Índice general
Epístola universal de Judas
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(Fuente autorizada: biblecentre.org)
1 - Introducción
Esta breve epístola, que un comentarista ha titulado “Hechos de los Apóstatas”, hace frente a la infiltración nociva de los falsos maestros y su abierta corrupción. Las primeras asambleas, no mencionadas, a quienes está dirigida esta epístola, corrían un serio peligro. Era indispensable condenar el mal enérgicamente y, al mismo tiempo, brindar una instrucción positiva para la verdadera edificación de los santos. Por lo tanto, Judas no escatima palabras. Con el corazón de un verdadero pastor cita una serie de ejemplos útiles para exponer de manera concluyente el carácter de los astutos y malvados hombres que atacaban al testimonio de aquel entonces. La autenticidad de esta breve epístola fue puesta en duda muy pronto y también se esgrimieron algunos argumentos para poder atacarla. Algunos afirmaban que algunos de sus detalles peculiares requerían un estudio más cuidadoso, por ejemplo: si Judas citaba, o no, literatura apócrifa respaldada por los gnósticos durante el siglo segundo. Esto llevó a algunos a pensar con prejuicio en contra de esta epístola.
Sin embargo, hay pruebas suficientes de que esta carta fue escrita en el tiempo de los apóstoles y profetas del Nuevo Testamento. Se encuentra incluida en el listado de los llamados fragmentos muratorianos (escritos en el 175 d.C.) y, sin duda, era muy conocida para los tertulianos (150-230 d.C.). Clemente de Alejandría usó partes de su texto (¿?160-220 d.C.) y hasta existe la posibilidad de que haya escrito un comentario sobre esta epístola. Orígenes de Alejandría (185-253 d.C.) se refirió a ella como “una carta concisa pero llena de palabras fortalecidas con gracia celestial”. En una carta que le envió la asamblea de Esmirna a otra asamblea (155/156 d.C.) se menciona esta Epístola de Judas. Toda esta evidencia hallada en el siglo segundo impone su aceptación. Nosotros, ciertamente, no dudamos de su inspiración divina y del lugar que tiene en las Sagradas Escrituras.
Al comparar 2 Pedro 2:2, 4-5, 11, 17 y Judas 4-18, algunos han sugerido que los dos escritores estaban combatiendo contra el mismo error que había comenzado en Corinto y que luego se diseminó. Es probable que Pedro le haya enviado una copia de su segunda epístola a Judas y que este haya enviado una carta en un tono similar a las asambleas por las que estaba particularmente preocupado porque realizaba en ellas un servicio personal. [1] Su principal objetivo era advertir: “¡Cuidado con los apóstatas!”
[1] No hay nada que indique que estos escritores se hayan copiado el uno del otro como algunos sugieren. Nosotros creemos firmemente que ambos han sido inspirados por el Espíritu Santo. Esto último no puede ser afectado porque ellos se citen mutuamente. Lucas, por ejemplo, investigó algunas cosas a fin de escribir su evangelio ordenadamente (Lucas 1:2-3).
El incipiente gnosticismo, que muy temprano había surgido en las iglesias, se dispersó con maligna energía amenazando con corromper el testimonio para Cristo. Judas nos presenta el desarrollo de la apostasía de la cristiandad desde la acción de sus primeros integrantes, que entraban imperceptiblemente para contaminar a las asambleas, hasta el vergonzoso final que tendrá lugar cuando el Señor Jesús venga para ejecutar sus juicios. Este proceso no se detendrá hasta dicho final, el cual ya está determinado. Esto se revela claramente en los detalles proféticos que nos brinda el libro de Apocalipsis. Judas tiene un estilo de escritura breve, pero examina los principales rasgos de la apostasía con energía y precisión. A pesar de su brevedad, esta epístola tiene un gran peso y un extenso alcance. Los peligros del sincretismo religioso son expuestos en diversas epístolas, como por ejemplo en la de Colosenses. Las instrucciones que recibimos mediante las preciosas comunicaciones de la Palabra de Dios, que son de provecho mientras dura el día de la gracia, nos confirman que Él siempre triunfa sobre el mal.
El lugar de origen y el destino de esta carta los desconocemos. Los eruditos opinan que fue escrita entre los años 67 y 80 d.C. La Segunda Epístola de Pedro fue escrita entre los años 67 y 68 d.C.; por lo tanto, después de recibir la mencionada Epístola de Pedro, Judas pudo haber enviado su carta a aquellos con quienes tenía una estrecha relación. La diferencia fundamental entre la Epístola de Pedro y la de Judas es que el primero habla acerca del pecado, mientras que el segundo se refiere a la apostasía. Pedro predice que se levantarán falsos maestros (2 Pe. 2:1; 3:3), mientras que Judas afirma que estos ya se han infiltrado.
2 - Saludos y objetivo de la epístola
2.1 - Versículo 1
El autor se menciona a sí mismo como «Judas, siervo de Jesucristo y hermano de Jacobo». Judas se describe como un esclavo de Cristo. Su servicio brindado por medio de esta carta no será superficial, sino que redundará en un beneficio duradero para el pueblo de Dios. Si efectivamente Judas es medio hermano de nuestro Señor, como se desprende de toda la evidencia bíblica, él no toma ventaja de esta situación. La referencia que hace de los apóstoles parecería indicar que no era uno de ellos, aunque una profunda modestia podría haberlo impulsado a escribir de esta manera. Sin embargo, la gravedad de lo que se estaba viviendo en aquellos días, seguramente lo hubiera obligado a invocar su autoridad de apóstol, si él hubiera sido uno de ellos. El único Judas mencionado en las Escrituras como el hermano de Santiago es Judas el hermano del Señor. Santiago (Jacobo) era medio hermano de nuestro Señor (Mat. 13:55; Marcos 6:3). Aunque los hermanos del Señor no creyeron en Él mientras estuvo aquí en la tierra (Mat. 12:46; Marcos 3:32; Lucas 8:19 y Juan 7:3-9), los encontramos en medio de los discípulos al comienzo de los Hechos de los Apóstoles (1:14), y notemos que Santiago llegó a ser un importante líder de la Asamblea de Jerusalén (Hec. 15:13; 21:18; Gál. 2:9).
