Índice general
Cinco características destacadas de la era cristiana
Autor:
La era cristiana o el período de la gracia
Tema:Truth and Testimony 2021-2 p.64-67
La era cristiana tiene 5 características destacadas:
1 - Hay un Hombre en la gloria de Dios (Sal. 110:1)
No nos referimos ahora al Señor Jesús en su camino en la tierra, que terminó en la cruz. La obra se ha completado y Dios ha sido glorificado. Cristo está ahora a la derecha del Padre. Ha resucitado, ha ascendido al cielo y ahora está sentado a la derecha del Padre, esperando que sus enemigos sean puestos como estrado de sus pies. El hecho de que haya un Hombre en la gloria de Dios es la primera característica, la más importante, de la era cristiana. Su presencia es la prueba de una obra bien hecha y la certeza de que nosotros también estaremos allí a su debido tiempo porque Jesús: «entró por nosotros como precursor» (Hebr. 6:20). Su presencia allí significa que todas las promesas de Dios en él, sí y amén, están establecidas. Él es como un clavo (estaca) fijado en un lugar seguro (Is.22:23) y todo depende de este Hombre bendito a la diestra del Padre. Muchas glorias se asocian con él allí: la Señoría, la posición de Cabeza, el Sacrificio y la Realeza. Además, él es el Hijo, alguien lo suficientemente grande como para establecerlos y mantenerlos en la dignidad de su propia persona. Debemos levantar nuestros ojos al cielo para que nuestras almas se llenen de este hecho maravilloso: que ahora hay un Hombre en la gloria de Dios.
2 - Hay una Persona divina en la tierra
En el Antiguo Testamento, el Espíritu Santo venía sobre los hombres; el Espíritu Santo revestía a los hombres, pero solo de paso, y la característica distintiva de la era cristiana ahora es que, habiéndose cumplido la obra y habiendo sido glorificado Cristo, el Espíritu Santo ha hecho su morada en los santos de forma permanente.
Para decirlo en el lenguaje de los tipos del Antiguo Testamento, el aceite descendió sobre la sangre. No se puede sobreestimar la importancia de este aspecto en la vida cristiana práctica. En las almas jóvenes que se convierten, si desean sinceramente seguir a Dios, casi siempre se encuentra un estudio de la presencia del Espíritu Santo, y esto es muy provechoso. Esto incluye temas como Romanos 8, las Epístolas y el Evangelio según Juan: el pozo de agua que brota (4:14), los ríos de agua viva que fluyen (7:38), el maravilloso ministerio del aposento alto (cap. 14 al 17), el que nos guía a toda la verdad, el que nos muestra las cosas que han de ser, el que glorifica a Cristo (16:13-14), etc. El Espíritu Santo es responsable de toda la obra subjetiva en nuestras almas desde el momento del nuevo nacimiento.
3 - La formación de la Iglesia
En Mateo 16:18, el Señor declaró: «Sobre esta Roca edificaré mi Iglesia». Observen que en ese momento se trata de un futuro. El día de Pentecostés (Hec. 2) es la fecha de nacimiento de la Iglesia (o Asamblea). Dios siempre tuvo una Asamblea en sus pensamientos. En Éxodo 12, donde se menciona por primera vez la redención, también se menciona por primera vez en el Antiguo Testamento la Asamblea de los hijos de Israel. Luego tenemos el Tabernáculo y después el Templo. En la maravillosa enseñanza de estos tipos, Dios se dignó conceder su presencia: la nube llenaba tanto el Tabernáculo como el Templo. Pero todas las imágenes que tenemos en el Antiguo Testamento son tipos, y todo lo que se pone de relieve en la posición colectiva en Israel no es más que una pálida imagen de lo que se ha convertido en realidad en el período actual de la Iglesia. La verdad de la Casa de Dios, por supuesto, comienza en Génesis 28, pero cuando llegamos al Nuevo Testamento y el Espíritu desciende aquí abajo, él llena no solo al creyente, sino también el lugar donde habita (Hec. 2:2-3). La Casa de Dios adquiere un nuevo carácter en la era cristiana y se convierte en la morada de Dios por medio del Espíritu. ¡Qué maravillosa consideración!
