AGUA
Mayim (4325, מַיִִם), «agua; torrente». El término tiene cognados en ugarítico y en sudarábigo. Aparece unas 580 veces y durante todos los períodos del hebreo bíblico.
Primero, «agua» es una de las sustancias básicas originales. Este es su significado cuando aparece por vez primera, en Gén. 1:2: «Y el Espíritu de Dios se movía sobra la faz de las aguas». En Gén. 1:7 Dios separó las «aguas» de encima de las «aguas» debajo (cf. Éx. 20:4) de la bóveda celeste (LVP). Segundo, el vocablo representa aquello que está dentro de un pozo, por ejemplo, «agua» para beber (Gén. 21:19). Las «aguas vivas» son las que fluyen: «Cuando los siervos de Isaac cavaron en el valle… hallaron un pozo de aguas vivas» (Gén. 26:19). Al agua que se bebe en la prisión se le denomina «agua de aflicción»: «Echad a este en la cárcel, y mantenedle con pan de angustia y con agua de aflicción, hasta que yo vuelva en paz» (1 Reyes 22:27). Job 9:30 habla de agua de nieve: «Aunque me lave con aguas de nieve, y limpie mis manos con la limpieza misma».
Tercero, mayim puede representar figuradamente cualquier líquido: «Dios nos ha destinado a perecer, y nos ha dado a beber aguas de hiel, porque hemos pecado contra Jehová» (Jer. 8:14). La frase, en 2 Reyes 18:27, mereglayim («agua de los pies») significa orina: «¿Me ha enviado mi señor para decir estas palabras a ti y a tu señor, y no a los hombres que están sobre el muro, expuestos a comer su propio estiércol y beber su propia orina con vosotros?» (cf. Isa. 25:10).
Cuarto, en el culto de Israel el «agua» se vertía o rociaba (no se sumergía a nadie) simbolizando la purificación. Es así como Aarón y sus hijos debían lavarse ritualmente con «agua» como parte del rito de consagración al sacerdocio: «Y llevarás a Aarón y a sus hijos a la puerta del tabernáculo de reunión, y los lavarás con agua» (Éx. 29:4). Ciertas partes del animal sacrificado debían lavarse con «agua» durante el culto: «Y lavará con agua los intestinos y las piernas» (Lev. 1:9). Los ritos israelitas a veces incluían «agua santificada»: «Luego tomará el sacerdote del agua santa en un vaso de barro; tomará también el sacerdote del polvo que hubiere en el suelo del tabernáculo y lo echará en el agua» (Núm. 5:17). En el ritual de Israel también se usaban «aguas amargas»: «Y hará el sacerdote estar en pie a la mujer delante de Jehová, y descubrirá la cabeza de la mujer, y pondrá en sus manos la ofrenda recordativa, que es la ofrenda de celos; y el sacerdote tendrá en la mano las aguas amargas que acarrean maldición» (Núm. 5:18). Esta era «agua» que causaba maldición y amargura a quien la bebía (Núm. 5:24).
Quinto, en nombres propios el vocablo se usa en relación con fuentes, arroyos o mares, y las regiones que están en el vecindario inmediato de estas aguas: «Di a Aarón: Toma tu vara, y extiende tu mano sobre las aguas de Egipto, sobre sus ríos, sobre sus arroyos y sobre sus estanques, y sobre todos sus depósitos de aguas, para que se conviertan en sangre» (Éx. 7:19).