El nombre Judas significa «alabanza». No hay nada digno de alabanza en los hombres, sin embargo, el autor concluye, ya lo veremos, con una triunfante doxología de alabanza. La alabanza que le había sido confiada a Israel, ahora está a cargo de aquellos que están en una nueva relación con Dios. La iglesia del Dios vivo es la habitación de Dios a través del Espíritu, por medio del cual debería elevarse la alabanza y la adoración. Sin embargo, ¡observamos que, así como Israel fracasó en esto, también ha fracasado la iglesia!
Judas se refiere a sus lectores como «santificados» (algunos traductores prefieren «amados»), «guardados» y «llamados». Estas tres características solo pueden pertenecer a verdaderos cristianos. Solo ellos son «santificados» (o amados), «guardados» y «llamados». Los creyentes son el objeto permanente de los cuidados y el amor de Dios. Ellos están preservados, es decir están a salvo del mal. Dios los guarda en medio de los tiempos turbulentos. Aunque muchos valoran muy poco a estos santos, Dios los ha elegido (1 Cor. 1:26), los sostiene y les provee lo necesario para que puedan andar como es digno de su llamamiento (Efe. 4:1). La iglesia se estaba enfrentando con falsos maestros, por lo tanto, era de vital importancia reconocer a los verdaderos creyentes. Los rasgos que hemos considerado distinguen claramente a un creyente de un incrédulo. Y hoy en día es importante que podamos reconocer a un verdadero cristiano. En esta epístola encontramos muchas citas del Antiguo Testamento en muy poco espacio, por lo que podemos deducir que los destinatarios eran judíos cristianos. La mención de breves citas y alusiones, y no de textos completos, muestra que los receptores estaban familiarizados con lo fundamental de lo que se estaba citando. Unas pocas palabras expresan el concepto que el autor quiere comunicar. Los lectores de esta epístola en su mayoría eran judíos, pero como la misma no aclara a quienes está dirigida, debemos considerarla una epístola católica o universal. Además, es muy raro que el error se localice o se concentre en un punto de la historia, sino que se va transmitiendo y sigue contaminando a lo largo del tiempo.
2.2 - Versículo 2
«Misericordia, paz y amor os sean multiplicados» es el ruego ferviente de Judas a favor de sus lectores. En estos tiempos difíciles debemos evaluar detenidamente cuánto necesitan nuestras almas de estos tres elementos de la provisión Divina. Ellos no solo cumplen con la función de ofrecer en esta epístola una breve introducción antes de pasar al tema principal de la misma. En este saludo aparece peculiarmente por única vez la palabra «misericordia» como parte de un ruego a favor de un grupo de creyentes. Cuando el apóstol Pablo dirigía sus cartas a individuos, como a Timoteo o a Tito, utilizaba la palabra misericordia, de otro modo empleaba siempre las palabras «gracia» y «paz».
La necesidad adicional de misericordia es pertinente debido a la severidad de la prueba que tenían ante ellos. El espíritu del anticristo mencionado en las epístolas de Juan, espíritu de rebelión y desorden, estaba activo en aquel entonces de la misma manera que lo está hoy en día. Vivimos en una sociedad donde el respeto se ha perdido. No se respeta la verdad de Dios, ni a las autoridades, ni la dignidad personal, por lo que, cada vez más, necesitamos ser bendecidos con la misericordia de Dios. ¡Que esta misericordia se multiplique para guardar a los santos en medio de las pruebas que buscan impedir su crecimiento espiritual!
2.3 - Versículo 3
Judas hubiera deseado escribir una carta mucho más placentera, incluso nos da la impresión de que él ya tenía algo preparado para exponer acerca de los principios de la fe cristiana. Pero había que encarar con urgencia una situación difícil. Judas reconoce la seriedad del problema y se siente impulsado a escribir al respecto. Todos queremos recibir cartas agradables, sin embargo, cuando nuestras necesidades así lo requieren, lo más importante es que sean sinceras antes que agradables. Judas tenía un gran deseo de escribir acerca de la común salvación. Un tema grandioso sobre el cual él bien podía haber escrito. Yo supongo que este deseo lo encontramos cumplido en la Epístola de Pablo a los Romanos. Pablo no se avergonzaba del evangelio, porque es «poder de Dios para salvación a todo el que cree» (Rom. 1:16). Por supuesto, no todo mensaje religioso constituye el «evangelio de vuestra salvación» (Efe. 1:13), sino la Palabra de verdad que presenta el evangelio como la declaración de que Cristo pagó absolutamente el precio de nuestra eterna salvación. Cualquier otro evangelio que no brinde descanso y paz en cuanto a la seguridad de nuestra eterna salvación, no tiene nada que ver con la común salvación.
El desafío positivo y práctico de esta carta era contender (agonisomai) por la fe, es decir, la verdad una vez dada a los santos. [2] Esta última frase debe ser interpretada como el conjunto de doctrinas cristianas enseñadas por los apóstoles (Hec. 2:42) y que para nosotros fue revelada (Gál. 3:23). Esta doctrina fue dada por revelación e inspiración y no por el trabajo de teólogos, ni por el desarrollo intelectual de hombres ingeniosos. Es por esta doctrina que hay que contender. No hay que cambiarla, mutilarla ni negarla. En estos días no es algo muy popular contender por la fe, especialmente si tenemos algunos amigos que se han desviado y tenemos que enfrentarnos con la separación. “Debemos soportar las cosas tal como son. Mejor dejar las cosas como están que mover un avispero”. Esta no es la forma de actuar del escritor inspirado. Él se ocupa del tema con valentía y exhorta a sus lectores a una acción fiel. Ignorar el ingreso del mal y de los falsos maestros, muy pronto provocaría corrupción en la Iglesia y el debilitamiento de su testimonio. Peor todavía, esto traería deshonra al nombre de Cristo.
[2] J.N. Darby escribió una selección de artículos muy útiles que han sido recopilados con el título: “La fe que una vez fue dada a los santos”. Un libro de agradable presentación rústica ha sido publicado por nuestros colegas de G.B.V (Good News Publications), Alemania. Disponible también en Chapter Two, Londres. Escriba solicitando un ejemplar gratis.
