MATAR
Shajat (7819, שָחַַט), «matanza, matar, carnicería». Este vocablo se encuentra tanto en hebreo antiguo como moderno y también en el antiguo ugarítico. Se cree que podría haber relación con el antiguo término acádico shajatsu («desollar») en base al uso especial de shajat en 1 Reyes 10:16-17: «oro batido» (véase además 2 Cr. 9:15-16). Shajat aparece en la Biblia hebraica alrededor de 80 veces. Se encuentra por primera vez en Gén. 22:10: «Abraham… tomó el cuchillo, para degollar [«sacrificar» LBA] a su hijo» (RVR). El uso más frecuente de shajat tiene que ver con «matar» para sacrificio (51 veces); y como era de esperarse, la palabra se halla unas 30 veces en el libro de Levítico.
Shajat se refiere a veces a la «matanza» de animales para alimento (1 Sam. 14:32, 34; Isa. 22:13). Varias veces el término tiene la acepción de «matar» personas (Jueces 12:6; 1 Reyes 18:40; 2 Reyes 10:7, 14). En ciertos casos se dice que Dios «mata» a personas (Núm. 14:16). Judá, desviado, llegó a «matar» niños sacrificándolos a dioses falsos (Ezeq. 16:21; 23:29; Isa. 57:5).
Harag (2026, חרַַג), «matar, destruir». Este término es de uso corriente en hebreo moderno, como verbo y nombre, para expresar la idea de «matar». Debido a que se encuentra unas 170 veces en el Antiguo Testamento indica cuánto se usa este vocablo para expresar la idea de «quitar la vida» de personas y animales. Harag aparece por primera vez en el Antiguo Testamento en la historia de Caín y Abel (Gén. 4:8, 14-15).
Son contadas las veces que la palabra indica matar premeditadamente: asesinar. Se usa más bien para referirse a «matar» y sacrificar animales, así como a la violencia interpersonal despiadada. Harag no es el término usado en el sexto mandamiento (Éx. 20:13; Deut. 5:17). El vocablo que se utiliza es ratshaj, que indica matar a propósito. De ahí que el mandamiento se debe traducir: «No asesinarás» (como lo hacen varias traducciones modernas en inglés).
El vocablo harag a menudo se refiere a matanza general, durante y después de una batalla (Núm. 31:7-8; Jos. 8:24; 2 Sam. 10:18). Pocas veces se usa el término para denotar el acto de «matar» por orden divina. En estos casos es más común el uso de la forma causativa del verbo «morir» (mût). En términos generales, harag indica el aspecto violento, destructivo, de «matar», incluso a un viñedo con granizo (Sal. 78:47).
Ratsaj (7523, רָצַַח), «matar, asesinar». Este verbo aparece más de 40 veces en el Antiguo Testamento, sobre todo en el Pentateuco. Son escasas las referencias a ratsaj en hebreo rabínico, aunque su uso se ha incrementado en hebreo moderno con el significado exclusivo de «asesinar». Además de hebreo, el verbo se usa en arábigo con la acepción de «magullar», «aplastar».
Ratsaj se encuentra primordialmente en la legislación veterotestamentaria, como era de esperarse, puesto que la Ley de Dios incluye reglamentos en defensa de la vida y disposiciones en cuanto al asesinato. El Decálogo expresa el principio general en una declaración sencilla, en la que se encuentra el primer ejemplo del verbo: «No matarás [asesinarás]» (Éx. 20:13). Otra disposición tiene que ver con la pena: «Cualquiera que diere muerte a alguno, por dicho de testigos morirá el homicida» (Núm. 35:30). Pero, antes de aplicarse la sentencia, habrá un juicio.
El Antiguo Testamento reconoce la distinción entre asesinato premeditado y homicidio involuntario. Con el fin de proteger los derechos del homicida, que mata sin premeditación, la ley establecía tres ciudades de refugio (Núm. 35; Deut. 19; Jos. 20-21), a ambos lados del Jordán, en las que un homicida podía asilarse, «a donde pueda huir el homicida que accidentalmente hiera de muerte a alguno» (Núm. 35:11). Esta provisión permitía que un homicida tuviera acceso al sistema jurídico porque podría «matarlo» un vengador de sangre si permanecía en su propia comunidad (Núm. 35:21). El acusado debía juzgarse (Núm. 35:12 RVA) y si se encontraba culpable de homicidio no premeditado, lo obligaban a permanecer en la ciudad de refugio hasta que falleciera el sumo sacerdote (Núm. 35:28). Este requisito de imponer el exilio aun en casos de homicidio accidental enfatiza la severidad con que se trataban casos de «asesinato». El culpable de homicidio se entregaba al vengador de la sangre que mantenía el derecho de ejecutar al homicida si este abandonaba el territorio de la ciudad de refugio antes de la muerte del sumo sacerdote. Por otro lado, si el homicida era claramente culpable de asesinato premeditado (véanse ejemplos en Núm. 35:16-21), el vengador de la sangre podría ejecutar al asesino sin juicio previo. Es así como el Antiguo Testamento subraya los principios de la inviolabilidad de la vida y de la retribución; únicamente en las ciudades de refugio se suspendía el principio de retribución.
Los profetas usan ratsaj para describir los efectos de la injusticia e irreverencia a la Ley en Israel: «Porque no hay en la tierra verdad, ni lealtad, ni conocimiento de Dios. El perjurar, el engañar, el asesinar, el robar y el adulterar han irrumpido» (Oseas 4:1-2 RVA; cf. Isa. 1:21; Jer. 7:9).
El salmista también expresa matafóricamente la privación de los derechos de las víctimas indefensas: «A la viuda y al extranjero matan, y a los huérfanos quitan la vida» (Sal. 94:6).
En la Septuaginta encontramos la siguiente traducción: foneuein («asesinar; matar; ejecutar»).