SANTO

C - Adjetivo

Qadôsh (6918, קָָדוש), «santo». Las lenguas semíticas tienen dos formas originales de la raíz que son distintas. Una significa «puro» y «consagrado» como en el acádico qadistu y el hebreo qadesh («santo»). La palabra describe algo o alguien. La otra quiere decir «santidad» como una circunstancia o como un abstracto, de la misma manera que en arábigo al-qaddus («lo más santo o puro»). En hebreo el verbo qadash y la palabra qadesh combinan ambos elementos: descriptivo y estático. La comprensión tradicional de «separado» es solo un significado derivado y no el principal.

Qadôsh es importante en el Pentateuco, en los escritos poéticos y proféticos, y se encuentra poco en la literatura histórica. El primero de 116 casos se encuentra en Éx. 19:6 (RVA): «Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes y una nación santa».

En el Antiguo Testamento qadôsh tiene una fuerte connotación religiosa. En uno de sus sentidos el vocablo describe un objeto, lugar o día como «santo», en el sentido de «dedicado» a un propósito especial: «Luego tomará el sacerdote del agua santa en un vaso de barro» (Núm. 5:17).

En particular, el sábado se ha «dedicado» como un día de descanso: «Si apartas tu pie por respeto al sábado, para no hacer tu capricho en mi día santo; si al sábado llamas delicia, consagrado a Jehová y glorioso; y si lo honras, no haciendo según tus propios caminos ni buscando tu propia conveniencia ni hablando tus propias palabras, entonces te deleitarás en Jehová» (Isa. 58:13-14 RVA). Esta prescripción se basa en Gén. 2:3, donde el Señor «santificó» o «dedicó» el sábado.

Dios dedicó a Israel para que fuera su pueblo. Son «santos» por su relación con el Dios «santo».

En cierto sentido, todo el pueblo es «santo» por ser miembros de la comunidad del pacto, independientemente de su fe y obediencia: «Y se juntaron contra Moisés y contra Aarón y les dijeron: ¡Basta ya de vosotros! Porque toda la congregación, todos ellos son santos, y en medio de ellos está Jehová; ¿por qué, pues, os levantáis vosotros sobre la congregación de Jehová?» (Núm. 16:3). Dios se propuso que esta nación «santa» fuera un sacerdocio real «santo» entre las naciones (Éx. 19:6). Sobre la base de una íntima relación, Dios esperaba que su pueblo cumpliera con sus elevadas expectativas para ellos, demostrando que era una una nación «santa»: «Me seréis santos, porque yo, Jehová, soy santo y os he separado de los pueblos para que seáis mios» (Lev. 20:26 RVA).

Los sacerdotes fueron escogidos para servir en el Lugar Santo del tabernáculo o templo. Por su función de mediadores entre Dios e Israel y por su cercanía al templo, Dios los dedicó al oficio sacerdotal: «Serán santos para su Dios y no profanarán el nombre de su Dios; porque ellos presentarán las ofrendas quemadas, el pan de su Dios; por tanto, serán santos. El sacerdote no tomará mujer prostituta o privada de su virginidad. Tampoco tomará mujer divorciada de su marido, porque él está consagrado a su Dios. Por tanto, lo tendrás por santo, pues él ofrece el pan de tu Dios. Será santo para ti, porque santo soy yo, Jehová, que os santificó» (Lev. 21:6-8 RVA). Aarón, el sumo sacerdote, era «el santo del Señor» (Sal. 106:16 LBA).

El Antiguo Testamento clara y enfáticamente enseña que Dios es «santo» moralmente (Lev. 11:44) y en poder (1 Sam. 6:20). Es el «santo de Israel» (Isa. 1:4), «Dios santo» (Isa. 5:16) y «el Santo» (Isa. 40:25). Su nombre es «Santo»: «Porque así dijo el Alto y Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo nombre es Santo: Yo habito en la altura y la santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el espíritu de los humildes, y para vivificar el corazón de los quebrantados» (Isa. 57:15). La declaración negativa: «No hay santo como Jehová, porque no hay ninguno aparte de ti; no hay roca como nuestro Dios» (1 Sam. 2:2 RVA), señala que Él es «santísimo» y que nadie es tan «santo» como Él. Algunas pocas veces qadôsh se aplica a seres no humanos, alejados de este mundo y dotados de gran poder (Job 5:1; Dan. 8:13). Los ángeles del séquito celestial son «santos»: «Y el valle de los montes será rellenado, porque el valle de los montes llegará hasta Azal. Y huiréis como huisteis a causa del terremoto que hubo en los días de Uzías, rey de Judá. Así vendrá Jehová mi Dios, y todos sus santos con Él» (Zac. 14:5 RVA). Los serafines proclamaban el uno al otro la «santidad» de Dios: «Y el uno al otro daba voces, diciendo: Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos: toda la tierra está llena de su gloria» (Isa. 6:3).

En la Septuaginta el término hagios («santo») representa el vocablo hebreo qadôsh.

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