La fidelidad de un santo del Antiguo Testamento es un notable ejemplo que nos hace pensar en la obra de Judas. Una porción de la herencia que Dios le había dado a su pueblo estaba a punto de ser arrebatada por los filisteos. Esta porción solo era un terreno de lentejas, pero aquel santo permaneció en medio de él y lo defendió (2 Sam. 23:12). La herencia de los santos es algo que no debemos considerar con poca seriedad o livianamente, porque es la verdad que nos ha dado Dios. La doctrina tenía fundamental importancia para los escritores del Nuevo Testamento. Para ellos no se trataba de teología superficial, sino de aquello que formaba parte de sus vidas. Lo consideraban muy importante. Una fe recta y sincera conducirá a una vida piadosa. Este es el tema que primariamente le interesa desarrollar a Judas en su epístola. El Espíritu lo condujo a exhortar a sus lectores a que permanezcan firmes en la defensa de la verdad de Dios. Era necesario luchar para mantener el conjunto de las verdades cristianas. Debemos notar la fuerza de la expresión: «que una vez fue enseñada a los santos», en contraposición a la que normalmente leemos en nuestras biblias: «ha sido una vez dada». Lo que nos fue dado al principio, tiene autoridad sobre nosotros hoy en día. Judas considera que la enseñanza apostólica debe ser una normativa para los hijos de Dios. Sin embargo, el alejamiento de la Asamblea de su estado primitivo es un hecho que observamos en todo lugar. No obstante, el objetivo de Judas no es enseñarnos acerca de la separación que debemos mantener en relación con los desvíos, sino hacer hincapié en la fe santa que debe manifestarse en nuestras vidas.
Dios, en su gracia, ha permitido una recuperación de aquella fe en los dos últimos siglos. ¿Qué nos queda de lo que ha sido recuperado? ¿Desperdiciaremos nuestra rica herencia para volver a la corrupción de la cristiandad? No pensemos que Dios, en su gracia, va a conceder una nueva recuperación de la verdad que una vez nos fue dada. Es más, ¡deberíamos considerar los desvíos de aquellos que profesaban haber recuperado la verdad! ¿Puede ser posible que tengamos la posesión de la verdad recuperada y practiquemos cosas totalmente opuestas? En los últimos años se han producido innumerables divisiones y divergencias. Muchos cristianos que, en alguna medida, se ocupaban en efectuar el llamamiento a dejar Babilonia y retornar al Centro divino, han tenido que ser recuperados más tarde del error. ¿Qué deberían haber hecho? Tendrían que haber vuelto a la Palabra de Dios y abandonar el progresivo error y sus malas prácticas que se toleran desde hace más de cien años.
2.4 - Versículo 4
Ningún falso maestro concurriría a una reunión cristiana portando una enorme pancarta con la inscripción: “Soy un falso maestro”. Por el contrario, él no declarará inmediatamente su blasfemia en contra de Cristo. De hecho, muchos de estos falsos maestros se engañan a sí mismos (2 Tim. 3:13). El apóstol Pedro había advertido acerca de ellos (2 Pe. 2:1) y, por cierto, estos malvados ya se estaban infiltrando con sigilo. En los primeros días de la Iglesia esto no había sido posible, debido a que nadie, a menos que fuera un verdadero creyente, se atrevía a juntarse con los santos (Hec. 5:13); sin embargo, la corrupción se manifestaría pronto en el testimonio público encomendado al hombre. Judas dice que «han entrado con disimulo ciertos hombres». Esta sutil intrusión sigue efectuándose en nuestros días. En consecuencia, y al considerar la santidad de la Casa de Dios, tenemos la obligación de vigilar. Estos hombres no solo entran encubiertamente, sino que también asumen el rol de maestros. Pero, ciertamente no son maestros de la Palabra de verdad.
Una grave tergiversación de la doctrina de la gracia es otra de las características de la conducta de estos falsos maestros. Para practicar el mal, ellos se escudan en la gracia de Dios y su abundante perdón. Este comportamiento no es nuevo ni aislado y no estaba destinado a ser suprimido de la historia de la Iglesia. El apóstol Pablo trata este tema en Romanos 6 con abundantes lecciones para todos los cristianos. Lo trágico de todo esto es que estos falsos maestros del primer siglo habían sido señalados de antemano y su conducta había sido prevista mediante escritos (progegrammenoi). La Palabra de Dios profetiza acerca de ellos con claridad. No obstante, su conducta no estaba programada por Dios para que actúen de determinada forma y luego sean sometidos a juicio. Sin duda, ellos eran vasos preparados para destrucción, pero su condenación era la consecuencia de los pecados cometidos por ellos bajo su propia responsabilidad. De ninguna manera el veredicto de Dios podía ser favorable para esta clase de gente.
Los motivos están expuestos:
a) Ellos eran malvados, irreverentes e impíos. Esta palabra «impíos» (asebhj –asebes) es una palabra clave que aparece en Judas varias veces. Ella sugiere una falta de respeto hacia Dios y una indiferencia por las cosas divinas. En cierto sentido ellos eran ateos, ¡incluso mientras profesaban tener fe en Dios!
b) Además, tornaban la gracia de Dios en lascivia (o libertinaje). Su comportamiento escandaloso era nocivo para la moral pública. Sus hechos vergonzosos estaban marcados por una displicencia violenta y una perversión descontrolada. Todo esto, a pesar de que ellos pretendían hacer uso de la libertad cristiana, demostraba que eran hombres carnales que perseguían sus más bajos deseos.
c) Ellos renegaban de nuestro «único Soberano y Señor» (v. 4) por medio de su comportamiento. Notemos que la palabra «Dios» no aparece en los manuscritos más antiguos, por lo que esta expresión se refiere específicamente a Cristo. También es digno de notar que hay dos palabras utilizadas para «Señor»: «despothj» (despotes) y «kurios» (kurios). Ellos repudiaban a Cristo como el «único» Maestro (despotes) por medio de lo que hacían, más que por lo que decían. Pero, también ponían en tela de juicio la soberana autoridad que Cristo tiene sobre todo lo que le pertenece.
