CANAÁN, CANANEOS
Kena˓an (3667, כְנַעַַן), «Canaán»; kena˓anî (3669, כְנַעֲנִִי), «cananeo; mercader». En 9 ocasiones «Canaán» es el nombre de una persona y 80 tiene que ver con un lugar. A los descendientes de «Canaán», habitantes de la tierra del mismo nombre, se les llaman 72 veces «cananeos». La mayoría de los casos aparecen de Génesis a Jueces, aunque también están diseminados por todo el Antiguo Testamento.
La primera vez que una persona lleva el nombre de «Canaán» es en Gén. 9:18: «Cam fue el padre de Canaán» (cf. Gén. 10:6). Al final de una lista de las naciones que descendieron de «Canaán», Gén. 10:18-19 añade: «Después se dispersaron los clanes de los cananeos. La frontera de los cananeos abarcaba desde Sidón hasta Gaza» (RVA). «Canaán» es la tierra al oeste del Jordán, como lo indica Núm. 33:51: «Cuando hayáis cruzado el Jordán a la tierra de Canaán» (cf. Jos. 22:9-11). Cuando Dios lo llamó, Abram partió «hacia la tierra de Canaán. Después llegaron a la tierra de Canaán… Los cananeos estaban entonces en la tierra» (Gén. 12:5-6). Más adelante, Dios prometería a Abram: «A tus descendientes daré esta tierra… [la tierra de los] cananeos» (Gén. 15:18-20; cf. Éx. 3:8, 17; Jos. 3:10).
«Cananeo» es un término general para todos los hijos de «Canaán»: «Cuando Jehová tu Dios te haya introducido en la tierra a la cual entrarás para tomarla en posesión, y haya expulsado de delante de ti a muchas naciones… [de los] cananeos» (Deut. 7:1 RVA). Uno de estos pueblos son los amorreos, cuya maldad, le dice Dios a Abram, «no ha llegado al colmo» (Gén. 15:16; cf. Jos. 24:15, 18).
«Cananeo» tiene también especificidad como nombre de un pueblo: «Los cananeos habitan junto al mar y en la ribera del Jordán» (Núm. 13:29 RVA; cf. Jos. 5:1; 2 Sam. 24:7). Puesto que eran comerciantes, «cananeo» llega a ser símbolo de «mercader», en Prov. 31:24 y Job 41:6. Es notable que Oseas, al referirse a los pecados de Israel, dice: «Como mercader [cananeo] que tiene en su mano balanza falsa, él ama la opresión» (Oseas 12:7 RVA; cf. Sof. 1:11).
Gén. 9:25-27 imprime desde el principio un significado teológico sobre «Canaán»: «Maldito sea Canaán. Sea el siervo de los siervos de sus hermanos… Bendito sea Jehová, el Dios de Sem, y sea Canaán su siervo. Engrandezca Dios a Jafet… y sea Canaán su siervo». Proféticamente, Noé impuso está maldición sobre «Canaán» porque su padre vio la desnudez de Noé y se lo contó sin pudor a sus hermanos. El pecado de Cam, profundamente arraigado en su hijo menor, se puede ver en la historia posterior de los cananeos. Con la amonestación: «Tampoco haréis como hacen en la tierra de Canaán a la cual os llevo», Lev. 18:3ss enumera extensamente las perversiones que se les prohibió a Israel. La lista concluye con otra amonestación: «No os contaminaréis con ninguna de estas cosas, porque con todas estas cosas se han contaminado los pueblos que yo echo de delante de vosotros» (Lev. 18:24 RVA).
Fue muy específica la orden de destruir a los «cananeos»: «Cuando Jehová tu Dios las haya… derrotado, entonces destrúyelas por completo… Derribaréis sus altares, romperéis sus piedras rituales… Porque tú eres un pueblo santo para Jehová tu Dios» (Deut. 7:2-6 RVA). Sin embargo, demasiado a menudo la casa de David y Judá «edificaron lugares altos, piedras rituales y árboles de Asera, en toda colina alta y debajo de todo árbol frondoso. También había en el país varones consagrados a la prostitución ritual, e hicieron conforme a todas las prácticas abominables de las naciones que Jehová había echado de delante de los hijos de Israel» (1 Reyes 14:23-24 RVA; cf. 2 Reyes 16:3-4; 21:1-15). Las naciones que se mencionan eran «cananeos»; en esta forma «cananeo» llegó a ser sinónimo de toda suerte de perversión moral y religiosa.
Este hecho se refleja en Zac. 14:21: «Y en aquel día no habrá más mercaderes [«cananeos»] en la casa de Jehová de los Ejércitos». A un «cananeo» no se le permitía entrar en el tabernáculo o templo; nunca más podría entrar en la casa del Señor uno de su pueblo que practicase las abominaciones de los «cananeos».
Esta profecía habla de los últimos días y se cumplirá en la Nueva Jerusalén, según 1 Tim. 21:27: «Jamás entrará en ella cosa impura o que hace abominación y mentira» (cf. 1 Tim. 22:15).
Los dos vocablos, «Canaán» y «cananeo» se encuentran en el Nuevo Testamento en Hechos 7:11 y 13:19.