
El plural de jay es jayyîm, un término general que indica «vida» en oposición a «muerte». Esta acepción se encuentra en Deut. 30:15: «Mira, yo he puesto delante de ti hoy la vida y el bien, la muerte y el mal». Obsérvese también Gén. 27:46: «Y dijo Rebeca a Isaac: Fastidio tengo de mi vida, a causa de las hijas de Het». Un segundo matiz del plural quiere decir «vida», o sea, los días de nuestra vida: «Sobre tu pecho andarás, y polvo comerás todos los días de tu vida» (Gén. 3:14). La misma idea se encuentra en Gén. 23:1: «Fue la vida de Sara ciento veintisiete años; tantos fueron los años de la vida de Sara». El «aliento de vida» en Gén. 2:7 es el aliento que trae «vida»: «Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente».
El «árbol de vida» es aquel que ofrece «vida eterna» o perdurable. En otras palabras, sus frutos dan «vida»: «Jehová Dios hizo nacer de la tierra todo árbol delicioso a la vista, y bueno para comer; también el árbol de vida en medio del huerto» (Gén. 2:9). Otro matiz del vocablo sugiere una calidad especial de vida, la vida como un don especial de Dios (un don de salvación): «A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia» (Deut. 30:19). El plural de la palabra puede indicar «personas vivientes»: «Y se puso entre los muertos y los vivos; y cesó la mortandad» (Núm. 16:48).
C - Adjetivo
Jay (2416, חַַי), «vivo o viva; viviente». El término tiene cognados en ugarítico, cananeo, fenicio, púnico y arameo. Se encuentra unas 481 veces en todos los períodos del hebreo de la Biblia.
El vocablo jay se usa como nombre y también adjetivo. Como adjetivo califica a personas, a animales y a Dios, pero nunca a plantas. En Gén. 2:7 el adjetivo junto con el nombre nepesh (alma, persona, ser) quiere decir «ser viviente»: «Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente». El mismo conjunto de palabras se usa en Gén. 1:21, aunque con un significado un poco diferente: «Y creó Dios… todo ser viviente que se mueve, que las aguas produjeron según su género». En este caso un nepesh viviente («creatura») es un animal. En Deut. 5:26 se menciona a Dios como el Dios «viviente», a diferencia de los ídolos y dioses sin vida de los paganos.
Con un matiz más marcado, jay describe carne (animal o humana) subcutánea o «carne cruda». En Lev. 13:10 se comenta que la lepra descubría la carne «viva» (jay): «Si al examinarlo el sacerdote observa un tumor blanco en la piel, el cual ha hecho que el vello mude de color, y también se descubre la carne viva» (RV-95). Los mismos términos (basar jay) se aplican a la carne cruda de un animal despellejado: «Da carne que asar para el sacerdote; porque no tomará de ti carne cocida, sino cruda» (1 Sam. 2:15).
Cuando se aplica a líquidos, jay quiere decir «corriente»; algo que fluye. Se usa en sentido figurado para describir algún objeto que se mueve: «Cuando los siervos de Isaac cavaron en el valle, y hallaron allí un pozo de aguas vivas» (Gén. 26:19). En Jer. 2:13, la versión LBD traduce «agua vivificante» o agua que da vida (cf. Jer. 17:13; Zac. 14:8). Cantares usa el término en una figura descriptiva de una esposa; es un «pozo de aguas vivas» (4:15). Lo que la figura enfatiza no es tanto que el agua fluye sino que se renueva; no está estancada y por eso es refrescante y agradable para beber.