Dios enseña que el creyente debe renunciar «a la impiedad y a los deseos mundanos» (Tito 2:12). Esta clase de conducta es abiertamente tolerada en nuestros días, e incluso hasta es festejada en algunas denominaciones de la cristiandad. Esto demuestra que no hay sujeción a la autoridad de Cristo. Por el contrario, el sello legítimo de todo verdadero creyente es su obediencia a la Palabra de Dios. «Si me amáis» –dijo el Señor–, «guardad mis mandamientos» (Juan 14:15).
3 - El peligro de la apostasía
3.1 - Versículos 5 al 7
Los lectores de esta epístola conocían muy bien lo expuesto por Judas en estos versículos; sin embargo, necesitaban que él les recordara todas estas cosas. Era necesario que estos creyentes pudieran discernir la magnitud moral del asunto y, en consecuencia, afrontar las responsabilidades que ellos tenían en el ámbito local. ¡Cuántas veces esto nos ocurre a nosotros! Conocemos la Verdad, nuestras almas se muestran muy vitales, trabajamos con renovada energía, pero, algo ocurre y necesitamos regresar al punto de partida. Judas dirige la atención de sus lectores hacia algunos datos históricos del Pentateuco. Estas cosas, según lo que leemos en Romanos 15:4, han sido escritas para nuestra enseñanza. Por lo tanto, encontraremos en ellas lecciones morales que necesitamos aprender muy bien.
En estos versículos Judas nos ofrece tres ejemplos:
1) Israel, pueblo salvado de Egipto, exhibía características externas de su liberación, pero carecía de una realidad espiritual interna (1 Cor. 10:5). En Números 13 y 14 leemos acerca de la incredulidad del pueblo. Todos, excepto Josué y Caleb (Núm. 14:38), eran incrédulos. La fe es un requisito espiritual fundamental; la falta de fe, en cambio, es la raíz de toda desobediencia. Judas tiene en mente presentar una serie de eventos del viaje de Israel por el desierto, parecidos a los que encontramos en 1 Corintios 10, pero sin detenerse en alguno en particular. La atracción que ejercía sobre los Israelitas el mundo de Egipto, el cual habían dejado atrás, era para ellos una trampa constante. Hoy también el mundo sigue tentando a los cristianos, pero la fe los capacita para vencer al mundo y sus trampas (1 Juan 5:4).
2) El segundo ejemplo lo encontramos en Génesis 6:1-4. Los ángeles que abandonaron su estado original han sido guardados para el juicio (véase Is. 24:21-22). Si los ángeles, los más exaltados seres, han caído, ¡cuánto deberíamos velar por nosotros mismos! Los ángeles no están exentos de obedecer la Palabra de Dios, ¡nosotros tampoco! Aunque no se nos indica de qué forma, ellos abandonaron su propio dominio en lugar de guardar su elevado rango (principados, dominios), lo cual nos muestra el grado de su desobediencia y de su rebelión. Dios tiene un orden para su creación. Por lo tanto, Él le ha dado un lugar al hombre y a la mujer. La mujer muestra su lugar por medio de la vestimenta sencilla, el cabello largo y su silencio en las reuniones públicas de adoración y oración. El hombre, por otro lado, guardará su lugar teniendo el cabello corto (véase 1 Cor. 11:14) y participando de forma audible en las reuniones públicas antes mencionadas. Cuando no se guardan estas cosas se manifiesta la desobediencia a la Palabra de Dios.
3) En tercer lugar se toma como ejemplo a las ciudades de pecado, Sodoma y Gomorra. En el pasaje de Génesis 13:10 encontramos una detallada ilustración de estas ciudades, y en el libro de Ezequiel 16:46, 50 hay información adicional acerca de ellas. [3] En la región de Zoar había hermosas llanuras de riego, pero esto no contentaba ni satisfacía al pueblo. Ellos querían saciar sus perversiones sexuales yendo en contra del orden establecido en la Creación tanto para los hombres como para los ángeles. Satanás siempre se ha esforzado para corromper el testimonio de la Iglesia de la misma forma. La destrucción de estas ciudades debido a sus vicios es un vívido ejemplo de aquellos que sufrirán el juicio del fuego eterno a causa de sus pecados. Es una clara lección que debemos aprender. Ellos quedan allí como un cadáver exhibido ante la vista de todos.
[3] En Lucas 17:27, el Señor nos brinda una descripción del mundo de Noé que se preparaba para el juicio mientras la gente se daba en matrimonio, etc. En el versículo 28 menciona nuevamente el hecho de que en aquellas ciudades comían y bebían, aunque no menciona que continuaban casándose.
3.2 - Versículo 8
«De la misma manera», estos falsos maestros siguen su camino hacia un juicio seguro sin inmutarse ante los ejemplos precedentes. Sus pensamientos malos se traducían en hechos perversos. Ellos eran culpables de ir en pos de sus caprichos carnales y satisfacer su sensualidad. Esta conducta muestra un espíritu de egocentrismo y rebeldía.
El versículo se refiere con durísimas palabras a la seguridad que estos intrusos tenían de sí mismos y a su espíritu rebelde. Tenían una altísima opinión de sí mismos y despreciaban a todos considerándolos inferiores a ellos. El hecho de que sean llamados soñadores nos indica que cambiaban la realidad por la fantasía. Cuántas veces los falsos maestros se dejan llevar por sus sueños como si fueran una guía o una revelación superior a la sana e inequívoca Palabra de Dios. ¿Hacia dónde conducen estos sueños? Hacia una vida manchada por la corrupción moral. Y aquí, la contaminación moral estaba marcada por la perversión sexual; el versículo anterior nos brinda detalles acerca de la gravísima indulgencia que ellos tenían hacia los vicios contra naturaleza. Cada parte del hombre estaba corrompida; ellos mancillaban la carne al usar sus cuerpos para lograr una perversa satisfacción sensual. En cuanto a las autoridades terrenales, sus almas despreciaban cualquier señorío. En relación con el reino de los espíritus, su actitud estaba marcada por el orgullo. Estos falsos maestros blasfemaban de las potestades superiores, las cuales, creo yo, son las potestades angélicas. Así, en cada esfera en la cual se movían, o en las relaciones que mantenían con los demás, manifestaban su desprecio por lo que, según su opinión, estaba por debajo de ellos.