Sexto, el término se usa en sentido figurado de muchas maneras. Mayim alude al peligro o aflicción: «Envió de lo alto y me tomó; me sacó de las muchas aguas» (2 Sam. 22:17). En 2 Sam. 5:20 Mayim representa una fuerza que irrumpe: «Quebrantó Jehová a mis enemigos delante de mí, como corriente impetuosa». Las «muchas aguas» pueden referirse a la insurgencia de las naciones impías en contra de Dios: «Los pueblos harán estrépito como de ruido de muchas aguas» (Isa. 17:13). El vocablo, por tanto, describe un ímpetu violento y sobrecogedor: «Se apoderarán de él terrores como de aguas; torbellino lo arrebatará de noche» (Job 27:20). En otros pasajes «agua» se usa para representar la timidez: «Por lo que el corazón de ellos desfalleció y vino a ser como agua» (Jos. 7:5). Relacionado un poco con este sentido está la connotación de «transitorio»: «Y olvidarás tu miseria, o te acordarás de ella como de aguas que pasaron» (Job 11:16). En Isa. 32:2 «agua» representa refrigerio: «Y será aquel varón como escondedero contra el viento, y como refugio contra el turbión; como arroyos de agua en tierras de sequedad, como sombra de gran peñasco en tierra calurosa». Los remansos apacibles o las aguas quietas simbolizan el descanso y la paz: «Junto a aguas de reposo me pastoreará» (Sal. 23:2). Se usan términos semejantes para describir los encantos de la esposa como «aguas de vida» o «aguas vivificantes»: «Bebe el agua de tu misma cisterna, y los raudales de tu propio pozo» (Prov. 5:15). El «agua» derramada representa derramamiento de sangre (Deut. 12:16), ira (Oseas 5:10), justicia y juicio (Amós 5:24) y sentimientos de dolor (Job 3:24).
Tehôm (8415, תְְום), «aguas profundas, océano; abismos, agua subterránea, aguas, diluvios y torrentes». Se encuentran cognados de esta palabra en ugarítico, acádico (desde Ebla, alrededor de 2400— 2250 a.C.) y arábigo. En las 36 veces que aparece el término es en su mayoría en pasajes poéticos en todos los períodos históricos.
El término representa las «aguas profundas» cuyas superficies se congelan por el frío: «Las aguas se endurecen a manera de piedra, y se congela la faz del abismo» (Job 38:30). En Sal. 135:6 tehôm significa el océano en oposición a los mares: «Todo lo que Jehová quiere, lo hace, en los cielos y en la tierra, en los mares y en todos los abismos [en todos los océanos]» (cf. Sal. 148.7s).
El vocablo se refiere de manera particular a los torrentes profundos o fuentes de las aguas. Cuando los marineros se aventuran al mar en medio de una violenta tormenta, «suben a los cielos, descienden a los abismo» (Sal. 107:26). Esta es una expresión hiperbólica o de exageración poética, pero presenta los «abismos» como lo contrario a los cielos. Este énfasis está bien presente en el Cántico de Moisés, en donde el término representa la amenaza de las «profundidades». Los «abismos», que siempre han existido (sin ser eternos), son un elemento de la naturaleza esencialmente peligroso: «Los abismos los cubrieron; descendieron a las profundidades como piedra» (Éx. 15:5). Por otro lado, tehôm puede significar nada más que «aguas profundas» en las que los objetos pesados se hunden rápidamente.
Tehôm puede representar también una fuente inacabable de agua o, a manera de comparación poética, de bendición: «Con bendiciones de los cielos de arriba, con bendiciones del abismo que está debajo» (Gén. 49:25). En estos casos el término se refiere a «aguas subterráneas» que siempre están disponibles: que se podían explotar cabando pozos de los que brotaban manantiales y que formaban parte de las aguas debajo de océanos, lagos, mares y ríos. Esto fue lo que Dios abrió junto con las aguas por encima de la bóveda celeste (Gén. 7:11; cf. 1:7) y que más tarde cerró para terminar el gran diluvio (Gén. 8:2; cf. Sal. 37:7; 104:6; Ezeq. 26:19). En tales contextos la palabra denota un «montón de aguas»: «Él junta como montón las aguas» (Sal. 33:7).
En Gén. 1:2 (primer caso del término) tehôm se refiere a «todas las aguas» que en el comienzo cubrían todo el globo terrestre: «Las tinieblas estaban sobre la faz del abismo» (cf. Prov. 3:20; 8:24, 27-28).