Inédito Nuevo

Más que vencedores

Romanos 8:37


person Autor: George DAVISON 2


Enero de 1962

La expresión «más que vencedores» utilizada por el apóstol Pablo contiene solo una palabra en griego y solo se utiliza en este versículo. La palabra vencedor significa literalmente “obtener la victoria”. Pero ¿qué quiere decir el apóstol con «más que vencedores»? Los santos no solo atraviesan batallas de todo tipo, ya sean causadas por hombres o por poderes espirituales malignos, y salen victoriosos, sino que también salen más fuertes después de la batalla de lo que eran antes de entrar en ella.

Una y otra vez, Dios permite que su pueblo se enfrente a batallas únicamente para que sienta la necesidad de su gracia y su poder para superarlas, y con la ayuda de Dios, sale de la prueba más fuerte que antes de entrar en ella.

Añadimos, atravesándolas con la ayuda de Dios, porque nunca seremos victoriosos sin la ayuda que solo Dios puede dar. La historia relata muchas pruebas severas atravesadas por hombres que, con un esfuerzo supremo, salieron victoriosos, pero no relata que fueran más fuertes después de los conflictos que antes.

Solo en el ámbito espiritual se puede experimentar esto. Para demostrarlo, queremos llamar la atención del lector sobre 2 pasajes de la Escritura, uno en el Antiguo Testamento y otro en el Nuevo Testamento, donde se relata este hecho alentador. Esperamos así animar a los santos a mantenerse firmes en sus luchas y, por lo tanto, no solo a salir victoriosos, sino a adquirir más fuerza tras la prueba sufrida.

Hay 2 declaraciones en el Nuevo Testamento que siempre deberían estar en el corazón de aquellos que desean estar caracterizados como «vencedores». Se trata de «estar firmes» (2 Tes. 2:15) y «retén firme lo que tienes» (Apoc. 3:11). Si permanecemos «firmes», no cedemos, y si retenemos «lo que tenemos», no abandonamos nada.

1 - El ejemplo de Job en el Antiguo Testamento

La historia de Job, tal y como nos la cuenta el libro que lleva su nombre, nos da una idea del gran conflicto que enfrenta constantemente a las fuerzas de la luz y las de las tinieblas. Dios descorre el velo que separa el mundo espiritual invisible del mundo material y nos permite, en su misericordia, escuchar una conversación entre Él mismo y Satanás, el enemigo acérrimo de los santos. Esta conversación se refiere principalmente a Job y sirve de marco para los acontecimientos descritos en el resto del libro.

No hay que buscar mucho para descubrir que Job, a pesar de ser el hombre más justo de la tierra en su época, corría el riesgo de enorgullecerse. Él mismo dice: «En mi nido moriré» (Job 29:18) y también está escrito: «Era justo a sus propios ojos» (Job 32:1). En la primera declaración, Job corría el riesgo de poner su confianza en los bienes con los que Dios lo había colmado, y en la segunda, estaba seguro de merecerlos. Pero era Dios, y no su nido, quien lo protegía, y su justicia era según la estimación divina y no según la suya propia. Job necesitaba aprender estas 2 cosas, y para su seguridad y bendición, Dios estaba a punto de enseñárselas.

Aquí es donde entra en escena Satanás. Es importante señalar que es Dios mismo quien plantea la cuestión de la justicia de Job con Satanás, y no Satanás con Dios. Dios vio que Job necesitaba una lección para su propia seguridad, y utilizó a Satanás para enseñársela. El enemigo, siempre dispuesto a atacar a los santos, aprovecha la libertad que Dios le ha dado y se propone destruir todo aquello en lo que Job había puesto su confianza, ya fuera su familia, su riqueza o su salud; pero lo único que no pudo destruir fue su fe. ¡Alabado sea Dios por ello! Despojado de todo en lo que confiaba, de su poco comprensiva esposa y de sus 3 amigos, que lo abandonan con desprecio como a alguien que no escucha la sabiduría, solo le queda su fe en Dios. Es entonces cuando Dios comienza a reconstruirlo sobre bases mucho más sólidas, hasta que leemos al final: «Y bendijo Jehová el postrer estado de Job más que el primero» (Job 42:12).

Job podría haber dicho, con el doble de bienes y una vez más rodeado de su familia: «En todas estas cosas somos más que vencedores, por medio de aquel que nos amó».

2 - El ejemplo de Pedro en el Nuevo Testamento

En el Nuevo Testamento se habla del apóstol Pedro. Era muy notable, siempre citado en primer lugar en las listas de apóstoles, pero tenía una gran debilidad bien conocida por nuestro Señor, y en vista del ministerio que cumpliría más tarde, era necesario remediarla.

Una vez más, vemos a Satanás utilizado en esta prueba, y el Señor permite hacer caer a su siervo. Leemos: «Simón, Simón, mira que Satanás os ha reclamado para cribaros como el trigo. Pero yo he rogado por ti para que tu fe no desfallezca; y tú, cuando hayas vuelto a mí, fortalece a tus hermanos» (Lucas 22:31-32).

Recordemos siempre que, sean cuales sean las intenciones de Satanás, no puede tocar ni un solo cabello de nuestra cabeza sin el permiso de Dios. Tanto Job como Simón se vieron en manos de Satanás durante un tiempo, pero en ambos casos Satanás no pudo ir más allá de lo que le permitía la sabiduría divina. Así, aunque se le permitió a Satanás someter a Simón a una tentación y llevarlo a negar a su Señor, todo lo que logró fue destruir la confianza en sí mismo de Simón; no pudo destruir su fe. Gracias a Dios, nunca podrá destruir la fe de ningún santo de Dios, por muy dura que sea la prueba por la que se le permita pasar.

Qué decepción debió llenar el corazón de Satanás cuando descubrió que su ataque contra Simón lo había convertido en un hombre más fuerte que antes. ¿Alguna vez se ha visto a un hombre declarar su amor por el Señor con más intrepidez que el discípulo que antes había negado conocerlo? Además, Pedro dio su vida por el Señor al final de su ministerio, y podemos estar seguros de que en ese momento afrontaría la muerte con la verdadera confianza que solo la fe puede dar, y no con una fuerza imaginaria que no poseemos como hombres en la carne. Sin duda, Pedro también podría haber dicho: «Al contrario, en todas estas cosas somos más que vencedores, por medio de aquel que nos amó».

Que podamos, pues, afrontar el futuro con esa confianza, decididos a «estar firmes» y a «retener lo que tenemos». No podemos saber lo que a cada uno de nosotros nos espera en la tierra. Dios conoce nuestros corazones, y si detecta algún obstáculo para nuestro crecimiento o nuestro servicio a Él, puede permitir que Satanás nos ataque, como lo hizo con otro siervo, Pablo.

Sin embargo, si afrontamos esta prueba con Dios y la superamos con la fuerza que solo la fe en Dios puede dar, saldremos más fuertes que antes y también podremos decir: «Al contrario, en todas estas cosas somos más que vencedores, por medio de aquel que nos amó».