3.3 - Versículos 9 y 10
Estos versículos nos muestran el claro y contundente contraste que hay entre los que blasfeman contra las potestades y el comportamiento del arcángel Miguel. Además, nos brinda una interesante polarización de conceptos, por un lado, Satanás y su dignidad oficial, [4] y por el otro, la más elevada dignidad de los santos ángeles representada por Miguel. El ejemplo de sumisión que este nos muestra debería servirnos como advertencia en cuanto a nuestro hablar. Muy a menudo escuchamos a cristianos hablando con dudosa elocuencia o frivolidad en cuanto a Satanás y los demonios, mientras que sus palabras deberían ser sobrias y serias. El versículo 9 nos enseña que ni aun el arcángel se atrevió a insultar a Satanás; pero estos falsos maestros estaban siempre listos para desafiar a cualquier autoridad. Ellos no respetaban a ninguna autoridad superior, sin importar si era de los cielos o de la tierra. Solo el Señor Jesús tiene la autoridad para dirigirse al Adversario (Mat. 4:3; 17:18). Estos impíos hablaban en contra de lo que, por ignorancia o ceguera espiritual, no entendían. Aunque tenían un instintivo conocimiento de la vida física, sin embargo, manifestaban corrupción y perversión moral. Eran como animales irracionales, de comportamiento ilógico, sin razón, solo por instinto natural (véase 2 Pe. 2:12 «animales irracionales»). Pero, su comportamiento –lejos de darles satisfacción–, los destruía. A causa de su ignorancia y terca insensibilidad ellos se dañaban a sí mismos.
[4] Aun cuando el Diablo está moralmente muy por debajo del arcángel, esto no lo priva en absoluto de su actual autoridad o trono (comp. Mat. 12:24; Lucas 4:6; Juan 12:31; 14;30; 2 Cor. 4:4; Apoc. 2:13).
La información de este versículo no aparece en el Antiguo Testamento. Sin embargo, en Deuteronomio 34:5-6 se menciona que Dios enterró a Moisés. Un libro apócrifo llamado “La asunción de Moisés” [5] pretende revelar la historia de estos acontecimientos; pero, nosotros solo nos guiamos por lo que Dios nos brinda en su libro, la Biblia. No seguimos fábulas artificiosas porque estamos seguros de que Dios nos ha comunicado su voluntad y nos ha otorgado todo lo necesario para nuestro andar aquí en la tierra.
[5] No he tenido oportunidad de examinar este libro, pero he considerado las afirmaciones de algunos comentaristas a fin de llegar a mis conclusiones.
Los israelitas sabían que Miguel era un gran príncipe (Dan. 12:1). Obras apócrifas y tradiciones judías hacen mención de cuatro o más Arcángeles, aunque las Escrituras solo nos hablan de uno. Pero, nos preguntamos, ¿cómo supo Judas lo que hizo Miguel? También desearíamos saber como hizo el apóstol Pablo para conseguir los nombres de los que resistieron a Moisés (2 Tim. 3:8). Para mí, sin duda, hallamos la respuesta cuando descansamos en la inspiración. Dios nos revela su voluntad y los detalles históricos necesarios, pues de otra manera se perderían. Así ha revelado que estos dos seres espirituales han de enfrentarse nuevamente en el futuro (Apoc. 12:7-9); en aquel día Miguel actuará con firmeza y expulsará a Satanás de los cielos y lo arrojará a la tierra.
La explicación generalmente aceptada de la escena revelada en este versículo es que, como Moisés había pecado, Satanás tenía poder sobre él (Hebr. 2:14) y reclamaba su cuerpo. También se sugirió que el Diablo quería el cuerpo para utilizarlo como un objeto de superstición e idolatría. La respuesta de Miguel es la misma que encontramos en Zacarías 3:2 cuando el Enemigo acusaba al sumo sacerdote Josué: «Jehová te reprenda».
3.4 - Versículo 11
«¡Ay de ellos!». El destino trágico de estas personas y una solemne enseñanza para nosotros están implícitos en esta imprecación de Judas. En los días del ministerio del Señor Jesús aquí en la tierra también se escuchaba la misma advertencia: «¡Ay de vosotros!» (Lucas 6:25-26). Cuántas veces usamos informalmente esta frase; en cambio, el apóstol Pablo la utiliza sin rastros de liviandad cuando dice: «¡Ay de mí si no anuncio el evangelio! (1 Cor. 9:16).
Seguidamente, Judas compara la conducta de estos falsos hermanos con la de tres personas del Antiguo Testamento que han venido a ser un modelo del error. Esos hombres representan la genealogía de la apostasía.
1- El camino de Caín (Gén. 4:1-16) representa la adoración carnal e incrédula. Este hombre fue el primer asesino y tuvo que huir de la presencia de Dios. Y así como Caín no cuidaba de su hermano, estos impíos no cuidan de los hermanos y hasta los envidian. En Hebreos 11:4 Caín es presentado como lo totalmente opuesto a un creyente. Él es el prototipo de la clase de gente que los lectores de Judas estaban enfrentando.
2- El rasgo que más claramente caracterizó a Balaam fue la codicia por un vil lucro. Su error, una marcada codicia religiosa, consistía en la utilización de la verdad de Dios para tratar de realizar la obra de Satanás y, más grave aún, ¡ser recompensado por ello! Los falsos maestros referidos por Judas seguían ansiosamente este error. En su momento Pablo tuvo que enfrentarse con esta clase de gente; por eso instruyó a Timoteo que «gran ganancia es la piedad con contentamiento» (1 Tim. 6:6 y 3:3-10). Ellos pensaban que el aumento de sus riquezas por negociar con la Palabra de Dios era una señal de su piedad, pero el apóstol Juan elogia a los hermanos que por amor al nombre del Señor no aceptaron nada de los gentiles (3 Juan 7). Estos eran devoradores del pueblo (Apoc. 2:14), falsos maestros interesados únicamente en sus honorarios. Ellos enseñaban de buena gana aquello que querían oír los que pagaban; por lo tanto, si alguien demandaba una razón por las doctrinas equivocadas que estaban enseñando, estos falsos maestros podían aducir que ellos solo estaban obedeciendo el mandato de sus amos. ¡El que paga manda!