Ah, pero hay algo aún más maravilloso. En el Nuevo Testamento, se nos introduce en la verdad del Cuerpo de Cristo. Consideremos Hechos 9:4: «Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?» –el Señor Jesús en la gloria y sus miembros en la tierra. En Romanos, somos miembros los unos de los otros; en 1 Corintios, somos vasos para las manifestaciones del Espíritu. En Colosenses, los miembros están ahí para exponer las glorias de la Cabeza. En Efesios, tenemos la verdad completa del hombre y la mujer, la Asamblea. Maravillosa verdad: hay en este mundo una compañía (un conjunto de personas) que son hueso de Sus huesos y carne de Su carne (Efe. 5:30; Gén. 2:23). Vivimos un día maravilloso en la larga historia de este mundo. ¿Nos llega esto al fondo del corazón?
4 - Invocamos a Dios como Padre
En el mundo pagano, hay muchos dioses, muchos señores; en el Antiguo Testamento, los patriarcas invocaban a El Shaddai, el Dios todopoderoso; Israel lo conocía con el nombre de Jehová (Yahweh); pero «para nosotros… hay un solo Dios, el Padre, de quien todo procede, y nosotros para él; y un solo Señor, Jesucristo, por quien todo existe, y nosotros por medio de él» (1 Cor. 8:6).
Tenemos la revelación de Dios como Padre. ¡Maravilloso! «Nadie ha visto jamás a Dios: el Hijo único, que está en el seno del Padre, él lo ha dado a conocer» (Juan 1:18). Todos los secretos del seno del Padre han sido revelados. «En la casa de mi Padre hay muchas moradas... voy a prepararos un lugar» (Juan 14:2). Conocemos el destino final, la casa del amor, y mientras tanto, las palabras del Señor a María Magdalena, en su resurrección, son las siguientes: «Vete a mis hermanos, y diles: Subo a mi Padre y vuestro Padre, y a mi Dios y vuestro Dios» (Juan 20:17). Él nos toma de la mano para hacernos disfrutar de la revelación del Padre. Además, la vida está ligada a esto. Esta vida se ha manifestado, la vida que estaba con el Padre. Ha sido dada a conocer a los apóstoles. Esto nos abre la vida eterna como parte del alma, una parte actual y efectivamente saboreada; ¡qué placer y qué dulzura hay en ello! En los tipos del Antiguo Testamento se habla de una tierra que mana leche y miel. En el Nuevo Testamento, esta vida se describe como la vida «en abundancia» (Juan 10:10). Que Dios quiera que entremos un poco más en ella y que nos impregnemos unos a otros de esta atmósfera. Es el disfrute del cielo antes de llegar a él.
5 - El Señor Jesús puede venir en cualquier momento
Esta es la maravillosa verdad a la que nos aferramos, que el Señor Jesús puede venir en cualquier momento. Tenemos una esperanza guardada en los cielos (Col. 1:5), «una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos» (1 Pe. 1:4). Nuestra ciudadanía está en los cielos (Fil. 3:20) y esperamos que él venga: «la bendita esperanza y la aparición en gloria del gran Dios y Salvador nuestro, Jesucristo» (Tito 2:13).
Él puede venir en cualquier momento. ¿No es acaso el lenguaje mismo de nuestros corazones?: «¡Ven, Señor Jesús!» (Apoc. 22:20). Él dice: «Sí, vengo pronto». Con gozo, decimos: «¡Ven, Señor Jesús!». ¿Cómo se puede dudar de esta verdad? Desgraciadamente, es muy fácil ver por qué se pone en duda. Los que no aceptan la enseñanza de las dispensaciones (diferentes épocas en las que Dios actúa de manera diferente) no aceptan la diferencia fundamental entre la Iglesia y los judíos, a saber, que la Iglesia es una compañía celestial y los judíos son una compañía terrenal. Estos también rechazan el cumplimiento literal de las Escrituras proféticas del Antiguo Testamento. Los que ven la posición claramente distinta de la Asamblea saben que él viene a por la Asamblea (o Iglesia) –el Esposo por la Esposa– y la Esposa sin temor; el amor está de su parte, la espera es nuestra. Estamos listos para partir en cualquier momento. Las Escrituras son muy claras y concisas. Él viene pronto.