TIERRA

˒Adamah (127, אֲדמָָה), «suelo; tierra». Este nombre también se encuentra en arábigo. Los casos en hebreo son alrededor de 224, abarcando todos los períodos de la Biblia hebraica.

Para comenzar, este nombre se refiere a «tierra» cultivable (quizás de color rojizo). Tiene agua y plantas: «Sino que subía de la tierra un vapor el cual regaba toda la faz de la tierra» (Gén. 2:6). Este mismo significado se encuentra en la primera cita que contiene el término (Gén. 1:25): «Todo animal que se arrastra sobre la tierra». El vocablo se contrasta con «erial, yermo» (suelo improductivo); es el término genérico que indica la superficie del planeta «tierra» y que, juntos o por separado, significa «suelo, tierra». El cuerpo del primer hombre, Adán, se formó solo de ˒adamah (cf. Gén. 2:9): «Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra [˒adamah]» (Gén. 2:7).

˒Adamah puede usarse específicamente para describir una «tierra» que un grupo particular de personas cultiva o que recibe para culivarla: «Mira desde tu morada santa, desde el cielo, y bendice a tu pueblo Israel y la tierra que nos has dado, como juraste a nuestros padres: una tierra que fluye leche y miel» (Deut. 26:15). Una variante adicional de este matiz tiene que ver con el propio suelo: «Te ruego, pues, ¿de esta tierra no se dará a tu siervo la carga de un par de mulas [para erigir un altar al Señor]?» (2 Reyes 5:17).

En Éx. 3:5 ˒adamah se usa más en el sentido del «suelo» que pisamos, sin tener en cuenta su productividad: «Quita las sandalias de tus pies, porque el lugar donde tú estás tierra santa es».

El matiz «propiedad» o «posesión» se destaca con más claridad en pasajes como Zac. 2:12: «Jehová poseerá a Judá como su heredad en la tierra santa» (RVA; cf. Sal. 49:11). Aunque ˒adamah nunca tiene una referencia política, a veces se usa con el significado de «propiedad» o «patria» (cf. Isa. 14:2; 19:17; y en particular Ezeq. 7:2). Otro ejemplo es Isa. 15:9 (RVA): «Pero yo aún traeré sobre Dibón otras cosas: leones contra los fugitivos de Moab, y contra los sobrevivientes de la tierra».

En todo el Antiguo Testamento existe una relación entre ˒adam («hombre») y ˒adamah («tierra»). Tienen una afinidad etimológica puesto que ambos parecen derivarse del verbo ˒adom («ser rojo»). Mientras que Adán obedeciera a Dios, la «tierra» rendiría su fruto. Por consiguiente, la «tierra» pertenece a Dios y estando bajo su autoridad corresponde a los esfuerzos de su siervo (Gén. 2:6). Con el pecado se rompe la armonía entre el hombre y la «tierra», y esta ya no responde a su cuidado. Su vida se mueve hacia adentro y hacia la muerte en lugar de hacia arriba y hacia la vida. A medida que crece la rebelión humana disminuye la fertilidad del «suelo» (Gén. 4:12, 14; cf. 8:21). En Abraham la redención prometida (Gén. 3:15) se manifiesta mediante una debida relación entre Dios y el hombre y entre este y la «tierra» (Gén. 28:14-15). Bajo Moisés la productividad del «suelo» dependía de la obediencia del pueblo de Dios (cf. Deut. 11:17).

˒Erets (776, אֶרֶֶץ), «tierra (todo el mundo); tierra firme; suelo; entidad política; subsuelo». El término tiene cognados en ugarítico, fenicio-púnico, moabita, acádico, arameo (donde los radicales son ˒rq o ˒r˓); y arábigo (˒rd). ˒Erets aparece en la Biblia hebrea alrededor de 2.504 veces (22 en arameo bíblico) y en todos los períodos. Expresa una cosmovisión que contradice los mitos antiguos así como las teorías modernas que intentan explicar el origen del universo y de las fuerzas que los sostienen.

La palabra a menudo representa toda la superficie de este planeta y, junto con el mundo «celestial», describe la creación física total y cada cosa en ella. Esto es lo que significa la primera vez que se menciona en la Biblia: «En el principio creó Dios los cielos y la tierra» (Gén. 1:1).

En primer lugar, ˒erets significa «tierra» la escena temporal de la actividad, experiencia e historia humana. El mundo material comenzó cuando Dios «hizo la tierra con su poder», la «formó» y «extendió» (Isa. 40:28; 42:5; 45:12, 18; Jer. 27:5; 51:15). Por consiguiente, «de Jehová es la tierra» (Sal. 24:1; Deut. 10:1; Éx. 9:29; Neh. 9:6). Ninguna parte de la «tierra» es independiente de Él porque «los confines de la tierra son suyos», incluyendo «los montes», «los mares», «la tierra firme», «las profundidades de la tierra» (Sal. 2:8; 95:4-5; Amós 4:13; Juan 1:9).

˒Erets a veces significa «tierra» a diferencia de mar o agua. Este uso se encuentra, por ejemplo, en Éx. 20:11: «Porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que hay en ellos hay, y reposó en el séptimo día». El significado más restringido aparece por primera vez en Gén. 1:10, donde «llamó Dios a lo seco Tierra». En este contexto, «tierra» incluye desiertos, suelo de cultivo, valles y montañas, todo lo que hoy conocemos como islas y continentes.

