HEREDAR
A - Verbo
Najal (5157, נָחַַל), «heredar, recibir por posesión, tomar posesión». El término se encuentra en hebreo antiguo y también moderno, así como en antiguo ugarítico. Hay unos 60 casos del verbo en el Antiguo Testamento hebreo. El primer caso está en Éx. 23:30: «tomar la tierra por heredad» (RV). Es más exacta la traducción «poseer» (RVR, RVA, NRV y LBA) en este caso, puesto que la tierra de Canaán no era literalmente una heredad, en el sentido extricto de la palabra, sino una posesión que Israel recibiría por intervención directa de Dios. A decir verdad, en la mayoría de los casos en que se usa najal en el Antiguo Testamento, el vocablo tiene el significado básico de «poseer» más bien que «heredar» por voluntad de un testamento. Uno de los pocos casos cuando es así está en Deut. 21:16: «El día que hiciere heredar a sus hijos lo que tuviere». Más precisamente: «El día que reparta lo que tiene entre sus hijos» (LBA).
Cuando Moisés oró: «Señor… tómanos por tu heredad» (Éx. 34:9), no quiso decir que Dios les «heredaría» mediante un testamento, sino que Él los «tomaría por posesión suya» (LBA). La acepción «recibir por posesión» tiene aquí un sentido figurado. Por ejemplo: «Los sabios poseerán honra» (Prov. 3:35 RVA; «son dignos de honra» NVI); «los perfectos heredarán el bien» (Prov. 28:10); «mentira poseyeron nuestros padres» (Jer. 16:19); «el que turba su casa heredará viento» (Prov. 11:29).
B - Nombre
Najalah (5159, נַחלָָה), «posesión; propiedad; herencia». Este nombre es de uso frecuente (220 veces), aunque principalmente en el Pentateuco y en Josué. Casi no se encuentra en los libros históricos. El nombre se usa por primera vez en Gén. 31:14: Raquel y Lea respondieron, y le dijeron: «¿Tenemos todavía nosotras parte o herencia alguna en la casa de nuestro padre?» (LBA).
La traducción básica de najalah es «herencia»: «Nabot respondió a Acab: ¡Guárdeme Jehová de darte la heredad de mis padres!» (1 Reyes 21:3 RVA). Con más precisión el vocablo se refiere a una «posesión» sobre la que se tiene derecho. El uso de najalah en el Pentateuco y en Josué a menudo denota la «posesión» que Israel, una tribu o un clan recibió como su porción de la tierra prometida. Dicha porción se determinó por sorteo (Núm. 26:56) poco antes de la muerte de Moisés y le tocó a Josué ejecutar la distribución de la «posesión»: «Así tomó Josué toda la tierra, conforme a todo lo que Jehová había dicho a Moisés. Josué la entregó como heredad a Israel, conforme a la distribución de sus tribus» (Jos. 11:23 RVA). Después de la conquista, el término «herencia» deja de referirse a territorio conquistado en batalla. Una vez que se tomó «posesión» de la tierra, entró en vigencia el proceso legal que pretendía mantener la propiedad hereditaria dentro de la misma familia. Por esta razón, Nabot no podía traspasar sus derechos a Acab (1 Reyes 21:3-4). Siempre era posible redimir la propiedad, cuando hubiese caído en otras manos, como lo hizo Booz con el fin de mantener el nombre del difunto: «También adquiero, para que sea mi mujer, a Rut la moabita, que fuera mujer de Majlón, para restaurar el nombre del difunto a su heredad, a fin de que el nombre del difunto no se borre de entre sus hermanos ni de la puerta de su ciudad» (Rut 4:10 RVA).
Metafóricamente se dice que Israel es la «posesión» de Dios: «Pero a vosotros Jehová os tomó, y os ha sacado del horno de hierro, de Egipto, para que seáis el pueblo de su heredad como en este día» (Deut. 4:20 RVR, NRV).
Dentro de la relación especial del pacto los hijos en Israel se consideraban un don especial del Señor (Sal. 127:3). Sin embargo, el Señor abandonó a Israel, su «posesión», a la merced de las naciones (cf. Isa. 47:6), y permitió que un remanente de esta «posesión» regresara: «¿Qué Dios como tú, que perdona la maldad, y olvida el pecado del remanente de su heredad? No retuvo para siempre su enojo, porque se deleita en misericordia» (Miq. 7:18).
Por otro lado, se puede también decir que el Señor es la «posesión» de su pueblo. A los sacerdotes y levitas, cuyas «posesiones» terrenales estaban limitadas, se les asegura que su «posesión» es el Señor: «Por esto Leví no ha tenido parte ni heredad entre sus hermanos: Jehová es su heredad, como Jehová tu Dios se lo ha prometido» (Deut. 10:9; cf. Núm. 18:23).
En la Septuaginta encontramos las siguientes traducciones del vocablo: kleronomia («heredad; posesión; propiedad») y kleros («suerte; posición; parte»).