ARCA

˒Arôn (727, ארון), «arca; ataúd; cofre; caja». El vocablo tiene cognados en fenicio, arameo, acádico y arábigo. Se encuentra unas 203 veces en el hebreo bíblico durante todos los períodos.

En Gén. 50:26 la palabra representa un ataúd o sarcófago (tiene el mismo significado en fenicio): «Y murió José a la edad de ciento diez años; y lo embalsamaron, y fue puesto en un ataúd en Egipto». Este sarcófago fue quizás uno bien trabajado, como los tantos que se han encontrado en Egipto.

Durante el reinado de Joás, cuando se reparó el templo, el dinero de los trabajos se depositaron en un «cofre» con un agujero en la tapa. El sumo sacerdote Joiada lo preparó y colocó en la entrada del templo (2 Reyes 12:9).

En la mayoría de los casos, ˒arôn se refiere al «arca del testimonio». Este mueble funcionaba principalmente como un receptáculo. Como tal, la palabra se modifica a menudo por los nombres o atributos divinos. En 1 Sam. 3:3, el nombre divino modifica primero a ˒arôn: «Samuel estaba durmiendo en el templo de Jehová, donde estaba el arca de Dios». El nombre de Dios que se relaciona con el pacto, Jehová (Yahveh), modifica a ˒arôn por vez primera en Jos. 4:5. En Jueces 20:27 se encuentra la primera ocasión en que figura la frase el «arca del pacto de Elohîm». 1 Sam. 5:11 usa la frase «el arca del Dios [˒Elohîm] de Israel» y 1 Cr. 15:12 emplea «el arca de Jehová [Yahveh] Dios [˒Elohîm] de Israel».

A veces los atributos divinos reemplazan el nombre divino: «Levántate, oh Jehová, al lugar de tu reposo, tú y el arca de tu poder» (Sal. 132:8). Otro grupo de adjetivos enfocan en la redención divina (cf. 1 Tes. 8:5). Es así como ˒arôn se describe a menudo como «el arca del pacto» (Jos. 3:6) o «el arca del pacto de Jehová» (Núm. 10:33). Como tal, el arca contenía las evidencias de los hechos redentores de Dios: las tablas en las que estaban inscritos los Diez Mandamientos, un gomer (1,76 litros) de maná y la vara de Aarón (cf. Éx. 25:21; Deut. 10:2; Éx. 16:33-34; Núm. 17:10). Ya por los tiempos de Salomón solamente las tablas quedaban en el arca (1 Reyes 8:9). El cofre también se llamaba «el arca del testimonio» (Éx. 25:22), porque contenía las dos tablas que eran evidencia de la redención divina.

Éx. 25:10-22 nos dice que el arca se construyó de madera de acacia con una medida de 1,80 m (largo) por 1,35 (ancho) por 1,35 (alto). Estaba forrado de oro por dentro y por fuera, y con su moldura de oro. En cada una de sus cuatro patas había una argolla de oro en la parte superior atravezadas con varas de acacia en oro, que no podían quitarse y que servían para cargar el arca. La tapa de oro o propiciatorio tenía las mismas dimensiones que la superficie del arca. Dos querubines de oro estaban sentados encima del arca frente a frente, en representación de la majestad celestial (Ezeq. 1:10) que rodea al Dios viviente.

Además de contener memoriales de la redención divina, el arca representaba la presencia de Dios. Estar delante del arca equivalía a estar en la presencia de Dios (Núm. 10:35), aunque su presencia no se limitaba a la misma (cf. 1 Sam. 4:3-11; 7:2, 6). El arca dejó de tener esta función sacramental cuando Israel comenzó a considerarlo como una caja mágica con poder sagrado (palladium).

Dios prometió reunirse con Moisés frente al arca (Éx. 25:22). De esta manera, el arca funcionaba como un lugar donde se recibía la revelación divina (Lev. 1:1; 16:2; Núm. 7:89). El arca sirvió de instrumento mediante el cual Dios guiaba y defendía a Israel durante su peregrinaje en el desierto (Núm. 10:11). En fin, fue sobre esta misma arca que el más insigne de los sacramentos de Israel, la sangre de propiciación, se presentaba y recibía cada año (Lev. 16:2ss).

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