3- El tercer ejemplo presentado por Judas es el de Coré (Núm. 16). Él era un contradictor, es decir, un usurpador religioso. Su actitud lo llevó a una total apostasía y su consecuente destrucción. Coré se exaltaba a sí mismo y negaba los derechos de Cristo como sacerdote y rey. Él alcanzó notoriedad al desafiar la autoridad que Dios había conferido a los líderes de Israel. De la misma manera, en los días de Judas había hombres que se insubordinaban a la autoridad de los apóstoles y a la autoridad de la Asamblea (véase 1 Tes. 5:12-13; 1 Tim. 5:1; Heb. 13:17; 1 Pe. 5:5, etc.) Entre los santos hay igualdad. Una importante enseñanza del Señor confirma esto: «Uno solo es vuestro Maestro; y vosotros todos sois hermanos» (Mat. 23:8) Pero estos falsos maestros corrompían las relaciones entre los hermanos con el tramposo argumento de que algunos hermanos eran mejores que otros. Sí, somos hermanos y debemos recordar lo enseñado en Filipenses 2:3: «Cada uno estime al otro como superior a sí mismo». Parecería que estos hombres compiten con lo que ha establecido Dios como lo hacía Diótrefes (3 Juan 9-10). Judas identifica muy bien a estos engreídos y problemáticos hombres. Según aprendemos de la rebelión de Coré, estas personas tienen que ser rechazadas. La única forma de escapar del juicio había sido repudiar absolutamente a Coré y separarse de él. Esta referencia de Coré, casi con seguridad, les señalaba el camino de la separación del mal a los lectores bíblicamente instruidos.
3.5 - Versículo 12
En Efesios 5:27 vemos que la belleza de la Esposa no está contaminada con manchas. Ella está absolutamente limpia de toda inmoralidad. Algunos eruditos piensan que una mejor traducción para la palabra «manchas» sería «roca hundida» (spilaj -spilas), algo que nos hace pensar en el peligro que esconden bajo la superficie los icebergs. Así eran estas personas, las que describe Judas, en medio de las fiestas fraternales (agaph - agape). Aparentemente, estas fiestas serían reuniones que hacían los cristianos en las primeras épocas de la Iglesia con el fin de juntarse a comer y concluir la reunión celebrando la Cena del Señor. Parecería que una característica común entre la Cena del Señor y estos ágapes, era la intención que los santos tenían de expresar la unidad del pueblo del Señor y su unión con Cristo como su Cabeza. Pero estos apóstatas eran manchas o defectos en medio de la compañía de cristianos, falsos maestros que se introducían con disimulo en las reuniones cristianas, pero que no tenían un vínculo vital con la Cabeza. Se apacentaban a sí mismos, saciaban sus propias necesidades, buscaban lo suyo. Estos intrusos eran falsos pastores sin un átomo de amor por los demás. La situación nos recuerda a los pastores mencionados en el libro de Ezequiel 34:8, de los cuales Dios dice: «Se apacentaron a sí mismos, y no apacentaron mis ovejas». No solo las descuidaron, también las llevaron por mal camino.
Judas continúa acumulando acusaciones contra estos malvados hombres. Sus palabras dirigidas a estos intrusos son muy duras y toma de la Creación figuras muy adecuadas para ilustrar la impiedad de ellos. Los compara con nubes, árboles, olas y estrellas. ¡Son nubes que prometen bendición de Dios, pero no tienen ni una gota de agua! Hoy en día se manifiesta el mismo carácter en los movimientos carismáticos o en otros movimientos religiosos nuevos: ofrecen una gran perspectiva de bendiciones, pero solo son una burbuja. En Proverbios 25:14 leemos: «Como nubes y vientos sin lluvia, así es el hombre que se jacta de falsa liberalidad». Así como esperamos lluvia de las nubes, esperamos encontrar buenas instrucciones de estos maestros, pero no encontramos ninguna. La supuesta enseñanza superior y la nueva luz que ofrecen estos hombres, en realidad no contiene nada útil para el cristiano.
El final de este versículo nos brinda una ilustrativa metáfora que muestra claramente la vileza y la inutilidad de estos hombres. Judas ahora los compara con ciertos árboles: otoñales, sin frutos, dos veces muertos y desarraigados. Estas expresiones han dado motivo a diferentes interpretaciones, particularmente respecto del significado de la palabra griega «fqinopwrinoj» (phtinoporinos). La Versión Autorizada en inglés la traduce «cuyos frutos se marchitaron»; mientras que Newberry en su versión interlineal prefiere «otoñal». La palabra en cuestión es compuesta y significa “que ya no da más frutos”; implica que la cosecha ya ha pasado y que las ramas del árbol están vacías. De igual manera, estos falsos maestros carecían absolutamente de frutos. Esta carencia manifestaba su inutilidad (Mat. 7:20). Ellos eran doblemente inútiles y desarraigados.
3.6 - Versículo 13
Estos enemigos se comportaban con brutalidad y furia. Judas utiliza aquí metafóricamente la «espuma» de las olas que suelen llevar algas y deshechos en sus crestas para arrojarlas en la costa. Así estos hombres trasladan la basura de sus palabras presuntuosas y blasfemas, que solo dejan esparcidos los desperdicios como de un naufragio. Pero Judas va más allá en su próxima metáfora porque mira al cielo y compara a estos supuestos “iluminadores” con cometas o estrellas fugaces. Él no sugiere que estas estrellas tienen un rumbo indeterminado, sino que mantienen un rumbo fijo situadas en su propia órbita perniciosa, lejos del camino de la Verdad y siguiendo el error y el engaño. Ellos no tienen luz para dar y les aguarda la eterna oscuridad de las tinieblas. Ellos entrarán a la eternidad sin gozar del perdón ni de la expiación; no podrán cubrir sus pecados ni su vergüenza, la cual será exhibida perpetuamente.