Dios creó la tierra para que se habitara (Isa. 45:18). Puesto que «tenía autoridad sobre la tierra», por ser el Creador, decretó: «Produzca la tierra hierba verde… según su género» (Job 34:13; Gén. 1:11). La «tierra» nunca debía dejar de producir porque «mientras exista la tierra, no cesarán la siembra y la siega, el frío y el calor, el verano y el invierno, el día y la noche» (Gén. 8:22 RVA). «La tierra está llena de los beneficios de Dios» y el género humano debía «multiplicarse y llenar la tierra» (Sal. 104:24; Gén. 1:28; 9:1). Que nadie se imagine que la tierra es un mecanismo autónomo porque «Jehová reina» y «Él está sentado sobre el círculo de la tierra», desde donde hace «llover sobre la faz de la tierra» (Sal. 97:1; Isa. 40:22; 1 Reyes 17:14).

Puesto que «los ojos de Jehová recorren toda la tierra» (2 Cr. 16:9 RVA; cf. Zac. 4:10), Él observa que «no hay hombre justo en la tierra» (Ecl. 7:20). En un principio, Dios se propuso raer «de sobre la faz de la tierra a los hombres» (Gén. 6:5-7). Aunque su ira se aplacó y prometió no volver «más a maldecir la tierra… ni… a destruir todo ser viviente» (Gén. 8:21), podemos estar seguros de que Él viene «a juzgar la tierra» (Gén. 7.16s; Sal. 96:13). En aquel momento, a la ira del Señor «tiembla la tierra», la «vacía» y la «beberán todos los impíos de la tierra» (Jer. 10:10; Joel 2:10; Isa. 24:1; Sal. 75:8). Con todo, Dios brinda una alternativa para todos los que responden a su promesa: «Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra» (Isa. 45:22).

Lo que el Creador formó «en el principio» también tendrá su fin, porque Él creará «nuevos cielos y nueva tierra» (Isa. 65:17; 66:22).

El vocablo hebraico ˒erets se encuentra también a menudo en la frase «cielo y tierra» o «tierra y cielo». En otros términos, las Escrituras enseñan que nuestro planeta terráqueo forma parte de una estructura global cosmológica a la que llamamos universo. Esto no es un accidente ni el resultado de procesos internos; los insondables confines e innumerables componentes del universo deben su origen a Dios, «quien hizo los cielos y la tierra» (Sal. 121:2; 124:8; 134:3).

Puesto que Dios es el «creador y dueño del cielo y de la tierra», todo el universo debe retumbar con las alabanzas de su gloria que «es sobre tierra y cielos» (Gén. 14:19, 22; Sal. 148:13). «Cantad loores, oh cielos… gritad con júbilo profundidades de la tierra» (Isa. 44:23); «Alégrense los cielos, y gócese la tierra» (Sal. 96:11). Así rinde culto a Dios toda la creación porque «todo lo que quiso Jehová, ha hecho; en los cielos y en la tierra, en los mares y en todos los abismos» (Sal. 135:6).

˒Erets no solo denota todo el planeta tierra, sino también algunas de las partes que lo constituyen. Términos como tierra, campo, suelo, terreno y patria comunican el significado de ˒erets a nuestra lengua castellana. ˒Erets es el «suelo» que pisan los seres humanos y animales; por ejemplo: «Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar… y en todo animal que se arrastra sobre la tierra» (Gén. 1:26). Sobre el ˒erets hay polvo (Éx. 8:16) y caen la lluvia y el rocío (Gén. 2:5).

Con cierta frecuencia ˒erets se refiere a un territorio nacional o bien al pueblo que lo habita (una nación o una tribu): «Ya no había alimentos en toda la tierra; y el hambre se había agravado, por lo que desfallecía de hambre tanto la tierra de Egipto como la tierra de Canaán» (Gén. 47:13 RVA). Además de Egipto, encontramos «tierra de los filisteos», «tierra de Israel»; «tierra de Benjamín»; «tierra de su nacimiento» (Gén. 47:13; Zac. 2:5; 2 Reyes 5:2, 4; Jueces 21:21; Gén. 11:28). Véase también Núm. 32:1 (RVA) : «Los hijos de Rubén y los hijos de Gad tenían muchísimo ganado. Y al ver la tierra de Jazer y la tierra de Galaad, el lugar les pareció apropiado para el ganado».

Se dice que Israel vive en la «tierra de Jehová» (Oseas 9:3; cf. Lev. 25:33ss). Cuando el pueblo llega a sus fronteras, Moisés les recuerda que la tierra les pertenecía únicamente porque Dios expulsó a otras naciones para «darles su tierra por heredad» (Deut. 4:38). Moisés promete que Dios haría producir la tierra, porque Él dará «la lluvia de vuestra tierra» para que sea una «buena tierra», «tierra de trigo y cebada, de vides, higueras y granados; tierra de olivos, de aceite y de miel» y «tierra de abundancia» (Deut. 11:13-15; 8:7-9; Jer. 2:7).

El nombre hebreo también se puede traducir como «suelo» (Amós 3:5; Gén. 24:52; Ezeq. 43:14). Cuando Dios ejecuta su juicio, «a los impíos humilla hasta el suelo» (Sal. 147:6 RVA; «polvo» NVI).

Por último, encontramos un matiz de ˒erets poco usado, aunque significativo, que se refiere al «subsuelo o submundo»: «Los que buscan mi alma para destruirla caerán en las profundidades de la tierra» (Sal. 63:9 RVA). A veces el término sin calificativos se usa para hablar del «submundo»: «Descendí a la base de las montañas. La tierra echó sus cerrojos tras de mí para siempre» (Juan 2:6 RVA). Los cognados acádicos a veces tienen el mismo significado. Algunos estudiosos encuentran esta acepción también en Éx. 15:12; Sal. 71:20 y Jer. 17:13.

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