3.7 - Versículos 14 y 15
Enoc, séptimo desde Adán (Gén. 5:18), caminó con Dios agradándole en todo. Es muy interesante comparar al séptimo desde Adán con la línea de Caín, porque podremos ver dos comportamientos totalmente contrarios. Poco después de cumplir 65 años, al nacer su hijo Matusalén, Enoc comenzó su peregrinaje. Él vivía en un mundo que se encaminaba a un juicio seguro, pero andaba separado del mal y en comunión con Dios. No obstante, él no vivía aislado de las realidades que lo rodeaban en la escena de su peregrinaje. Por el contrario, estas circunstancias lo fortalecían para caminar rectamente y servir a Dios sin dar un paso en falso en medio de una generación maligna y perversa. Dios le encomendó un servicio a favor de los hombres: como predicador de justicia, debía profetizar y alertar acerca de la ira venidera. Judas, inspirado por Dios, nos revela la profecía que originalmente le fue dada a Enoc.
Un libro novelesco que apareció en el primer o segundo siglo titulado “El Libro de Enoc” no fue más que una obra engañadora que usurpó textos inspirados. Contiene citas y alusiones que carecen de exactitud, y que por sí solas demuestran que Judas no copió nada del mencionado libro. La traducción del etíope [6] al inglés realizada en 1881 por George Schodde contiene el siguiente párrafo que habría copiado Judas: “He aquí, él viene con miríadas santas para hacer juicio contra ellos, y destruirá al impío, y pedirá cuentas a toda carne por todo lo que los pecadores y los impíos han hecho y cometido en contra de él” (Libro de Enoc 1:9). Si hacemos una cuidadosa comparación veremos que Judas no usa las mismas palabras que el libro apócrifo. ¡De hecho el Libro de Enoc muestra al Señor ejecutando sus juicios sobre Sus santos! Sin duda, nuestra conducta y los caminos del piadoso remanente serán revisados en el tribunal de Cristo, pero no se ejecutarán juicios sobre los santos. Estas enseñanzas son absolutamente contrarias al descanso que, según las Escrituras, tenemos los que hemos sido lavados de nuestros pecados por la sangre de Cristo. Lamentablemente, he notado que casi todos los comentaristas modernos (Benton, Baukham, Blagden (1910), y Green, entre otros) sugieren que Judas copió sus versículos del Libro de Enoc. [7] Felizmente hay otros que opinan lo contrario, entre los más destacados: Darby, Gaebelein, Heijkoop, Kelly, Mc Shane.
[6] Desconozco si existe alguna versión completa en griego o en arameo (Ed.).
[7] Si usted tuviera inquietudes o dudas, le recomiendo leer «Collected Writings» (Colección de escritos) de J. N. Darby, volúmenes 6:151-5; 19:83; 23:38; 32:193-4, donde él expone sus investigaciones sobre el tema y llega a conclusiones claras y concluyentes.
3.8 - Versículo 16
Estos falsos maestros eran murmuradores que tenían un latente espíritu de disconformidad. Ellos hablaban cosas infladas para adular a sus pagadores. Esta actitud habla de lo arrogante de su lenguaje. Santiago, el hermano de Judas, condena rotundamente a la lengua arrogante. Pablo también hace mención de esto al evocar lo que les había sucedido a los Israelitas en el desierto (1 Cor. 10:10). En Filipenses 2:14 el apóstol también enseña que las murmuraciones caracterizan a los inconversos.
3.9 - Versículo 17
«¡Recordad!» Es el primero de una serie de imperativos que utilizará Judas en esta epístola, pues era de esperar que algunos se apartarían de la verdad. La causa más frecuente de deterioro espiritual es dejar en el olvido las enseñanzas apostólicas y bíblicas. En 2 Pedro 3:2 leemos: «las palabras que han sido dichas antes por los apóstoles de nuestro Señor Jesucristo», y Judas se refiere a [8] «vuestros apóstoles», que antes habían hablado (repetidas y bien conocidas advertencias) acerca de estos falsos maestros. La mención de los apóstoles nos recuerda sobre qué base está edificada la Asamblea (Efe. 2:22). Ellos no están más entre nosotros, pero sí sus enseñanzas. Lo que ellos aprendieron de Cristo se lo han comunicado a los santos, y estos deben continuar con dicha enseñanza y con la comunión (Hec. 2:42). Las revelaciones en cuanto a la Asamblea, su esperanza, y qué conducta debe seguir ella mientras espera el retorno del Señor, han sido dadas por Cristo mismo. Estas instrucciones fueron dadas a los apóstoles y profetas del Señor, por lo tanto, los impostores fueron descubiertos muy pronto (Apoc. 2:2). Las opciones a elegir son claras: la sana doctrina apostólica o la de aquellos que gobiernan según sus propias palabras y siguiendo las herejías modernas provenientes de los cambiantes maestros del desvío.
[8] Al relacionar las palabras que utiliza aquí Judas y la cuestión de quién es el autor de la epístola, creo que podemos afirmar que Judas era medio hermano del Señor.
3.10 - Versículo 18
Mientras caminaban siguiendo sus malvados deseos, estos burladores se divertían con asuntos que realmente eran muy serios. Este versículo nos muestra su descarado egocentrismo; estos hombres estaban llenos de sí mismos. Con su grandilocuencia trataban de impresionar a otros y, sobre todo, buscaban congraciarse con aquellos que ellos consideraban importantes (Sant. 2:1).
3.11 - Versículo 19
Este versículo nos muestra que estos falsos maestros se separaban a sí mismos. Es decir, ellos no dejaban de concurrir a las reuniones de los santos, sino que hacían una malintencionada distinción entre ellos y los demás. Su trabajo corrupto lo hacían dentro de la asamblea. Ellos provocaban las divisiones con su accionar engañoso ¡pero acusaban a los santos que caminaban en la verdad de ser los verdaderos autores de las mismas! Judas, además, nos dice que estos falsos maestros eran sensuales. Esta palabra, traducida del griego «yucikoj» (psuchicos), nos indica claramente que la vida de estos hombres era controlada por sus pasiones «yuch» (psuche); y se refiere claramente a la vida animal o a la vida que está controlada por los deseos y pasiones de una naturaleza sensual. De manera concluyente, podemos decir que estos hombres no habían nacido de nuevo.
4 - Precauciones contra los apóstatas
4.1 - Versículos 20 y 21
La vida de los verdaderos cristianos contrasta con la vida de los que siguen el error. Los cristianos retienen la fe mientras que los apóstatas la rechazan. Además, los creyentes tienen el Espíritu Santo, oran y se mantienen cerca de Dios mientras esperan el retorno del Señor. Estos versículos exponen la actitud de los verdaderos cristianos, en contraste con la conducta de los falsos cristianos y, además, exhortan a perseverar en cuatro actividades de la vida espiritual: edificar, orar, guardarse y esperar; o servir, depender, vigilar y velar. La expresión «Edificándoos sobre vuestra santísima fe» nos revela un fundamento claro y estable para el cristiano. La oración es un ejercicio esencial en la vida cristiana y una forma de edificar. Guardarse es algo fundamental para estar fortalecidos contra los ataques del mal y de los falsos hermanos. Esperar es descansar en el amor de Dios y aguardar con constancia la vida eterna que gozaremos en perfección, lo cual sostiene al cristiano en su peregrinaje en este mundo. Todo esto es por gracia.
4.2 - Versículos 22 y 23
Esta parte de la epístola es muy interesante porque nos enseña cómo debemos conducirnos hoy en día frente a los falsos maestros y sus seguidores. Esta porción de la Escritura también ha sido un gran desafío aún para los más hábiles traductores. Nuestro conocimiento del texto original parecería ser muy incierto. Judas tenía la predisposición a usar tríadas, por tanto, es más factible que en este párrafo él haya tenido en mente tres categorías y no dos. Llama la atención que en esta porción del Nuevo Testamento los distintos textos con autoridad difieran tanto entre sí. La principal división de los manuscritos ha formado dos grupos; un grupo mayoritario que contiene tres categorías y los demás, que omiten algunas palabras y dan solo dos. La Versión Autorizada y la Nueva Traducción J. N. Darby, ambas en inglés, ofrecen dos categorías, pero William Kelly [9], la Nueva Versión Internacional en inglés, y otras, dan tres.
[9] Recomiendo leer «Lectures on the Epistle of Jude» (Lecturas sobre la epístola de Judas) de William Kelly, páginas 153 y 154.
La clasificación en tres categorías quedaría de la siguiente manera:
- A algunos que dudan, convencedlos.
- A otros salvad, arrebatándolos del fuego.
- De otros tened compasión.
Aun en medio de tanta maldad, los cristianos deben procurar aplicar el remedio necesario para recuperar a los que se han desviado. Cada caso presenta un desafío particular. La forma de tratar con cada uno de ellos debe estar guiada por el pensamiento y la sabiduría del Espíritu Santo. Podemos contar con Su ayuda, en medio de las variadas circunstancias, para poder actuar según la voluntad de Dios. No debemos desestimar la importancia que tiene la prueba a la que es sometida nuestra capacidad espiritual ante la manifestación del mal. Dios desea que actuemos como hábiles sacerdotes, llenos de gracia, y no con normas legales y decretos penales. En este campo de acción se necesitan personas espirituales. La complejidad que tienen algunas situaciones hace que solo podamos pasar por la prueba estando cerca de Cristo. Algunas veces podemos encontrarnos con hombres llenos de su propia voluntad y que caminan por un camino totalmente equivocado; otras veces se trata de imprudentes o incautos de quienes tenemos que tener compasión y piedad. Debemos tratar de recuperar a aquellos que han caído en una trampa. Debemos hacer el máximo esfuerzo para ganarlos y traerlos de regreso. Este fue el deseo de Dios en relación con su desviado pueblo terrenal, Israel. Leamos Amós 4:11 o Zacarías 3:2. ¿Acaso esto no debería caracterizar también a los santos de nuestros días?
5 - El recurso en el día de ruina
5.1 - Versículos 24 y 25
La doxología final de la inspirada Epístola de Judas está en perfecta concordancia con todo lo que ella expone en su desarrollo. Esta eleva el espíritu hacia la supremacía de Dios por encima de todas las cosas. Nos enseña que Dios puede guardar y proteger a su pueblo de las caídas y llevarlo por un camino seguro y firme cuando todo alrededor es agitación e inestabilidad. No debemos subestimar el peligro que implica vivir para el Señor en medio de un mundo religioso que se caracteriza por sus enseñanzas falsas y su moralidad seductiva. Dios puede guardarnos de caer, es decir, sin manchas en el sentido sacrificial. Nosotros no podemos hacer esto con nuestras propias fuerzas.
¿Podemos estar llenos de alabanzas mientras que los falsos maestros causan perturbación en la Iglesia? ¡Ciertamente, sí! ¿Permitiremos que la herejía nos impida estar en la atmósfera del amor de Dios? ¡Por supuesto que no! La porción de los creyentes es totalmente opuesta a la de los apóstatas. El hijo de Dios es guardado de caer; bendita verdad que contrasta con la abundante apostasía que hemos descrito. Dios tiene toda la gloria por la eternidad. Él es el único Dios y Preservador de la vida de su pueblo. En el Nuevo Testamento hay dieciséis citas que lo designan como el Salvador, y ocho veces como Padre. El profeta Isaías afirma claramente que no hay Salvador sino Dios (Is. 45:27). Solo Él es digno de la gloria (resplandor de la luz) y de la majestad real. Solo Él tiene el dominio (todo está bajo su control) y la autoridad (la capacidad de hacer todo aquello que le place), ante lo cual todo debe inclinarse y en virtud de lo cual puede efectivamente sostener a su pueblo que sufre los afanes y sufrimientos propios de este mundo.
A pesar de toda la actividad ejercida por estos falsos y malvados maestros, ¡Judas puede concluir su epístola con un «Amén»! Lo cual es un firme sello del fundamento de su alabanza final, porque él sabe que Dios indudablemente hará todo lo necesario para que su Nombre sea glorificado.